Cuando los “maestros” no deberían haberlo sido nunca
Conozco a estudiantes de tercero de primaria que me han dicho que su maestro les ha llamado vagos e inútiles. Que les han dicho que son los peores de clase y que siempre van por debajo de los demás compañeros. Conozco a padres que me han preguntado si es normal que un profesor grite y ridiculice a los alumnos provocando miedo y rechazo. Y conozco a alumnos de educación secundaria que han confesado a los docentes que se sienten acosados por otro estudiante y han girado la cara indicando que no quieren saber nada.
No pretendo ofender a ningún maestro y tampoco generalizar con la profesión. De hecho, hablo de casos muy concretos de personas que creen que la enseñanza es algo que debería quedarse en último lugar. Hablo de profesores que no tienen una actitud positiva, que no les apasiona lo que están haciendo, que no quieren aprender, que no quieren cambiar y que siempre echan la culpa a los estudiantes en vez de pensar que quizás puedan hacer algo ellos para mejorar el clima escolar.
¿Qué se consigue con esto? Pues como siempre digo: estudiantes desmotivados, desilusionados, tristes, sin interés y sin muchas ganas de aprender. De esta manera, habrá más casos de fracaso y abandono escolar en las aulas. Me parece increíble que maestros que dicen “a mi únicamente me pagan por corregir exámenes” “la escuela debería ser simplemente un lugar de conocimiento y cultura sin tener en cuenta el lado emocional de los niños” estén todavía en algún colegio y ejerzan como maestros.
Cuando el sistema educativo lleva sin cambiar décadas
Tengo 28 años y cuando me pongo a recordar mi época de estudiante de educación primaria, me doy cuenta de que el sistema educativo no ha cambiado casi nada. Las mismas metodologías, las mismas evaluaciones, el mismo contenido académico, los mismos objetivos. Me da la sensación de que mientras la sociedad avanzaba, nuestro sistema educativo se quedó parado y sin intenciones de moverse. Sigue sin adaptarse a los estudiantes, maestros y familias de hoy. Y sigue dando vital importancia a los exámenes, a las calificaciones y al expediente sin contar con el talento, la creatividad y la educación emocional.
Un sistema educativo que provoca desmotivación, estrés docente, desilusión y poca emoción. Un sistema educativo que hace que los niños no quieran ir al colegio porque se aburren, porque siempre están haciendo lo mismo, porque no hay nada de diferente en sus días. Un sistema educativo que no da importancia a la felicidad, al entusiasmo, a la motivación y a la diversión. Un sistema educativo que se niega a enseñar a ser personas a los estudiantes, que se niega a educar para la vida. Un sistema educativo que prepara a los alumnos en las asignaturas pero que no los forma en la empatía ni en la solidaridad.
Cuando se está produciendo acoso en el colegio
Otra de las posibles razones por las que los niños no quieren ir al colegio es porque esté siendo víctima de acoso escolar por parte de sus compañeros. Para mí, uno de los objetivos más importantes a cumplir por cada colegio es tener un protocolo de prevención y actuación contra el acoso escolar. Y por supuesto que los docentes cuando vean una escena de cualquier tipo de violencia en el aula o en el recreo sepan lo que tienen que hacer y las pautas a seguir.
¿Qué pueden hacer los padres en estas situaciones?
Algo muy importante en las familias: escuchar. Como decía antes, cuando los niños transmiten a sus padres que no quieren ir al colegio pueden ser por muchos motivos. Todos ellos importantes que se deben tratar de solucionar. No está bien que un niño se aburra en educación primaria por estar haciendo siempre lo mismo ya que de esa manera no se está produciendo un aprendizaje activo y significativo. Está claro que ningún maestro debería gritar ni humillar a los alumnos de ningún modo. Y por supuesto, los centros educativos deberían estar trabajando para evitar situaciones de acoso escolar (me consta de que algunos tienen excelentes planes de convivencia y actividades para tener un clima escolar adecuado).
Para todo eso, los padres pueden hablar con los maestros, con la jefatura de estudios o con el director del colegio. Se puede pedir a los profesores que sean más prácticos, más activos y más colaborativos con los niños para que no tengan esa sensación de rutina y aburrimiento que muchos tienen. Se puede hablar con los maestros concretos para decirles que cambien la actitud con los estudiantes y que motiven a los alumnos en vez de humillarlos y desilusionarlos. Y se puede hablar con el personal directivo para buscar la mejor solución al problema y que se adapte a los estudiantes. Pero sobre todo, se debe escuchar a los niños en todo momento, comprenderles y tener en cuenta sus emociones y sentimientos.
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