Evidentemente, cabe destacar que la mayoría de los demás países han cumplido con el objetivo a conseguir de bajar el índice al 15% para el 2020. Nos acompañan Malta con un 19,8%, y Rumanía con un 19,1%. Para que os hagáis una idea de cómo les van las cosas a los países vecinos, Croacia tiene un índice del 2,8% en fracaso escolar, Eslovenia y Finlandia un 5%, y Chipre un 5,3%. Está claro, que viendo estos datos, entiendo por qué los expertos dicen que es muy difícil que España consiga lograr el objetivo para 2020.
A pesar de estos resultados, políticos de las altas esferas se llevan las manos a la cabeza diciendo: “¿Qué? ¡Pero si la educación es el punto fuerte del país! ¿Cómo es posible que tengamos ese porcentaje tan alto en fracaso escolar?”. Y lo peor de todo es que no se enteran. O sí se enteran y no quieren hacer nada por cambiar las cosas, que eso sería más malo que lo anterior. No son conscientes (o sí, y no se mueven), de que el sistema educativo español está completamente obsoleto. Está anticuado. Y por supuesto, ni de lejos se adapta a las necesidades de los alumnos y familias de hoy en día.
En muchas ocasiones, echan la culpa de estos datos y del fracaso escolar a los maestros y a los docentes. Pero lo cierto es que no es verdad. Al menos no en su totalidad. Los docentes, tienen que seguir unos programas y tienen que cumplir los objetivos que el sistema educativo expone. Los hay, que ya están aplicando nuevas metodologías en su aula, hay otros que quieren hacerlo pero su centro educativo es increíblemente cerrado, y hay otros que simplemente no lo quieren hacer.
Y ahí, está el quid de la cuestión. ¿Por qué hay algunos profesores que no quieren implicarse en una nueva educación y transformar el sistema educativo? Porque para eso hay que conseguir que la mayor parte de la sociedad esté dispuesta a abrir la mente. Hay que conseguir que la gente vea con sus propios ojos que lo que tenemos ahora, únicamente lleva a que los jóvenes abandonen los estudios con una edad temprana y se fomente el fracaso escolar. Y eso, aunque os parezca mentira a algunos, es increíblemente complicado.
Hay personas, que se enfadan con los profesores por no seguir los libros de texto, por no mandar deberes para casa, incluso por ver alguna película en clase en vez de impartir la lección. Hay familias que no están preparados para eso. Y hay docentes que no están preparados para aplicar el aprendizaje por proyectos, ni el cooperativo, ni la educación emocional en sus aulas. Están muy arraigados a una educación tradicional y se niegan a ver más allá de exámenes, de calificaciones y de etiquetar con números a los alumnos. Y otros (todo hay que decirlo), que no hacen nada únicamente porque es algo muy complicado de llevar a cabo y van a tener que esforzarse al máximo.
Mientras los de las altas de esferas nos roban, los alumnos faltan a las clases, abandonan los estudios básicos, y pierden toda confianza en la educación. Se sienten desmotivados, tristes, y poco emocionados. Pero vamos a ver, ¿es normal que un niño de ocho años escriba una nota a sus padres diciendo que no quiere ir al colegio porque no aprende nada y se aburre? ¡No, claro que no es normal! No debería serlo. Pero a veces es la cruda realidad. Claro que aquí, hay que hablar más profundamente de los profesores y de los centros educativos.
Entiendo que existan programaciones, y objetivos que cumplir, y que lo más importante sea esto último. Pero la manera en la que los objetivos se cumplan, podría ser totalmente diferente a la tradicional, ¿verdad? Quizás, los alumnos comprendieran mejor un tema de Ciencias Naturales investigando ellos mismos, trabajando por proyectos y en colaboración con sus compañeros, que escuchando una hora a su profesor y copiando todo lo que dice. Entonces, ¿es comodidad por parte de algunos centros educativos y docentes?
La prueba está en que ya son bastantes los colegios los que se han lanzado con las nuevas metodologías. Incluso los hay que han eliminado totalmente los exámenes y las calificaciones, y trabajan por proyectos, colaborando entre los compañeros, y aplicando el aprendizaje creativo. ¡Que dan importancia a la educación emocional! Hay centros, que se han transformado por completo, y que se han dado cuenta de que el camino que estaban siguiendo, no era el adecuado, y deberían cambiarlo. ¿Se han tenido que esforzar al máximo? Por supuesto. ¿Y les ha costado trabajo? También.
Pero son personas increíblemente comprometidas, que quieren alejar el fracaso escolar de las aulas y que buscan una mayor calidad de educación para sus alumnos. ¿Os imagináis los resultados que han obtenido los centros después de aplicar las nuevas metodologías? Un completo éxito. Alumnos felices, motivados, emocionados, ilusionados por entrar a clase y aprender cosas nuevas. ¡Alumnos sonrientes! Y alumnos que no lloran ni escriben a sus padres diciendo que no quieren ir al colegio. Evidentemente, los padres de los alumnos están encantados con el cambio.
Lamentablemente, no todos los centros hacen eso. Desgraciadamente, son más de los que me gustaría los que todavía tratan a los alumnos como si fueran máquinas de memorización y sumisos que no levantan la cabeza. Todavía, hay muchos en los que si los alumnos, no aprueban los exámenes, no superan las asignaturas. Así, sin más. Sin preocuparse ni nada. Hay centros, y también padres, que el alumno que haya sacado un cuatro en una prueba, sabe menos que el que haya sacado un ocho. Cuando eso no es cierto. Y desafortunadamente, hay colegios que lo único que les importa es conseguir un mayor número de “alumnos dieces”, para mantener el prestigio.
Estoy de acuerdo, en que existan contenidos académicos, soy consciente de que son importantes. Pero no comporta la idea, de que en los colegios sea lo único relevante, y tampoco las metodologías para que los alumnos cumplan las expectativas de los centros. Los estudiantes, como ya he dicho antes, no son máquinas. Y no tienen que ser tratados como tal.
Los máximos objetivos de cualquier colegio tendrían que ser fomentar y favorecer los talentos de cada estudiante, deberían conseguir que los alumnos se emocionasen, se ilusionasen, que se lo pasaran bien, y motivarles. Ir al colegio, no debería ser para muchos niños un sufrimiento y un suplicio. ¿No es suficiente prueba de que algo no va bien escuchar a los más pequeños decir que se aburren en clase, y que lloren cuando sus padres le despiertan? Hasta dónde llegaremos…
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