Y en demasiadas ocasiones, se cree que el fracaso escolar es por culpa de los alumnos, que no quieren estudiar, que no les gusta las clases o que algunos están en esa edad “en la que pasan de todo” y no se les puede decir nada. Lo cierto es que culpar al personal docente, culpar a los centros y culpar a los estudiantes es un poco sinsentido.
Muchas veces, los profesores y maestros están muy motivados y desempeñan adecuadamente su trabajo y sin embargo, sigue habiendo altas tasas de fracaso escolar. Y en el caso de los alumnos que suspenden, que no se interesan por los estudios, deberíamos mirar más allá de la típica frase “no quiere estudiar”.
Deberíamos preguntarnos: ¿por qué no quiere estudiar? ¿por qué está poco motivado? ¿tiene algún problema en clase? ¿quizás con su familia? ¿está preocupado por algo y por eso no se concentra? ¿podría tener alguna dificultad de aprendizaje? ¿o altas capacidades? En ocasiones, estas preguntas no tienen ni la menor relevancia y es más fácil juzgar y decir: “pues no le da la gana estudiar” o “su profesor no es demasiado bueno”.
Si profundizamos un poco más en el concepto de fracaso escolar, se puede decir que existen dos tipos:
-En referencia a la capacidad intelectual del estudiante: esto quiere decir que el alumno no puede seguir el ritmo normal de la clase y que habitualmente le cuesta.
-Se puede dar también fracaso escolar en un estudiante que su capacidad intelectual, memoria y atención sean normales.
Entonces, ¿cuáles podrían ser las causas del fracaso escolar? Dividiremos las posibles causas en: intelectuales/neurológicas, causas emocionales, causas físicas y causas del entorno. Vamos a ver de qué trata cada una.
Causas Intelectuales o neurológicas
La inteligencia siempre ha sido una influencia clara en el aprendizaje de los estudiantes, olvidando otras también muy importantes. Pero se puede dar el caso de que el estudiante tenga algún retraso mental y por eso no siga el ritmo habitual de la clase. O por el contrario que se trate de un alumno con altas capacidades y se esté aburriendo en el aula.
Causas físicas y sensoriales
En este apartado entran las enfermedades o lesiones graves de los estudiantes, si han tenido alguna vez depresión, si son pocos vitales, la capacidad de concentración.
Causas emocionales y personales
Aquí debemos hablar de la autoestima del alumno, de su esfuerzo, de la motivación o desmotivación, de su propia personalidad, las ganas que tiene de aprender, la voluntad de llevar a cabo las cosas, la seguridad y confianza en sí mismo. Cabe destacar que un alumno con una autoestima baja o con poca seguridad en sí mismo podría provocar un malestar con los compañeros y profesores.
Causas en el entorno: aula y casa
En este apartado se puede hablar del centro educativo. ¿Cómo tratan los profesores a los alumnos? ¿cómo se tratan los estudiantes entre ellos? Es de sobra conocido que el fracaso escolar también puede ser provocado por el acoso entre alumnos, por el rechazo, por la discriminación y por poca solidaridad entre compañeros. Que un estudiante no se sienta cómodo en un aula y con el entorno en clase, es algo muy importante que habría que tratar.
Desgraciadamente, tenemos que hablar de esos maestros que están en las aulas sin tener ningún tipo de vocación y que no disfrutan de lo que hacen. Profesores que entran por la puerta y que se sientan en sus sillas sin hacer nada más en su jornada de trabajo.
Realmente, estos docentes (que no se merecen serlo), no creo que sepan todo el daño que están haciendo a los estudiantes. Les están quitando sus ganas de aprender, de ilusionarse, de descubrir y de experimentar. Y esto, podría saber una causa válida de un índice increíblemente alto de fracaso escolar.
También, se podría hablar de los problemas en casa. Que los padres de un alumno en concreto sea demasiado autoritarios o quizás demasiado permisivos. Que se den multitud de carencias afectivas. O que el estudiante esté tan agobiado con actividades extraescolares y deberes que se angustie al pensar en el colegio y en las asignaturas.
Como leéis, el fracaso escolar como decía anteriormente va mucho más allá de no querer estudiar y del comportamiento de los maestros y profesores en aula. Puede haber muchas causas que provoquen en el alumno un desinterés habitual por los estudios.
Y ese desinterés, habría que analizarlo, ver de dónde viene, las causas y ponerse de acuerdo la comunidad educativa para aportar las mejores soluciones para el estudiante y sus familias. ¿Se podría decir algo a los alumnos para que mantuvieran una motivación e interés equilibrados en clase? A ver qué os parecen estos sencillos consejos que valen para que padres y personal docente lo apliquen tanto en casa como en las aulas.
-Hay que crear consciencia de lo que los éxitos vienen y van. Que unas veces puede que se apruebe un examen y otras suspenderlo. Pero que no por eso se es mejor o peor estudiante ni persona. Hay que querer a los estudiantes por cómo son no por las calificaciones que vayan obteniendo a lo largo del curso.
-Las comparaciones no son buenas: muchas veces, los padres suelen decir eso de: ¡tu hermano sacaba mejores notas que tú! o “A Roberto no le ha quedado ninguna en este trimestre”. Esos comentarios a pequeños y a los no tan pequeños les duele. Al oír eso de sus padres se crea en ellos un círculo de inseguridad, de culpabilidad y de inutilidad bastante grande. Por no hablar del bajón de su autoestima. Cada niño y adolescente es un mundo, es diferente. Y no por eso hay que juzgarles ni compararles con nadie más.
-Dar importancia al juego y al ocio: en los más pequeños el juego es muy importante para su total desarrollo. Es relevante para que esté más concentrado en las tareas académicas. Dar tiempo a los niños para que hagan lo que quieran y se diviertan a su modo es algo muy beneficioso para ellos. En cuanto a los adolescentes, hay que darles el espacio que piden. Hay que dejarles practicar sus aficiones y comprender que en algunas ocasiones necesitan desconectar para poder concentrarse mejor.
-La motivación es muy importante: ellos valoran muchísimo todo lo que les dicen sus profesores/maestros y sus padres. Así que los logros que vayan haciendo, por pequeños que sean, sería conveniente que se tengan en cuenta y que se reconozcan tanto en el ámbito escolar como en el familiar.
Hay que dejar de echar la culpa a los maestros, profesores del fracaso escolar. Hay que dejar de hablar de su descontento y de su desmotivación. Y hay que dejar de echar la culpa a los alumnos a diestro y siniestro. Hay que mirar más allá, abrir los ojos, explorar y analizar las causas. Y sobre todo, no etiquetar al personal docente como “incompetente” porque no lo son y a los alumnos como “vagos”, porque, evidentemente en la mayoría de los casos no lo son.
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