Soy de las que piensa que educar es mucho más que impartir conocimientos. Para mí educar va mucho más allá de calificaciones, exámenes, pruebas y trabajos. Va mucho más allá de conseguir que los alumnos aprueben las asignaturas y pasen al siguiente curso sin más. Va mucho más allá de memorizar y de hacer deberes. Desde mi opinión personal, los profesores que no dan pasos hacia delante, que lo único que les importa son las notas de los alumnos, su reputación, su autoridad y la disciplina en las aulas, están haciendo un trabajo incompleto.
Y están haciendo un trabajo incompleto porque los estudiantes esperan muchísimo más de los centros educativos y de los docentes. Es un grave error afirmar que “los padres son los que tienen que educar a los niños y que a la escuela se va a estudiar”. En los colegios se deberían hacer muchas más cosas que estudiar, que escuchar a un maestro y que copiar apuntes en los cuadernos. Si no se hace nada más que eso en las clases, el índice de fracaso y absentismo escolar no dejará de subir y cada vez habrá más alumnos desmotiviados.
Lo que es cierto es que necesitamos alumnos solidarios y que quieran intentar cambiar el mundo. Pero para eso, hay que aplicar nuevas metodologías innovadoras en las aulas. De nada sirve que se continue con el patrón de la sumisión en las clases, con alumnos que no pueden cuestionarse las cosas y que no pueden reflexionar. Hay que alejarse de lo tradicional. Y hay que alejarse porque hasta ahora no ha funcionado y no se ha conseguido nada bueno, sino todo lo contrario: estudiantes frustrados, desilusionados y profesores que poco a poco van perdiendo la emoción por falta de reconocimiento.
Centros educativos y familias deberían trabajar unidos para conseguir sacar lo mejor de los alumnos e hijos. Hay que tener en cuenta que los maestros pasan mucho tiempo con los estudiantes y para muchos ellos son un ejemplo en sus vidas. El objetivo principal debería ser tratar de formar a chicos y chicos que sean sensibles con el mundo que les rodea, que estén dispuestos a ayudar a los demás, que respeten, que toleren, que sepan expresar y gestionar sus propias emociones y comprender las de los otros. Estoy de acuerdo que para intentar cambiar el mundo hace falta adquirir conocimientos, pero hay muchas formas de aprender cosas nuevas.
Para que un estudiante intente cambiar el mundo, no basta con sacar dieces y nueves en clase
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¿De qué sirve un expediente académico excelente si los estudiantes no saben opinar, debatir, ni pensar por sus propios medios? Ojo, no pretendo menospreciar a los alumnos que obtienen buenas calificaciones, pero eso no debería quedarse ahí. Se pueden conseguir excelentes notas y saber comunicarse, aprender a ser un buen líder, a trabajar en equipo, a aprender de los errores, a respetar los pensamientos de los demás, y aprender a gestionar las frustraciones. Para intentar cambiar el mundo se necesitan conocer las herramientas y estrategias para hacerlo, y en muchos centros educativos ni siquiera hablan de ellas.
Herramientas y estrategias como la asertividad, la empatía, la resolución de conflictos, la inteligencia emocional, las habilidades sociales, la reflexión, el pensamiento crítico, la búsqueda de información, la investigación, la creativiad… Necesitamos estudiantes que se cuestionen, que se hagan preguntas, que sepan llegar a acuerdos, que sepan decir que no, que se pongan en el lugar de los demás, que luchen contra las injusticias, que sepan debatir y que puedan expresar sin miedos todo lo que se les pasa por la cabeza, que sepan aceptar los desafíos y enfrentarse a ellos, que sepan superar los obstáculos del día a día y resolver los conflictos que les vayan saliendo en la vida.
Los alumnos que ahora están en la aulas y que se están formando, son la esperanza de que en un futuro cercano el mundo sea un lugar mejor donde vivir. Sin duda alguna, los centros educativos deberían ser partícipes de educar a los estudiantes más allá de las calificaciones y de las notas. Deberían ser partícipes de enseñar a los estudiantes conocimientos que van mucho más allá de las matemáticas, el inglés y de lengua. Porque para intentar cambiar mundo no es suficiente los contenidos académicos, hace falta aprender a ser persona. Y esa debería ser la misión principal de los colegios y de los profesores: enseñar a los estudiantes a ser personas.
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