Mis hijos cumplen años en julio y yo irremediablemente cumplo con ellos, porque hay un hecho irrefutable que así lo confirma: el día que nació mi hijo mayor, nací yo como madre. Ese día se marcó un punto y aparte en mi vida y nací en una nueva persona.
Y es que cuando una mujer se convierte en madre, cada cumpleaños de ese primer hijo será su primer cumpleaños de madre. Yo así lo siento, no puedo evitarlo, y es algo que me encanta. Fue pura coincidencia que mis dos hijos mayores nacieran ambos en julio, pero realmente con quien celebro tal honor es con mi hijo mayor, porque por tan especial que sea igualmente el nacimiento de mi hija, yo ya era madre cuando ella llego.
Así que hoy cumplo ocho años de madre, ni más ni menos, ocho años que se han pasado volando y en la que mi vida ha cambiado exponencialmente. Aún recuerdo mis primeros momentos como madre, con mi bebé recién nacido gordito y precioso en mis brazos, sin creerme que ese pedacito de vida hubiera salido de mi, ¡me pareció verdaderamente milagroso!. Treintaynueve semanas de embarazo no fueron suficientes para convencerme de que llevaba una vida dentro hasta que tuve a mi bebé.
Sin duda puedo decir que ha sido el momento de mayor felicidad de mi vida, me recuerdo en el hospital con mi bebé en su cunita, recibiendo visitas, palpando la ilusión de la gente por conocerlo, tantas veces que había hecho lo mismo hacia otras amigas y había verme deseado verme en la misma circunstancia que no podía creerme que por fin, la recién parida, la mamá, fuera yo.
Fueron unos días inmensamente felices. Por algún motivo que desconozco asumí mi nueva vida con facilidad, estaba pletórica, plena, radiante y feliz. Recuerdo la primera vez que entré en casa con mi bebé, cómo al abrir la puerta sentí que mi casa ya nunca sería lo que había sido hasta ese momento, ahora éramos uno más en la familia, mejor dicho, éramos una familia. Mi hijo mayor nos hizo familia.
Como no, desde entonces he cambiado, he aprendido, me he equivocado, he crecido como mujer, como persona y como madre creciendo primero de la mano de mi hijo mayor, mi orgullo, mi ser, y luego también de la mano de mi niña. La vida finalmente me regalaría una nueva maternidad y, otro años después, poco queda de aquella mamá primeriza salvo el infinito amor hacia mis hijos y mi orgullo por ser su madre.
Hace ocho años, cuando abrazaba por primera vez a mi primer bebé, no imaginaba mi vida más allá de él mismo. En el fondo es lo que pasa con cada hijo que tienes luego, mientras no nace no imaginas la vida con él y cuando nace no imaginas la vida sin él. Desde luego, lo que yo no me imaginaba aquel 21 de julio es que ocho años después sería una feliz madre de familia numerosa. Y me siento aún más feliz y orgullosa por ello.
Así que hoy celebro junto al sol de mi vida mi octavo cumpleaños de madre. A él le enorgullece compartir su día conmigo y saber que él fue el que me convirtió en mamá. Eso, entre otras cosas, lo hace especial. Cada hijo es único y especial por algo, a él le ha tocado el honor de haberme regalado la mejor categoría que podía soñar.
Hoy es mi cumpleaños de madre. Y soy feliz, porque lo celebro rodeada de mis tres hijos, aunque nos falta papá, por no variar. Salvo eso, no necesito nada más, siento que mi vida gracias a ellos es plena y completa. Bendita maternidad.