Hemos visto al principio del ebook que cada niño es distinto y que, como las plantas, cada uno tiene sus propias necesidades en mayor o menor medida. Los niños necesitan expresar de alguna manera esas necesidades para que un adulto les ayude y enseñe a satisfacerlas. Mientras que los niños sean dependientes de nosotros necesitan que cubramos sus necesidades (el ser humano es el animal que tiene un periodo más largo de dependencia de su cuidador y para que cuando sean adultos sepan satisfacer sus necesidades primero necesitarán que éstas sean cubiertas por otros, hasta que estén preparados para “volar” solos. Esto es aplicable a cualquier tipo de necesidad).
Cuando un bebé tiene hambre llora y el adulto lo alimenta. Si al cabo del rato vuelve a llorar mira que puede ocurrirle y le revisa el pañal, si tiene frío o calor, si tiene sueño, etc. Un bebé llora y pensamos ¿Qué le pasará?
Un niño que se está portando mal es como ese bebé que llora porque es el único recurso que tiene para expresar lo que le pasa.
¿Qué pensamos cuando un niño se porta mal (portarse mal es igual a llanto de bebé)? Pensamos de todo menos “¿qué le pasará?” El niño nos está queriendo decir algo, está demostrando su malestar interno, pero no sabe cómo expresarlo de forma “adecuada” para los adultos.
Todos tenemos necesidades físicas y necesidades emocionales. Las necesidades físicas sabemos cuáles son: alimentación, descanso, estar limpios, no pasar frío ni calor, etc. Estas necesidades físicas son muy importantes, son las primeras interacciones con el mundo que los bebés establecen. Cuando satisfacemos las necesidades físicas de un bebé también estamos cubriendo sus necesidades emocionales de contacto y amor. El bebé toma sus primeras decisiones sobre cómo es el mundo gracias a estas interacciones.
En los niños, las necesidades físicas pueden influir en su comportamiento si no están cubiertas. Por ejemplo, el sueño o el hambre, no sé si a ti te pasa pero a mí me ocurre con mis niños que si se acuestan tarde por la noche, la mañana siguiente la pasan llorando por todo, peleando entre ellos y quejándose por la mosca más pequeña que les pase volando por al lado. Están mucho más susceptibles y todo les molesta más. Y si tienen hambre..¡Uf! Creo que esto es algo que todos sabemos de primera mano.
Ahora vamos a ver las necesidades emocionales. El sentirse querido, aceptado, seguro, sentir confianza en las personas, saberse útil y valioso, sentir que tenemos una función.en definitiva, sentirse conectados. Son todos ellos aspectos muy importantes para el bienestar emocional.
Los niños necesitan como el agua todos estos sentimientos para desarrollarse emocionalmente sanos y fuertes.
Para que estas necesidades estén satisfechas los niños necesitan estar rodeados de un ambiente nutritivo, que favorezca ese bienestar emocional que necesitan. Igual que las plantas crecen y se desarrollan en el clima que es más adecuado para ellas, los niños también necesitan un clima que ayude a satisfacer sus necesidades.
Cuando se genera una falta de bienestar emocional, el niño puede sufrir y sentir agitación emocional, lo cual puede que lo lleve a portarse mal intentando buscar el modo de cubrir sus necesidades. Ahora bien, entre estas causas (las necesidades) y el efecto (las conductas que vemos) existe un proceso que tan solo depende del niño: La interpretación que éste haga de las experiencias que viva. Y esto es algo que no podemos controlar.
Cada uno de nosotros llegamos al mundo con nuestro propio esquema mental, nuestras características innatas, y gracias a ese “esquema” mental interpretamos el mundo.
Los niños perciben lo que ocurre a su alrededor y según su esquema mental realizan una interpretación de lo ocurrido. En base a esta interpretación elaboran sus propias creencias, y en función de estas creencias toman decisiones sobre qué es lo que van a hacer. Por ejemplo, un niño que no disfrute de un ambiente de bienestar emocional puede llegar a la conclusión que debe comportarse mal para lograr satisfacer sus necesidades y otro niño en la misma situación puede decidir que lo que tiene que hacer es pasar desapercibido y no molestar para que nadie le haga daño.
Con esto, a dónde quiero llegar es que, por muy bien que queramos hacer las cosas con nuestros niños, no somos perfectos sino humanos, y siempre puede haber algo que nuestro niño interprete de una manera equivocada y que le afecte muchísimo a pesar de que nosotros estemos intentando darle un ambiente de amor y bienestar. Eso no significa que seamos malos padres o malas madres.
(Este es un fragmento del ebook Atrévete a educar sin castigar. Puedes verlo aquí. Puedes ampliar información en él. También puedes leer más acerca de las necesidades de los niños en muchos de los artículos del blog).
¡Un abrazo!
.