La mala alimentación insuficiente es una de los principales problemas de alimentación y se manifiesta por desasosiego y llanto, además de que el niño no gana peso de manera adecuada. Puede deberse a que no sea capaz de ingerir la cantidad de comida suficiente incluso aunque se la ofrezcan. En estos casos, deben investigarse la frecuencia de alimentación, la mecánica de ésta, el tamaño de los agujeros de la tetina, si eructa adecuadamente, la posibilidad de una vinculación madre-hijo anómala y la posibilidad de que el lactante sufra una enfermedad sistémica.
La extensión y duración de la mala alimentación determinan las manifestaciones clínicas. El estreñimiento, el insomnio, la irritabilidad y el llanto excesivo son habituales. La ganancia de peso puede ser lenta, o incluso existir una pérdida.
En el segundo caso, la piel se torna seca y arrugada, el tejido subcutáneo desaparece y el niño adquiere el aspecto de un viejo. Las carencias de vitaminas A, B, C y D, además de hierro y proteínas, justifican algunas manifestaciones clínicas características.
El tratamiento de la mala alimentación insuficiente incluye el incremento del aporte de nutrientes, la corrección de las carencias vitamínicas o de minerales e instrucciones a la madre respecto de cómo alimentar a su hijo. Si la causa es una enfermedad sistémica subyacente, abandono o maltrato o problemas psicológicos, será necesario tomar medidas específicas al respecto.
Alimentación excesiva
Por regla general, la mala alimentación se manifiesta por las molestias posprandiales derivadas de un consumo excesivo limitan la cantidad que el niño ingiere voluntariamente, aunque hay excepciones. Si sucede, los síntomas más frecuentes son la regurgitación y el vómito. Las dietas con alto contenido en grasas retrasan el vaciado gástrico, causan distensión y molestias abdominales y pueden conducir a un aumento de peso excesivo. Es probable que las dietas demasiado ricas en hidratos de carbono provoquen una fermentación indeseable en el intestino, lo que da lugar a distensión y flatulencia, así como a un aumento de peso más rápido de lo que sería deseable.
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Debido a que ni la leche materna ni las fórmulas artificiales contienen cantidades excesivas de grasa o hidratos de carbono, la causa de la mala alimentación excesiva suele ser la alimentación suplementaria. Estas prácticas suelen diluir los contenidos proteico, vitamínico y mineral de las fórmulas artificiales, por lo que deben evitarse.
Regurgitación y vomito
La regurgitaciones uno de la causa mas frecuente de la mala alimentación consiste en el retorno a la cavidad oral de pequeñas cantidades de comida deglutida, ya sea durante la ingestión o inmediatamente después. El vómito, por otro lado, es un vaciado más completo del estómago y a menudo surge un tiempo después de la ingestión. Dentro de unos límites, la regurgitación es un fenómeno natural, especialmente durante los primeros meses de vida. Puede reducirse a una cantidad insignificante si el niño eructa de forma adecuada tras la ingestión, dando de comer con suavidad, evitando conflictos emocionales y colocando al niño sobre el lado derecho inmediatamente después de comer (pero no para que duerma o eche la siesta).
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La cabeza no debe estar más baja que el resto del cuerpo para evitar el reflujo gastroesofágico, que es frecuente durante los primeros 4-6 meses de vida. El vómito es uno de los síntomas más frecuentes durante la lactancia y puede asociarse a una gran variedad de trastornos, algunos triviales y otros más graves.
Deposiciones blandas o diarreicas
Las heces del niño alimentado con lactancia materna son, de forma natural, más blandas que las del que recibe fórmulas artificiales. En torno al 4.º-6.º días de vida, las deposiciones del niño que recibe leche materna atraviesan una fase de transición, de ser blandas, verde-amarillentas y con moco a las típicas deposiciones lechosas.
A continuación, el uso de laxantes o el consumo de determinados alimentos por parte de la madre pueden ser los responsables transitorios de la consistencia blanda de las heces del lactante alimentado con lactancia materna. La ingestión excesiva de leche materna puede incrementar también la frecuencia y el contenido hídrico de las deposiciones.
La diarrea por alimentación excesiva es, sin embargo, rara; por tanto, siempre debe pensarse que la diarrea es infecciosa mientras no se demuestre lo contrario. Las diarreas leves provocadas por la mala alimentación excesiva responden rápidamente a la reducción o interrupción de la dieta. En general, lo único necesario es retirar los alimentos sólidos, así como una o varias tomas, sustituyéndolas por agua hervida o una solución de electrólitos equilibrada.
Estreñimiento
El estreñimiento es prácticamente desconocido de unos de la mala alimentación en los niños que reciben cantidades suficientes de leche materna y es raro en los alimentados con cantidades adecuadas de fórmulas artificiales.
La consistencia de las deposiciones, no su frecuencia, es la base del diagnóstico. La mayoría de los niños defecan una o más veces al día; sin embargo, ocasionalmente algunos tienen una deposición de consistencia normal a intervalos de hasta 36-48 h. El estreñimiento puede obedecer a la mala alimentación una cantidad insuficiente de líquidos o alimentos. En algunos casos, se debe a dietas demasiado ricas en grasas o proteínas o deficientes en volumen. El simple incremento de la cantidad de líquidos o azúcar en las fórmulas artificiales puede corregir el estreñimiento durante los primeros meses de vida.
A partir de entonces, los mejores resultados se obtienen añadiendo o incrementando las cantidades de cereales, verduras y frutas. El zumo de ciruela (de 15 a 30 ml) resulta útil, sin embargo, suele ser más eficaz añadir alimentos con cierto volumen.
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Puede administrarse leche de magnesia en dosis de 5-10 ml, pero debe reservarse para los casos de estreñimiento grave o que no responden al tratamiento. Los enemas y supositorios deben ser soluciones sólo temporales.
Cólico
El cólico es un complejo sintomático de la mala alimentación que se caracteriza de dolor abdominal paroxístico, presumiblemente de origen intestinal, y llanto pronunciado Suele afectar a los niños menores de 3 meses de edad. Las manifestaciones clínicas son características. Generalmente, el episodio comienza súbitamente con un llanto elevado, más o menos continuo.
Los denominados paroxismos pueden persistir durante varias horas. La cara puede estar enrojecida o existir una palidez peribucal. Habitualmente se observa un abdomen distendido y tenso. Aunque las piernas pueden estar extendidas durante períodos breves, a menudo se encuentran flexionadas sobre el abdomen.
Los pies suelen estar fríos y los puños apretados. Los episodios no terminan hasta que el niño queda exhausto. A veces, sin embargo, la expulsión de heces o gases parece que produce alivio.
Algunos lactantes parecen especialmente vulnerables al cólico. Generalmente, la etiología no es evidente, pero, en algunos niños, las crisis parecen asociarse al hambre o la deglución de aire que ha alcanzado el intestino. La mala alimentación también puede causar incomodidad y distensión abdominal; algunos alimentos, especialmente los ricos en hidratos de carbono, son responsables de una fermentación intestinal excesiva. Sin embargo, los cambios en la dieta raramente previenen los episodios posteriores. Los niños con alergia intestinal presentan llanto asociado a malestar intestinal, aunque el cólico no se limita a este grupo. El cólico puede simular una obstrucción intestinal o infección peritoneal. Los episodios suceden habitualmente durante las últimas horas de la tarde o la noche, lo que indica su posible relación con determinados acontecimientos en la rutina familiar.
La angustia, el miedo, el enojo o la excitación pueden causar el vómito en los niños mayores o cólicos en los de más corta edad, sin que exista un único factor responsable ni un tratamiento invariablemente eficaz. Es importante realizar una exploración física minuciosa para descartar una invaginación intestinal, una hernia estrangulada u otros trastornos graves causantes de dolor abdominal
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