Traumas de la infancia contados con humor.
Hola!!!!!!!!!! Otro martes más me acerco a vosotros para compartir esas cosas de mi vida que en su momento me "torturaban" pero que con el paso del tiempo he llegado a encontrar graciosas y hasta me hace feliz recordarlas.
Hace algo de tiempo hice una primera parte de traumas infantiles que podéis ver aquí así que hoy os cuento alguna otra cosita de mi infancia, en esta ocasión voy a contar alguna anécdota relacionada con la limpieza, espero que os guste.
LA RAYA DEL PELO Y LAS RODILLAS TIENEN QUE RELUCIR.
Mi abuela era muy buena persona, y delicada con los niños, no era brusca, no tiraba de los papos ni nos estrujaba a lo bruto, era muy suave y delicada excepto cuando se trataba de un tema; la limpieza.
Nosotros vivíamos muy cerca de mis abuelos y pasábamos mucho tiempo con ellos, así que su manía con la limpieza la tuvimos que sufrir toda nuestra infancia.
Cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, no sé porqué, la raya del pelo no la teníamos tan blanca como ella quería, mi madre nos lavaba y no estábamos sucias ni mucho menos, pero a mi abuela le parecía que nuestra raya no estaba lo suficientemente blanca, así que a la mínima oportunidad la veíamos sacar un pañuelo de tela del bolso, de esos blancos con flores bordadas, coger un pico del susodicho, empaparlo bien en saliva y sin que nos diera tiempo a reaccionar, con sus manos como garfios nos agarraba y frotaba con saña nuestra raya del pelo.
Por supuesto la raya no mejoraba porque era nuestro color.
Además, nuestras rodillas siempre estaban oscuras, pero no eran sucio, era porque estábamos generalmente con heridas, marcas y cicatrices de jugar y porque se nos ponían y aún ponen, más morenas que el resto del cuerpo. Pues cada vez que mi abuela nos enganchaba sacaba el pañuelo del terror y nos frotaba las rodillas con la misma saña y la misma cantidad de saliva que la cabeza, mientras repetía que las rodillas y la raya del pelo tienen que estar relucientes.
Por supuesto nos revisaba detrás de las orejas y el cuello, pero como estábamos limpias no hacía nada, y se cebaba con la raya del pelo.
Conclusión; tengo una fobia atroz a los pañuelos de tela, los veo como instrumentos de tortura llenos de babas.
HAY QUE IR BIEN REPEINADA QUE LOS PELOS SUELTOS SON DE SUCIAS.
Realmente mi abuela decía de "gochas" que es una expresión asturiana, pero quería decir que si tu pelo no está bien tirante y pegadito a la cabeza da igual lo limpia que vayas, parecerás una sucia.
Cuando yo tenía unos seis o siete años mi abuela compró unos cepillos, uno para mi hermana y otro para mí, cuyas púas eran alfileres, pero puestos al revés.
Un día a la semana comíamos en su casa, y otras veces venía a la nuestra a la hora de prepararnos para ir al cole, y en todas esas ocasiones sacaba el cepillo y nos ponía unas coletas que...creo que nadie en España entera iba tan bien peinada como nosotras.
El proceso era una auténtica tortura, nos tiraba del pelo hasta que ya ni sentíamos la cabeza y las lágrimas nublaban nuestra visión, pasaba una y otra vez el cepillo tratando de esconder nuestra raya amarillenta y cuando nos quejábamos nos decía que los pelos sueltos eran de gochas, que no importaba lo limpias que estuviésemos si no íbamos con el pelo bien repeinado.
Conclusión; no soporto que nadie me peine, a la pelu voy en contadísimas ocasiones y generalmente a la de un primo de mi padre que me comprende y no me pega tirones, y a mis hijos los he peinado con cepillos suaves y mucho cuidado. Ahhhh, y nunca llevo el pelo repeinado y pegado, pareceré sucia pero no soporto esa sensación de tirantez.
Este es el más parecido que encontré, el mío era mayor y con más púas, pero coincide en los colores.
LAVA BIEN ESAS MANOS QUE SABE DIOS LO QUE HAS TOCADO.
Como es lógico antes de comer hay que lavarse las manos. Pues en casa de mi abuela o en algún lugar donde estuviese ella el lavado de manos era traumático.
Mi abuelo trabajaba en el puerto y le traían de Canarias una piedra pómez que nada tiene que ver con la piedra pómez que venden ahora. Esta era verdadera roca volcánica, llena de aristas que hacía un daño horrible.
Mi abuela tenía un par de ellas en el baño de su casa y llevaba una en una jabonera para usar fuera de casa.
A nosotras, como a casi todos los niños nos gustaba ir al kiosco, comprar chuches y comérnoslas. Bueno, pues si estaba ella no nos dejaba comerlas hasta que llegábamos a casa, nos enjabonábamos bien, frotábamos a conciencia con la piedra pómez, que era una tortura horrible, y nuestras manos relucían. Y mientras lo hacíamos nos repetía que habíamos pagado las chuches y el dinero pasaba por muchas manos, que podía haberlo tocado un vagabundo o alguien que no se lavaba.
Cuando decidimos dejar que pagara ella para no tocar el dinero y poder comer las chuches la cosa fue a peor, nos decía que no, pues acabábamos de bajar del bus y habíamos tocado la barra o el sitio de agarrarse en los asientos, y el timbre, y a saber quien había tocado eso antes.
Conclusión;
Soy incapaz de comer nada sin lavarme las manos, si estoy de excursión o algo así uso toallitas pero es que no puedo comer sin tener las manos limpias. Las barras y timbres de los autobuses me dan asco, especialmente si las noto calientes.
Y tengo fobia a la piedra pómez, de hecho la uso para recuperar los pies después del verano y tardé mucho en encontrar una que no me recordase a las que me torturaron en mi infancia.
Bueno, pues estos eran mis pequeños traumas con la limpieza. Quiero recalcar que mi abuela era muy dulce y cariñosa, cuando se fue algo se nos fue con ella pero con el tiempo somos capaces de recordar las cosas graciosas, y os prometo que no nos reñía, no nos pegaba, nos consentía,nos escuchaba y hacía razonar hasta que había asuntos de higiene por el medio, entonces se transformaba.
Las que visteis la serie Celia seguramente recordaréis a Doña Merlucines, la señora que limpiaba todo antes de usarlo, pues mi abuela y sus hermanas eran así, lo limpiaban todo antes de usarlo, en los restaurantes limpiaban los cubiertos, vasos y platos, a veces hasta usaban los suyos que se llevaban de casa y limpiaban cualquier lugar donde se agarraban o sentarse, era algo que formaba parte de ellas y es que a veces no se daban ni cuenta.
Las que yo usaba eran aún más puntiagudas, pero esta se asemeja.
Muchas gracias por leerme y me encantaría leer algún trauma vuestro, necesito saber que no soy la única en esto y de paso intercambiamos unas risas que nunca viene mal. ¿Convivísteis con algún maniático de la limpiaza?¿Os oblagaban a vestir como vuestra hermana?¿O a comer algo horrible? Me encantaría oír vuestras historias. Un besín y nos vemos mañana con algo diferente.
Muackkkkkkkkkk.