Hablar de un embarazo que no lleva a término parece un tema tabú y no debería ser así porque pasa más veces de las que nos imaginamos. Es por eso que me he decidido a hablar de nuestra experiencia.
Nosotros también tuvimos un embarazo que no fue bien, y el bueno tardó
Por aquel entonces la supermami (aún sin ese título) no tenía mutua privada; somos férreos defensores de la sanidad pública y nuestra intención era la de hacerlo todo por la Seguridad Social. Eso implicaba que no íbamos a saber nada del estado hasta la primera ecografía, a los 3 meses. Tampoco debería haber problema, no? Estas cosas casi siempre iban bien, verdad? Por si fuera poco, la ilusión nos hizo ser incautos y antes de este control ya se lo habíamos dicho a los padres: Error.
El día de la primera ecografía, con los nervios propios de la situación pero muy ilusionados fuimos hacia el hospital. Cuando comenzaron a hacernos la ecografía, el semblante de la persona que nos la hacía cambió; llamó a alguien para que echara un vistazo: "Algo no va bien", escuchamos decir. A partir de aquí nos quedamos un poco en shock: en la bolsa no había embrión.
Primer test positivo
Nos explicaron todo con mucho detalle y nos dieron las instrucciones a seguir: pocos días después le harían un legrado a la frustrada no-mamá.
Salimos del hospital completamente descolocados; eso no entraba en nuestros planes. No obstante, la vida seguía y había que mirar hacia delante. Lo volveríamos a probar.
Nos fuimos de viaje (ya estaba previsto) y continuamos con nuestra vida; a los dos meses aproximadamente (había que pasar una cuarentena tras la operación), volvíamos a emprender la búsqueda. Esta vez no íbamos a esperar a los 3 meses para la primera radiografía: cogimos una mutua privada.
La situación era algo diferente, había aparecido en la ecuación una presión que antes no teníamos. Una presión que no tenía sentido, porque nos la autoimponíamos nosotros, pero que ahí estaba dando por saco. Además, esperábamos que fuera más o menos igual de rápido que la vez anterior. De nuevo, error.
Los meses pasaban y la situación no cambiaba. A los 11 meses de estar probando me hice una prueba de fertilidad: mis bichitos no eran para llevarlos a una olimpiada, pero bueno, tampoco parecía haber más problema. Días después la súpermami se hizo un contraste (histerosalpingografia) para valorar posibles problemas. Esa era la última prueba a la que nos íbamos a someter; a partir de ese momento tocaría tratamiento de fertilidad o valorar otras opciones. Pero no hizo falta. Después de esa última prueba, y sin la presión autoimpuesta porque ya estábamos al final del camino, el milagro sucedió.
Tocaba esperar algunas semanas en las que pasamos muchos nervios antes de saber si todo estaba bien. Cuando fuimos a la primera ecografía (a las 7 – 8 semanas) lo primero que vimos es que en la bolsa había algo. Al poco, nos pusieron los latidos del corazón: Todo estaba correcto.
Todo bien! Por fin!
Un año para conseguirlo tras un intento fallido. Tiempo desde que nos pusimos a ello: 18 meses. El proceso de búsqueda del bebé fue muy duro psicológicamente y estuvimos tentados de tirar la toalla en más de una ocasión. Al final, como muchas veces en nuestra vida, las cosas se nos ponen más difíciles de la cuenta. Pero lo conseguimos.
No es cierto esa imagen que se da de que "todo ha ido súper bien", "nos quedamos a la primera" y es lo que quiero mostrar con este post. No sé bien por qué pero muchas veces no se explica que no todo es tan bonito, y al igual que otras cosas, hay que enseñar las dos caras de la moneda, ¿verdad?