Hay cosas de los bebés que me sorprenden mucho, cosas que ni me había planteado, que no se me habían pasado por la cabeza. Cosas que son totalmente lógicas pero que no se me hubía ocurrido que formasen parte de la evolución de Olivia.
Como casi todos los niños, imagino, Olivia comenzó a dar sus primeros pasos agarrada de las dos manos y así nos tiramos una buena temporada. Cuando su confianza aumento, las dos manos pasaron a ser una, haciendo que su equilibrio mejorase.
Después de unos meses andando agarrada de una sola mano, de repente un día se soltó a andar ella sola. Si queréis saber cómo fue, podéis encontrarlo en el post pasito a pasito, os dejo el link. A partir de ese día ya no quiso manos, fue un cambio radical.
Era como si se sintiese liberada, iba andando de un lado para otro de manera totalmente inestable y temeraria pero no quería que la ayudásemos. No quería ni oír hablar de dar la mano.
Así hemos pasado un par de meses, hasta que así sin más, un día andando por la calle levanta su brazo, te mira y te pide la mano porque quiere que vuelvas a acompañarla, a pasear de la mano. Y entonces te descoloca porque no entiendes nada. Pero así es, ellos deciden su manera de evolucionar, de crecer, de descubrir el mundo que les rodea.
Cuando estamos embarazadas y durante la maternidad nos informamos sobre muchísimas cosas, factores temporales o circunstanciales como cuándo hay que ponerle las vacunas, sobre qué edad comienzan a andar o a hablar o cual es el mejor momento para retirar el pañal, pero hay otras, otras muchas que ni se nos ocurre que puedan pasar, pero pasan. Dar o dejar de dar la manita es solo un ejemplo.
Nos conciencian de muchas cosas, nos avisan de lo mal que vamos a dormir, de lo cansadas que vamos a estar, de lo dura que es la lactancia o los cólicos, pero nadie nos prepara para cuando tu bebé de poco más de un año no quiere darte la mano o tu hijo de dos decide que no quiere que le cojas en brazos.
A Olivia y a mí, todavía nos queda mucho camino por andar y descubrir juntas. Estoy segura de que me esperan muchas sorpresas maravillosas pero también mucho momentos difíciles. Os invito a pensar y reflexionar sobre esos momentos que os asustan, que os da miedo que lleguen, esas cosas que os dicen que vuestros bebés dejan de serlo para convertirse en niños.
Yo ya he hecho ese ejercicio y mientras llega los “déjame en paz”, la indiferencia y otras muchas que seguro no me harán demasiada gracias, voy a disfrutar de ella, de que me busque cada vez que quiere subir o bajar un escalón y de nuestros paseos de la mano.
¡Maravillosa maternidad disfrutona y consciente!
¿Cuáles son esos momentos que no queréis que lleguen?, ¿Qué es lo que más os asusta de que se hagan mayores?