Esto es lo que se preguntaba una amiga mía en su Facebook hace unas semanas atrás: ¿Primero tú, o primero tus hijos? Es una pregunta válida pues, como mujeres y más aún, como madres - siempre nos enseñan y educan para poner a nuestros hijos primero. Ellos son y deben ser nuestra prioridad siempre, sin importar nuestras circunstancias. Y si en algún momento no lo hacemos, si no los ponemos a ellos antes que a nosotras, seremos juzgadas y catalogadas como malas madres.
Y es que no son solo las historias de amor maternal con las que hemos crecido, esas que ensalzan el amor de una madre hacia su hijo, si no también están los programas de TV donde la buena es una madre abnegada y la mala de la novela no tiene hijos, o si los tiene simplemente los ignora peor que a un trapo; si no, son también los avisos comerciales que subliman y hacen hincapié en el amor y sacrificio de las madres y por supuesto, están nuestros familiares y amig@s que de alguna u otra manera nos señalan y recuerdan que la norma correcta, el deber ser es poner a nuestros hijos primero, siempre.
Por todo esto, para muchas de nosotras, ponernos primero es sumamente difícil y viene con mucha culpa. Pero, como bien señala mi amiga (toda una revolucionaria de la maternidad, dicho sea de paso) es necesario e incluso, saludable ponernos a nosotras primero. ¿Por qué? Por simple lógica: yo tengo que estar bien, para que la gente que depende de mí (léase, mis hijos, y en mi caso particular, marido y hogar) estén bien.
Primero, debo estar bien yo, saludable yo, contenta yo, tranquila y satisfecha con mi vida yo, para poder estar bien con ellos y con el mundo en general. Esto no es ser egoísta, para nada esto es – en mi opinión – ser conscientes de nuestra propia importancia.
Ponernos a nosotras primero, no nos hace malas madres, no nos hace egoístas. Nos hace personas conscientes de nuestro valor. Por supuesto, todo en su real dimensión. Si mi hijo o hija tiene alguna emergencia o está pasando por un momento difícil, naturalmente mi dedicación y atención irá prioritariamente hacia él o ella. Pero, como pauta de comportamiento diario yo debo estar primero.
Nosotras como personas, como individuos, necesitamos nuestros espacios propios y éstos deben ser significativos y respetados. Si nosotras no nos damos importancia y no nos preocupamos por nuestras cosas ¿quién lo va a hacer? Necesitamos ser nuestra prioridad. ¿Cómo pretendemos enseñarles a nuestras hijas a que se amen y respeten, si nosotras no lo hacemos con nosotras mismas? La única manera de enseñar respeto, transmitir felicidad y educar en amor y comprensión es viviendo esa felicidad, sintiéndonos amadas, importantes y haciéndonos respetar.
Primero yo, pues ¿no? O ¿Uds. qué opinan?