Ser madre es algo maravilloso, fantástico, indescriptible en la vida de una mujer. Es un momento inolvidable que marca nuestra existencia para siempre. Pero esa felicidad lleva intrínseca la creación de un ser inocente e indefenso que dependerá durante mucho tiempo de nosotras.
Y no sólo dependen a nivel práctico, vestirles, bañarlos, alimentarlos. Dependen también, y sobretodo, a nivel emocional. Toda madre que haya leído un poco sobre psicología infantil se habrá topado con términos como autoestima, amor maternal, confianza. Palabras muy bonitas pero que esconden detrás otra más importante: sacrificio.
Ser madre es un sacrificio. Es una devoción. Es volcarse de lleno en otro. Es incluso a veces dejar de ser uno mismo. Y todo esto no debiera verse como algo negativo. Y más, cuando el ser madres, por norma general, es algo que elegimos de manera voluntaria.
Una vez alguien muy sabio, mi madre, me dijo, nuestros hijos no nos piden venir a este mundo. Así que no les podemos culpar de ser la razón de nuestras desdichas. A menudo, por desgracia, oímos cómo hay madres que culpan a sus hijos de ser la razón por la cual ellas no pueden realizarse como profesionales, cumplir sus sueños y demás comentarios que a mi me parecen de lo más nefastos cuando hemos sido nosotras las que conscientemente y de manera madura hemos elegido dejarlo todo por ellos.
Nuestros hijos nos necesitan para crecer como personas mentalmente sanas, para ser felices, para explotar al máximo su autoestima. Sólo hace falta ver a niños a los que les ha faltado a su madre sea por defunción o abandono. Por mucho que lo superen, a ojos de la sociedad, ese vacío lo llevan dentro toda la vida (y por desgracia lo sé por experiencias muy cercanas).
Seamos madres responsables y no juguemos con nuestros hijos. Que no son muñecos lustrosos que se apagan por la espalda cuando nos saturan o nos colapsan. Que no son objetos de regalo que se devuelven cuando ya han cubierto nuestras ansias de ser madres. Que no son seres malignos que llegaron a nuestras vidas para jorobarlas. Que son seres inocentes que lo único que quieren es nuestro abrazo de amor maternal. Y lo quieren no sólo cuando son bebés, también cuando ya son niños que rayan en la adolescencia, que a menudo les obligamos a crecer prematuramente para terminar cuanto antes con nuestra mayor responsabilidad.
La vida es muy larga y tiempo habrá de vivir mil experiencias. El tiempo de ser madre es breve, intenso, apasionante y si lo dejamos perder en pos de nuestros sueños puede que un día despertemos en medio de una pesadilla.