Este titular me ha estremecido. No sólo eso, sino que también me ha hecho recordar.
El acoso escolar ha existido siempre. Muchos lo hemos padecido. Yo he sido una de esas personas. Yo tuve “suerte” y se destapó la olla. Se supo que pasaba pero, al igual que Diego, no fui yo quien lo dije.
Al igual que Diego, no quería ver sufrir a mis padres, no quería que supieran lo que ocurría para evitar que lo pasaran mal.
Al igual que Diego, negaba que pasara algo en el colegio.
Al igual que Diego, mi forma de pensar era madura para mi edad.
Al igual que Diego, yo era muy buena estudiante.
Al igual que Diego, tenía siempre todo controlado.
Al igual que Diego, era una niña muy responsable.
Al igual que Diego, iba a un colegio religioso.
Al igual que Diego, el colegió negó todo y afirmó que todo era normal.
Pero como he dicho, tuve “suerte” y ese acoso, un día, salió del colegio. Sólo ocurrió un día pero fue el día en que una amiga de mi madre, casualmente, estaba en la frutería de la acera de enfrente cuando mis compañeras me acorralaron. Y como he dicho, se destapó la olla. Esta amiga vino en mi ayuda. No recuerdo qué les dijo ni qué hizo. Sólo sé que se fueron y que ella me acompañó a casa. Ese día no dijo nada. No era el momento de hablarlo delante de mí. No sé cuando lo hizo, pero se lo contó a mi madre.
Y mi madre comprendió porque quería irme a otro colegio.
Comprendió porqué lloraba en sueños.
Comprendió porqué no me entretenía hablando con mis amigas a la salida de clase y volvía rápido a casa.
Comprendió porqué me encerraba en mi misma cuando me preguntaban por el colegio.
Lo comprendió todo.
Todo se supo más o menos pronto. Salí de ese colegio y volví a ser feliz. Sigo viva. Tengo suerte. No sé qué hubiera pasado si esa tarde, esa amiga no lo hubiera visto.
Ahora lo veo desde el punto de vista de madre. Tengo a mis dos niñas y sólo el hecho de pensar que ellas puedan pasar por lo que pasé yo… no quiero ni imaginarlo. Sólo espero, que si pasa, sea capaz de ver que algo no va bien.
A vosotros, padres, madres, tíos, tías, abuelos y abuelas, os pido sólo una cosa: si intuís que hay algo, que pasa algo, no les insistáis a vuestros hijos para que os lo cuenten, no lo harán. Hablad con sus amigos, los de verdad, no con los compañeros de clase. Hablad con sus padres, posiblemente sepan más que vosotros. Observad, en la distancia, cómo es el día a día de vuestro hijo. Si es necesario, coged un día libre en el trabajo, más vale perder ese día que perder a vuestro hijo. Y sobre todo, cuando os digan que no quieren ir al colegio, que se quieren cambiar a otro, escuchadles, no les digáis eso de “eres buen estudiante”, eso ya lo saben. Preguntadles por sus sentimientos, cómo se sienten cuando van. No preguntéis qué pasa allí, no os lo dirán.
NOTA: podéis leer la noticia y la carta de Diego aquí.