Aunque 5 ecografias por la seguridad social suponen 5 ginecólogos diferentes, he de reconocer que se portaron todos estupendamente, enseñándonos todo y explicandonoslo. Y al igual que con doña Cuchufleta, llegó el momento del parto que fue totalmente diferente al primero. En esta ocasión me puse yo sola de parto: me desperté de madrugada con contracciones cada 3 minutos, así que rápidamente nos arreglamos, llamamos a los abuelos para que se quedaran con Doña Cuchufleta y nos fuimos al hospital. Aumque en un principio la matrona me dijo que lo haría, finalmente no me pusieron oxitocina al ver que dilataba a una velocidad normal, así que dilaté yo sola. Tampoco me rompieron las aguas, las rompí yo sola cuando ya estaba dilatada de 9cm. Noté el dolor de todas y cada una de las contracciones pero en esta ocasión no me dolieron tanto, supongo que la oxitocina sintética del parto provocado tiene algo que ver. Me pusieron la epidural pero en esta ocasión administraron una dosis casi perfecta pues dejé de notar el dolor y también las piernas pero las contracciones las notaba por lo que sabía cuando venia una, notaba a mi pequeña intentando salir y, sin que nadie me dijera qué tenía que hacer, yo empujaba, era lo que mi cuerpo me pedía. Cuando llegó el momento, sin moverme de la sala en la que estaba, mi hija salió de dentro de mi sin ayuda externa, yo hice todo el trabajo. Noté como, poco a poco, iba descendido por el canal de parto. Noté como su cabeza se abría paso y salía fuera de mí. Noté como, tras un par de empujones más, su cuerpo salió de mis entrañas. Y la ginecóloga sólo tuvo que cogerla. Nada más. Sólo cogerla y ponerla encima de mí.
Y así nos quedamos durante ¿una hora? ¿dos? No lo sé. Perdí la noción del tiempo. Tenía a mi niña encima mía, enganchada ya a mi pecho. Había VIVIDO todo el parto, en mayúsculas pues había sido consciente de todas y cada una de las fases. Había parido yo sola.