Mis hijos mayores nunca han traído a casa ningún tema de amor, o ningún amor para ser exacta. Lo cual, siendo honesta, me encanta pues siempre me ha parecido una necedad eso de emparejar niños. Me refiero a los típicos comentarios del tipo: “ya llegó la novia de Fulanito” o “acá está el novio de Menganita”. O cuándo algún adulto le pregunta a un niño si le gusta algún compañerito/a (según sea niño o niña). Eso me llega. Así, que yo feliz con mis hijos mayores que no piensan en temas de amor (por ahora).
Pero, como la vida es así, siempre poniendo a prueba nuestra tolerancia y dándonos dónde más nos duele, mi hija la última es la reina de corazones, enamorada del amor.
Todo empezó en su segundo año de nido cuando un buen día llegó a decirme que quería ir con su falda y sus zapatos a bailar con su amigo Luchito*. Y dale que dale, que quería bailar con Luchito con su falda y sus zapatos (se los quería poner para todas las fiestas). Hasta ahí, todo ok conmigo hasta que un día le confesó su amor por él a su nana y no paró de declarar su amor por él en toda la casa. Pero, un día a la mitad del año Luchito se fue al colegio.
Bueno, pensé, que pena que se fue, pero mejor porque al fin se acabó este tema. Pero, no. No fue así. A rey muerto, rey puesto y mi hija trajo otro amor y ahora sí, lo declaró en casa a voz en cuello. El nuevo amor era Guillermito* y le duró bastante más. Pasó el tiempo y Guillermito también se fue al colegio grande, pero esta vez el amor de mi hija no se fue junto con él. Para desesperación de su neuro-madre siguió recordándolo de cuando en cuando.
Terminó el primer semestre del año y para celebrar mi hijo mayor invitó a varios amiguitos a jugar a la casa. A estas alturas, Guillermito no era más que un recuerdo y yo tranquila pensando que la etapa del amor y enamoramiento de mi hija menor ya se había terminado. Todos jugaron felices, mi hijo con sus amigos, mi hija la segunda y su amiga (ella también invitó a una amiga) y mi chiquitita, quien correteaba feliz atrás del hermano mayor y sus amigos. Una linda tarde con muchos juegos y diversión.
Al día siguiente mis hijos vuelven de jugar en el parque y mi hija menor trae 2 flores: una para mí y ¿la otra? Mami, esta flor es para Piero* ¡¿Piero?!... el amigo de mi hermano. Mami, llama a su mamá y que venga a jugar, que venga a jugar hoy día
Acto seguido aparece mi hijo mayor furibundo: “Mamá, dile a mi hermana que PROHIBIDO enamorarse de mis amigos. ¡¡¡Dile!!! ¡¡¡Prohibido enamorarse de los amigos de tu hermano!!!”
Y yo por dentro, ¿qué le puedo decir? ¿Qué puedo hacer? Si definitivamente, parece que es cierto que el amor no tiene edad. Y, para el horror de su madre, a esta niña le llegó desde muy temprano.
*Los nombres de los protagonistas han sido cambiados para preservar su intimidad.