El doloroso proceso de perder un embarazo



El 2015 me está mostrando un camino de maduración personal que no podría haber anticipado nunca.

Este año está siendo muy intenso emocionalmente (nuestra experiencia como familia canguro, el auge del blog, la pérdida de mi abuela, Mamamorfosis,…),  pero junio de 2015 quedará fijado en nuestros corazones para siempre como una pequeña vela de llama perenne.

Me enteré que estaba embarazada en mayo…


La gran noticia

Pasamos rápidamente de la sorpresa a la alegría, a la ilusión, a imaginar una nueva vida familiar. Ya vislumbrábamos nuevos planes, también nuevos miedos, pero mucha gratitud, júbilo y ganas de encararlos.

Durante aquellos días sólo hablábamos de este nuevo bebé que nos había regalado la vida.




F. me insistió para que se lo contáramos a Sunflower. Yo quería esperar un poco, sé bien que a los niños se les hace muy largo un embarazo. Pero él opinaba que si nosotros lo teníamos tan presente, la estábamos apartando, y se merecía formar parte de aquella alegría.

¿Cómo decirle a un hijo que va a tener un hermano?

No es la primera vez que F. me da cucharadas de mi propia medicina, pues yo siempre estoy hablando de "los niños y el derecho a la verdad", algo que aprendí con mi formadora y maestra Laura Gutman.

Así que entendí que debíamos decírselo.

Le escribimos una preciosa carta que le escondimos por el salón (le encanta jugar a encontrar tesoros) y en ella le explicamos con mucho amor que en  siete meses, justo después de Reyes,  iba a tener un hermanito o hermanita.

La carta se la leí yo, ella aún no lee, pero así nos sirvió para expresarle la noticia con palabras más bellas y pensadas.

Su cara de felicidad me quedará grabada para siempre. Empezó a decir que su deseo se había cumplido, que ella deseaba tener un hermanito o hermanita, pero uno de verdad.

Al día siguiente contó la noticia a todas sus maestras, a sus amigas y a las mamis de la escuela,  y así fue cómo empezamos a recibir felicitaciones y enhorabuenas por todos lados. Mi pequeña relaciones públicas.

Prepararse emocionalmente para lo peor

A los pocos días empecé a manchar, no mucho, pero como con Sunflower no me había pasado, llamé al centro de salud algo preocupada. Allí me dijeron que lo mejor que podía hacer era ir a urgencias del hospital para que me hiciesen una eco, y eso es lo que hicimos.

Tenía dos hematomas, no muy grandes, pero había que controlarlos. Reposo relativo y volver para seguimiento.

Después de aquel susto, todo volvió a la normalidad. Sentía los síntomas habituales del embarazo, y en la eco que me hicieron once días después, la evolución era positiva; el bebé había crecido y los hematomas habían disminuido, pero teníamos que seguir controlando.

Estaba tan segura de que iría bien, podía sentir al bebé dentro de mí.

Es verdad que en el segundo embarazo lo sientes todo mucho más, eres más sensible a todo lo que está ocurriendo en tu cuerpo.

Pero al poco tiempo, empecé a manchar de nuevo. Fue entonces cuando la doctora me dijo que me preparara, podría ocurrir lo peor.

¿Cómo sobrellevar la angustia?

Muy pocas personas sabían lo que estábamos viviendo. Reconozco que en las situaciones difíciles no soy de las que busca ayuda fácilmente.

No quería hablar de ello, me aferraba a esa esperanza de que todo iría bien, mejor pensar en positivo y no nombrar finales trágicos.

Intentaba mantener una vida normal, llevarlo todo con serenidad, pero a la vez  sentía angustia, miedo. Miedo a la pérdida, y en lo más profundo, a no ser merecedora de ese bebé.

Qué sensación más ambivalente, cuando pocas semanas antes me había sentido tan dichosa, algo así como "la elegida" porque este bebé llegara a mí de forma tan súbita. Yo debía ser su madre por alguna razón.

En cuanto a la vida práctica, empezamos a tomar decisiones, por seguridad no viajaría a Barcelona para participar en el booktrailer de Mamamorfosis, y el viaje a Oslo, también estábamos dispuestos a suspenderlo.

De alma a alma

Esto que voy a contar, hay gente que le cuesta creerlo. Tampoco necesito que nadie me crea, lo escribo y lo comparto porque es bueno para mí, y sé que de alguna manera puede servir a otras mamás.

Durante el tiempo que una madre lleva a un bebé dentro de sí, existe una comunicación entre los dos, de alma a alma.




Gracias a Mamamorfosis me he podido dar cuenta que muchas mamás han tenido experiencias de conexión espiritual con los bebés que estaban gestando.

Con Sunflower tuve experiencias muy impactantes, que me han demostrado que esa  fusión emocional que se produce en la diada mamá-bebé es real. Lo cuento todo en el libro. Pero ella ya había nacido. Ahora, quizás será porque el canal está abierto de alguna manera, no lo sé, pero lo he vivido también con el bebé que llevaba en mi vientre.

Primero de todo soñé con él. Sentía que era un niño. El nombre que me llegó para él era Leo.

Desde que empecé a manchar de nuevo, cada día hablaba con él, le pedía que se quedara, le explicaba lo querido y bien recibido que era en esta familia, lo que suponía para mí, para nosotros, su llegada.

Una noche, no podía dormir. Estaba muy removida. Y empecé a hablar con él casi como en un sueño, sentía (no sé explicarte cómo me llegaba esto, pero era así) que él no se quería quedar, no era el momento, yo no estaba preparada.

Uff, lo que duele enfrentarte a esa verdad.

Me resistía a aceptarlo.

Le pedí de nuevo que se quedara, diciéndole que me había elegido por alguna razón, yo era su madre y le quería. Estaba dispuesta a serlo hasta las últimas consecuencias, de corazón.

Y entonces me di cuenta.

Una madre que ama a sus hijos, respeta a sus hijos, aunque le duela. No podía pedirle que se quedara por mí, para hacerme feliz a mí. Si era su madre, debía respetarlo y amarlo igual, aunque se fuera.

Tenía que darle permiso para que se marchara. Soltarlo.

Desperté a F., debían ser las tres de la madrugada, y se lo expliqué todo. En voz alta ambos le dijimos a nuestra manera que éramos sus padres, que le queríamos mucho pero que podía marcharse.

A primera hora de la mañana me desperté sobresaltada, como si una luz me hubiese cegado, y sentí que Leo se despedía de mí, que me decía adiós.

No quería creerlo, pero en mi corazón también le dije adiós.

A medida que escribo esto, no sé si puede llegar a entenderse del todo bien la experiencia que tuve sin que parezca algo de locos.

Atravesar un aborto espontáneo

A la mañana siguiente fui a trabajar. La doctora me había dicho que hiciese vida normal, y sin duda era lo que necesitaba hacer. Aunque en el fondo guardaba todavía la esperanza, estaba muy triste, sabía que mi cuerpo se estaba preparando para expulsarlo. Me había dicho adiós.

A primera hora tenía reunión de departamento, intenté estar presente, pero no estaba. Mi compañera y jefa del departamento al acabar el encuentro me preguntó si estaba bien, esa pregunta provocó que no pudiese contener las lágrimas. No le pude contestar y me fui al baño.

Entonces empezó la hemorragia. 

Me convertí en un mar de lágrimas. No quería vivirlo allí, tenía que irme a casa.

Salí en mitad del pasillo llorando, por suerte una compañera me vio enseguida y vino hacía mí, le dije que avisara por mí, que me marchaba, estaba abortando.

Qué susto le debí dar a la pobre, me quiso acompañar, pero ni la escuché, salí por la puerta lo más rápido que pude.

Entre hipidos llamé a F., que también salió del hospital donde trabaja para venir conmigo a toda velocidad. No llegó a tiempo, expulsé a mi bebé sola en casa, que cayó en mis manos. 

Cuando lo vi, solo pude sollozar "Mi niño".

No tengo palabras para definir eso.

Qué apoyada me sentí cuando F. llegó, todo nervioso y acelerado, y quiso verlo, y me abrazó y me acompañó con tanto amor.

Al cabo de unas horas fuimos al hospital para que me exploraran. Aborto completo. Eso es lo que pone en el informe.

Mi cueva, mi refugio

Después, me metí en mi cueva. No tenía ganas de hablar, ni de ver a nadie. Por suerte F. pidió horas y días de sus vacaciones para ajustar sus horarios  a los de Sunflower.

Me dediqué unos días (prácticamente todos los que duró el sangrado) a estar conmigo, a preparar el ritual de despedida, a leer, a transitar el duelo, a descansar.

Hace tiempo que tengo estos dos libros, que tantas veces he recomendado a otras mamás pero que no había leído en profundidad. Cuánto me han ayudado. A entender, a aceptar.



Y ahora, que ya han transcurrido algunas semanas y acabo de regresar de un viaje sanador con mi familia por tierras nórdicas, me siento capaz de hablar de esto. Y me doy cuenta de cuánto me desahoga el poder escribirlo y compartirlo.

He pensado que a lo largo de este verano, escribiré también sobre cómo le comunicamos la noticia a Sunflower, el significado emocional de un aborto (esto va a ser lo más duro) y cómo hicimos el ritual de despedida, tan sanador y transformador.

Creo que de alguna manera, poder compartir todo esto con la tribu virtual puede ayudar, además de a mí,  a otras mamás que han pasado o pasarán por la misma experiencia.

Tener un hijo que solo ha vivido en el vientre materno es una experiencia muy dolorosa, pero también una oportunidad para re-conectar y aprender.

Leo estuvo con nosotros un tiempo corto para enseñarnos algo que no podíamos aprender de ninguna otra manera, y solo por eso ya nos sentimos agradecidos, aunque la sensación de vacío es inmensa. 




<<Las pérdidas tempranas son pérdidas reales, las familias en duelo necesitan que se reconozca su dolor: lo pequeñito que es el hijo perdido y el gran vacío que deja. (…) Un asunto que la humanidad tiene pendiente desde el principio de los tiempos... La soledad, el aislamiento y la desinformación que vive la mujer y su pareja ante la vivencia de la pérdida porque no existe lugar de expresión ni escucha para una muerte no contemplada socialmente. – Extraído del libro "Las voces olvidadas, pérdidas gestacionales tempranas>>

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