Hay veces en que hablar las cosas simplemente no funciona. Cuando el peque tiene un problema, tratamos de verbalizarlo y explicar qué ocurre, pero hay ocasiones en las que no nos vale, porque está atrapado en una emoción negativa o porque no puede seguir un razonamiento demasiado largo o complejo. Poco a poco, hemos descubierto que el juego simbólico nos ayuda mucho a solucionar estos problemas y a desatascar sus emociones: haciendo un teatrillo para que entienda mejor las cosas, por ejemplo, o ayudándole a ponerse en el lugar del otro para comprender lo que le ocurre.
Desde hace unos meses, el enano tiene pánico a ir al médico o a cortarse el pelo. Se bloquea, se vuelve completamente irracional y no es capaz de entender que las tijeras no van a hacerle daño o que sólo quieren mirarle una herida. Él, que es muy tranquilo, ha llegado a pegarle a la peluquera cuando estaba fuera de sí, nada podía rozarle la cabeza. Para superar este miedo, -que ha surgido tras pasar una mala temporada de pruebas médicas y hospitales que afectarían a cualquiera-, en el cole nos recomendaron algo tan sencillo como que jugáramos a médicos.
Nos hicimos con un maletín de médicos (con su fonendoscopio, jeringuilla, pomada, papeles para escribir recetas y aparato para la tensión, todo de madera) y fue un éxito desde el primer momento. Le hemos incluido algún palito de helado para mirar la garganta, una linterna pequeña que nos regaló un médico y unas tiritas y, desde entonces, anda loco ejerciendo de facultativo.
Me sorprendió lo rápido que se metió en el papel de médico y cómo, cuando yo actuaba como una niña pequeña a la que tenía que vacunar, se volcaba en tranquilizarme para que no me asustara. Estoy convencida de que este ejercicio le ha servido mucho para ponerse en el otro lado y para ver que los médicos son buenos, y no unos turuletos como nos decía hasta hace poco. Que deje de llorar y entrar en pánico en la peluquería creo que será cuestión de un poco más de tiempo, pero lo conseguiremos.
Cambiando los papeles
Otra ocasión en la que nos ha venido muy bien para sacarlo de este bloqueo emocional fue para explicarle un cambio de horario de recogida del miércoles en el colegio. El peque lo pasaba muy mal ese día porque, después del comedor, tenía que esperar media hora en el patio antes de que llegáramos a recogerlo. Solicitamos poder ir a recogerlo antes y ahora ya podemos ir a buscarlo en cuanto termina de comer, pero cuando le intentamos explicar la novedad, él se bloqueó llorando y diciendo no quería estar en el patio.
Así que le hicimos el teatrillo: yo me convertí en él, y él en su padre. Yo hacía como si comía en el colegio y después de lavarme las manos, aparecía él, me daba la mano y nos íbamos a la calle a jugar, todo dirigido por su padre. Comprendió todo al segundo y el juego le gustó tanto que estuvimos un rato repitiéndolo mientras gritaba de emoción. El mal rato de patio ya ha pasado a la historia.
Al final, no se trata de otra cosa sino de jugar, ese momento en el que el niño se expresa, crea su mundo y pone todo en orden.
¿Os ha ayudado el juego simbólico a afrontar estos problemas con los más pequeños?
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