Cuando nos convertimos en mamás, algunas mujeres nos sentimos plenamente felices mientras que otras muchas atraviesan por un momento complicado en el que sufren altibajos emocionales con los que no contaban. Motivo por el cual algunas madres se pueden llegar a sentir un poco perdidas y desconcertadas.
En medio de esta montaña rusa emocional, lo que necesita esa madre es tiempo y espacio para poder encontrarse a sí misma. Ahora se tiene que enfrentar a muchos cambios en su vida, adaptarse a la nueva situación, conocer a su bebé y descubrir como satisfacer las necesidades del recién nacido.
De poco o nada le va a servir la lluvia de consejos que le tienen preparada aquellas madres, abuelas, tías, suegras y amigas que, bajo la sabiduría, la experiencia y por supuesto, con su mejor intención, ofrecen consejos gratuitos pero que nadie les ha pedido.
¿Qué tienen de malo los consejos?
No es que los consejos sean buenos ni malos, simplemente no es el mejor momento para ofrecerlos y ahora os explico el por qué y el efecto negativo que causan en la mujer que los recibe.Empecemos por intentar posicionarnos en el lugar de esta madre inexperta que, después de un embarazo a veces no muy llevadero, casi 20 horas de parto y en medio de una recuperación dolorosa, tiene que cuidar de otro ser humano.
Si el bebé siente frío, calor, hambre, sueño, cólicos u otras dolencias, su única vía de comunicación es mediante el llanto. Por lo que la madre se pasa el día entero escuchando llorar a su hijo e intentando averiguar qué es lo que demanda en cada momento.
Si durante este proceso en el que mamá intenta comunicarse con el bebé, aparce cada 30 minutos un familiar, amigo o allegado exponiendo su punto de vista u ofreciendo un consejo, se interrumpe esa conexión tan importante entre madre e hijo.
El bebé tiene frío abrígale más. El bebé tiene calor quítale el jersey. Ese niño tiene hambre. Ese crío tiene gases. No le pongas boca abajo. Boca arriba se va a ahogar si vomita. Esa ropa es incómoda para un bebé. Ponle manoplas para que no se arañe. Aún no deberías darle el chupete. Así no está comiendo está dormido. No está cogiendo bien el pecho. Dale una infusión para que duerma. No le cojas cuando llore. No le metas nunca en tu cama. No le des el pecho a demanda...
Y la lista de consejos y comentarios por parte de terceros hacia los cuidados de la criatura, es tan infinita como inapropiada.
A cualquier persona le resultaría agobiante que estuviesen diciéndole constantemente cómo tiene que hacer las cosas. Porque eso quiere decir que, a ojos de los demás, no lo está haciendo bien o podrías hacerlo mejor.
Cuando en realidad después de dar a luz solo necesita una cosa, menos gente a su alrededor, más momentos de paz y tranquilidad para descansar y dedicarle tiempo a su bebé. Sin la presencia de una voz pópuli recordándole que aún está muy verde en la maternidad.
Partiendo de la base de que las mujeres somos mamíferos, y como tal, estamos preparadas para traer al mundo a nuestros hijos y cuidarlos después. Sólo necesitamos dejarnos llevar por el instinto maternal, que desde luego será nuestro mejor consejero.
Y todo lo demás, sino se ha consultado o preguntado directamente, no es bienvenido porque puede resultar violento, crear confusión, minar la moral de la madre, bajar su autoestima y reducir la confianza en sí misma.
Da igual si eres la abuela, su mejor amiga o su hermana. Si has tenido 8 hijos, si todos durmieron del tirón, comían sin problemas, si te saltabas los horarios, los dejabas en la cuna o te los metías en la cama. Si les diste chupete, le suministrabas anís estrellado o durmieron boca abajo y sobrevivieron a todas tus locuras. No importa si todo lo que hiciste te funcionó, lo buena madre que hayas sido en el pasado, presente o futuro, si no te lo piden, no ofrezcas tu consejo.
Puede que la recién mamá no esté de acuerdo con tus metodologías (aunque sea tu propia hija). No le guste educar como lo hiciste tú o quiera probar nuevas técnicas. Cada mujer tiene el derecho de escoger libremente la forma que empleará en el cuidados de sus hijos.
No es ni mejor ni peor que la tuya, simplemente es diferente, y debe ser respetada. No hay que intentar convencer ni tampoco juzgar lo que a nosotros no nos parezca bien. Ella ha escogido la opción que considera más acertada para su bebé.
Qué puedes hacer para ayudar a una madre.
Ahora te diré lo que sí puedes y debes hacer para ayudar de verdad a una mamá primeriza.Empoderar. Es lo más importante en estos momentos. Hay que empoderar a las mamás para que sepan que son capaces, que lo están haciendo bien y que no pasa nada si alguna vez se equivocan. Ya que los errores también forman parte del aprendizaje.
Dale tu apoyo y acompaña de forma respetuosa. Hazle saber que la decisión que tome con su hijo será siempre la mejor, aunque no compartas su punto de vista. Coméntale que debe dejarse llevar por su instinto maternal.
Pregúntale por su estado anímico. Durante el postparto es normal que sufra estrés, cansancio, tristeza o dolencias que, a veces, no expresará por miedo, vergüenza o por no ser un tema que cause interés hacia los demás.
No compares a su bebé ni su forma de criar con la de otras familias. Cada persona es diferente. Hay mamás muy protectoras con sus hijos o que tienen que lidiar con miedos e inseguridades que han surgido tras su reciente maternidad.
Es normal que su actitud cambie después de convertirse en mamá porque su vida entera, acaba de dar un giro de 360°. Antes de ser madres, algunas mujeres enfocan la maternidad de una forma que dista mucho de cómo será en realidad.
Anque tengas la imperiosa necesidad de transmitir tu sabiduría, debes contener ese impulso para dejar espacio, tiempo y libertad a descubrir por ella misma, el bonito camino de la maternidad.
Si te apetece compartir tu experiencia u opinión para ayudar a otras mamás, puedes dejar un comentario al final del artículo.