Perdonad por haber estado varias semanas sin escribir pero ha sido por una buena causa, el pasado 15 de marzo nació nuestra segunda hija Júlia! En estas primeras semanas nos hemos estado adaptando todos a la nueva situación en casa. Los primeros días han sido un poco caóticos, para que nos vamos a engañar! Entre establecer la lactancia, cosa que de fácil no tiene nada, intentar que el hermano mayor note lo menos posible que mami ya no puede estar las 24h por él,... en fin, es una nueva etapa para todos. Menos mal que por lo menos durante el primer mes hemos tenido a papá en casa que ha hecho que todo sea mucho más fácil en estos primeros momentos.
Este segundo embarazo ha sido muy diferente al primero. Aunque durante el primer trimestre tuve las típicas náuseas, desde el principio me he sentido con mucha energía. Esta vez no hemos tenido los problemas de retraso de crecimiento como los tuvimos con Marc. La verdad es que ha sido un embarazo bonito y bastante tranquilo.
De este segundo embarazo me quedo con la esta anécdota graciosa (graciosa ahora, porque en su día fue más bien angustiosa): Alrededor de las 30 semanas empecé a sentir pequeñas contracciones que se fueron intensificando a medida que fueron pasando las semanas. Durante una revisión en la semana 35 me empezaron a dar contracciones bastante dolorosas, la ginecóloga me miró y recuerdo que me dijo literalmente "te estás poniendo de parto, éste puede empezar en cuestión de horas o días porque ya tienes el cuello del útero bastante borrado". Imaginaros mi cara y la de mi marido... aun no teníamos ni la canastilla hecha! Pues efectivamente fue una cuestión de horas, en concreto unas 6928 horas! ya que mi princesa no nació hasta las 41 + 2. No os imagináis que 6 semanas más interminables pasamos pensando que en cualquier momento tendríamos que salir corriendo.
En la semana 40 me comentaron que si no daba a luz, en la semana 41 me inducirían el parto. Ésto si que me angustió muchísimo, ya que esta vez quería que fuera un parto natural, sin oxitocinas, ni anestésias. Ya tenía redactado mi plan de parto y me había estado preparando para cuando llegara el momento. Probé todos los trucos habidos y por haber que hay en internet para provocar el parto de forma natural y no funcionó ninguno, ni el te de canela, ni los baños de hierva luisa, ni comer piña o chocolate, ni tener relaciones, ni caminar, subir y bajar escaleras o caminar como un ganso cuclillas (cosa nada fácil de hacer con la panza)... probé de todo y nada, pasaban los días y las contracciones que tenía no cogían ritmo. Al final, desistí de mis intentos, y decidí disfrutar de lo que quedara de embarazo sin pensar en como acabaría siendo el parto. Así que una tarde jugando con el niño nos pusimos a bailar y con el cachondeito decidimos Unas horas más tarde, sobre las 20h. y a pesar que me había autoprohibido volver a pensar en ello, de nuevo me volvió la angustia al recordar que ya estaba de 41+1 semanas y que al día siguiente tenía hora con el gine y seguramente me programarían el parto. Entonces recordé que en un grupo de Facebook muchas mamis me recomendaron hablar con el bebé y explicarle como me sentía. Aunque a mi me parecía una tontería no perdía por probarlo, así que me encerré en la habitación, me senté en la cama y mientras me acariciaba la barriga e intentaba "conectarme" con Júlia, le dije que en casa todos teníamos muchas ganas de verla, que necesitaba tenerla en brazos, que estaba preparada para dar a luz y que no tuviera miedo por que yo la ayudaría a salir. En ese momento me sentí un poco ridícula aunque a la vez me pareció algo precioso. 3 horas más tarde, a las 23.45h, rompí aguas y empecé a tener contracciones, éstas ya comenzaron siendo muy intensas y con intervalos de 4 minutos. Como la cosa parecía que iba a ir rapidita decidimos no esperar demasiado en casa. Sobre la 1.30 llegamos al hospital, donde me motorizaron, y me dijeron que ya estaba de 3cm, estaba empezando el trabajo de parto. Todo fue muy rápido, mi marido entregó nuestro plan de parto, del que se respetó prácticamente todo, luego me llevaron a una sala especial para partos naturales que contaba con bañera, cintas, pelota, silla para dar a luz sentada, música, etc.
La verdad es que poder dilatar en el agua fue genial, pues aunque las contracciones te duelen igual, parece que te relajas más entre una y otra. A medida que iba avanzando el parto las contracciones se volvieron muy muy muuuuuuy intensas (estoy segura que fue el dichoso te de canela), dolían tanto que empecé a pedir la epidural por miedo a no tener fuerzas durante la fase expulsiva por el agotamiento que me producía el mismo dolor. Menos mal que en la sala tenia dos ángeles conmigo, mi marido y la comadrona, ellos me animaron a seguir sin la anestesia ya que confiaban en mi. Sobre las 4 de la madrugada ya no podía más, el dolor era inaguantable, y pedía la epidural a gritos y entre lagrimas, lágrimas porque en el fondo no la quería, porque mi deseo era un parto natural. Como he dicho antes, menos mal que tenía una buena comadrona que supo que hacer en ese momento. Me dijo que iría a avisar a la anestesista, pero me di cuenta que iba entreteniendo para así ir haciendo tiempo. Siempre pensaré que cuando habló con ella le explicó cual era realmente mi voluntad en el parto, ya que cuando entro por la sala iba con una pasimonia fuera de lo normal o por lo menos a mi me lo parecía ya que me daba la sensación que iban a como cámara lenta. Recuerdo que le dije gritando como una energúmena "¡¡¡¡pinchame y rápido!!!!" y ella me respondió "bueno... rápido rápido no puede ser, primero me tengo que lavar, luego preparar el material..." Después de unos minutos interminables, me dijo que tenía la anestesia preparada, querían esperar a la siguiente contracción para justo luego pincharme, y en ese momento me empezaron las ganas de empujar y ya no había tiempo de ponerla. A las 4.37 y después de tan solo 4 o 5 pujos nacía Júlia. Fue un momento precioso ya que pude sacármela yo misma, cuantas veces he oído aquello de "cuando le ves la cara a tu hijx se te olvida todo el dolor" y que cierto que es en ese momento solo hay sitio para el amor. Todo había pasado, mi niña ya estaba aquí. Mi marido fue quien cortó el cordón cuando éste dejó de latir. Nunca olvidaré el olor dulce que hacía Júlia. Estaba cansada, agotadísima, pero sobretodo muy muy feliz de haber podido traer al mundo a Júlia con un parto natural, y todo gracias a la comadrona que me asistió que supo como ayudarme en esos momentos en que me daba por vencida, gracias Conchi! y sobretodo gracias a mi marido, que estuvo allí dandome apoyo, ayudandome a aliviar el dolor con masajes, y prestandome su mano mientras empujaba (creo que casi se la rompo...) sin él no lo hubiera conseguido, gracias cariño.
Nunca sabré si fue el bailoteo que nos dimos esa tarde, el hablarle, o la propia naturaleza lo que desencadenó el parto, pero éste ocurrió en el mejor momento.
Cómo decía al principio, estas primeras semanas han sido durillas y es que la llegada de un bebé supone muchos cambios para todos. Marc con solo 21 meses se ha convertido en el hermano mayor. En estas semanas me ha enseñado lo nobles que son los niños por naturaleza, pues viendo que me paso gran parte del día atendiendo a su hermana, en lugar de coger celos como mucha gente cree y me pregunta, me ayuda y la cuida con gestos preciosos como ofrecerle su chupete cada vez que la oye llorar o sin ir más lejos hoy mismo él estaba en plena pataleta mientras yo le daba el pecho a Júlia, cuando la he dejado un momento para atenderle la niña se ha puesto a llorar, en ese momento Marc ha dejado de llorar me ha señalado a su hermana y me ha dicho "Tata" y se ha puesto a jugar con sus juguetes. Hoy he alucinado, cuando ha preferido que atendiera a su hermana antes que a él. Este tipo de momentos son los que me llenan, los que me demuestran que lo estamos haciendo bien y que todo el esfuerzo y la paciencia vale la pena.
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