Ni como el primero. Y no hablo de síntomas, molestias, o todo aquello que se refiera a la parte física del embarazo. Hablo de la exclusividad, la dedicación con que se vive, que el embarazo sea el centro de tu vida.
El primer embarazo es único y especial por eso, por ser el primero. Todos son novedades, descubrimientos, preocupaciones y atenciones. Te sientes especial porque estás embarazada y ya no hay nada en tu vida más importante que eso.
Cuando llega el segundo embarazo hay algo que lo cambia todo y que lo diferenciará inquívocamente del primero: no es exclusivo. En tu vida hay alguien que centra tus preocupaciones y tus atenciones, alguien que no puedes dejar de lado: tu primer hijo.
Tu hijo hará que repartas tu atención, que tu embarazo no sea lo primero, de hecho a veces tendrás la sensación de que no estás tan pendiente del embarazo como en el primero, y hasta te sentirás mal por ello. Pero tu hijo reclama toda tu atención, eres su madre, y aunque no lo hiciera tu se la darás, porque es tu hijo, lo que más quieres en el mundo.
Cuando llega el tercer embarazo, ¿qué te voy a contar?. Tienes dos hijos cada uno con sus demandas, sus necesidades, sus atenciones, parece que te vas a volver loca porque no llegas a todo pero no puedes desatender a ninguno. Ni a los hijos que ya tienes ni al que viene en camino. Pero claro, tus hijos, a diferencia de tu futuro bebé, ya hablan, al menos uno de ellos con toda probabilidad, y te encontrarás que más de una vez te recuerda que ¡no le estás haciendo caso!.
Así que a partir del segundo, el embarazo es irremediablemente algo secundiario en tu vida. ¡Y qué mal se lleva eso! O por lo menos yo lo llevo fatal porque tengo sensación de ser mala madre desde el minuto uno. Voy a contaros unos ejemplos prácticos y reales como la vida misma.
LA CARTILLA DEL EMBARAZO
Primer embarazo. La cartilla es tu tesoro. Desde el día que la matrona te la entrega en la primera visita del embarazo la guardas en el bolso -bolso que has buscado a propósito para que te quepa la cartilla- y no la sueltas hasta que la cambias por la cartilla del bebé. La llevas bien guardada en una carpetita para que no se pierda nada y más de una vez la abres, lees y relees sin motivo ninguno. No hace falta que el médico te pregunte nada, te sabes de memoria todo lo que está apuntado de tantas veces que lo has leído.
Va contigo siempre porque, ¿y si te pasa algo? y con ella todas las ecografías, pruebas, analíticas, que cuando llegas al final del embarazo no sabes si tu carpeta guarda tu historial médico o los papeles de Bárcenas.
Cuidas la cartilla, mantienes ordenada la carpeta, sabes dónde está cada prueba, los análisis con los análisis, las ecos con las ecos, las recetas con las recetas. Lo llevas todo al punto.
Segundo embarazo. Sabes que debes llevar la cartilla encima. Y más te vale meterla en una carpeta, no por el riesgo de "perder los papeles"- tuyos, no los de Bárcenas- sino por preservarla de los "agentes externos". Porque tu bolso ya no es un bolso de embarazada primeriza, es un bolso de madre, con todo lo que lleva y conlleva.
¿Qué pasa si llevas tu cartilla de embarazo en el bolso "a pelo"? Pues que probablemente cuando llegues a la consulta médica de turno y el médico te la pida, te morirás de vergüenza porque al sacarla del bolso saldrá llenita de miguitas de galletas, y cuando tu médico abra la cartilla sobre su mesa esas miguitas se desperdigarán a gusto. Y tú te morirás de vergüenza.
Así que, si al llegar a la consulta del médico y sacar la cartilla no quieres que lo haga llenita de migas de galletas, con alguna mancha de zumo, de Apiretal, de crema de culete o pringues varios -la barrita de Arnidol que se te abrió, la botella de agua que tu hijo cerró mal y goteó, la toallita húmeda que quedó fuera del paquete, el Aspito que guardaste medio abierto y ya no es ni Aspito ni ná...- mejor que la lleves bien guardadita.
Intentas llevarlo todo ordenado pero no es tu prioridad. Lo importante es que lo lleves, todo, bastante eso.
Tercer embarazo. Cartilla, ¿qué cartilla?.
Si tus hijos están algo creciditos lo mismo con suerte ya no llevas "bolso de madre" sino un bolso apañado, donde te pueda caber si acaso una botellita de agua o un juguete tamaño mini. Pero reivindicas tu yo personal y quieres lucir bolsos normales, modernos, incluso darte el lujo de cambiar de bolso con cierta frecuencia.
Te has relajado tanto que ya no te preocupa que la cartilla te quepa en el bolso. "Cartilla, ¿qué cartilla? Ah sí, la del embarazo... ¿Dónde la habré puesto?". Buscas por casa una carpeta donde puedas guardarla y tenerla localizada, porque no te cabe en ese bolso tan mono y práctico que llevas, donde metes lo justo y necesario porque estás hasta el moño de parecer Mary Poppins con ese bolsón del que saca hasta petróleo si te descuidas. No quieres renunciar a ese tipo de bolso que tanto tiempo llevas sin usar, y más sabiendo que en pocos meses volverás al "bolso de madre"... ¡con lo que te ha costado llegar hasta ahí!.
Y entonces pasa lo que pasa. Llegas a recoger una analítica... "Por favor, dame la cartilla del embarazo"...
"Cartilla, ¿qué cartilla?". Te mueres de vergüenza. "Mirusté... es que me la he dejado en casa...", cricricri... te quieres morir. Entonces ya sabes que si tienes el tiroides alto el médico no te lo puede apuntar en la cartilla. Te dará la analítica que guardarás en el bolso y, con suerte, no perderás u olvidarás que está ahí.
O te vas a urgencias. No es nada grave pero no quieres pecar de resabida, noseaqué. Y tras casi 4 horas de espera el ginecólogo de urgencia pronuncia esas palabras, y la historia se repite:
"Por favor, dame la cartilla del embarazo"...
"Cartilla, ¿qué cartilla?". Te mueres de vergüenza. "Mirusté... es que me la he dejado en casa...".
Entonces un día, probablemente cuando ya hayas pasado medio embarazo, tienes claro que eso no puede seguir así y, despidiéndote de tu pequeño y práctico bolsito, buscas un bolso con el tamaño necesario para que tu carpeta y todos los papeles del embarazo vayan siempre contigo. Porque a este paso vas a parir sin la... Cartilla, ¿qué cartilla?.
Tres veces, tres, me la he olvidado. La primera, en una visita a urgencias. La segunda, al ir a recoger las analíticas del tiroides. La tercera ayer mismo que fui a hacerme el Test O´Sullivan, menos mal que mi madre y mi hermano estaban en mi casa y me la pudieron acercar, desastre total.
LAS CITAS MÉDICAS
Primer embarazo. Llevas las citas al punto, las programas en el calendario del móvil, las apuntas en el calendario de la cocina, las memorizas, las recuerdas con tu marido porque esperas que llegue cada una como agua de mayo -aunque te toque el frotis vaginal- y sabes cuándo y a qué hora te toca cada visita. No falla.
Las citas médicas son tu prioridad, todo lo demás puede esperar. ¿Qué hay más importante que tu embarazo?. NADA. Absolutamente nada.
Segundo embarazo. Te programas las citas del móvil y las apuntas en el calendario de la cocina donde además están las de los controles del niño sano, las vacunas, las revisiones, las citas con especialistas, la función de la guardería o colegio, las extraescolares y etc... de tu primer hijo. O lo apuntas o es el caos, y más vale curarte en salud.
Intentas que ninguna cita médica del embarazo te coincida con alguna de tu hijo porque entonces ya sabes qué va primero. Y rezas por que el día que tienes esa ecografía que con tanta ilusión esperas no se te ponga el niño malo, no desearás verte en esa situación.
Tercer embarazo. En el calendario de la cocina no te caben más citas. En el del móvil, ni te acuerdas. Con suerte, si tienes una matrona competente -como la mía-, te dará una plantilla con todas las visitas médicas donde te irá apuntando puntualmente cada una de ellas. Si estás pendiente de recibir la notificación de la cita por correo, más te vale acordarte de apuntarla tú misma y no confiar en tu fatal memoria, porque puede pasar que llegue el día de una cita importante... ¡y no te acuerdes!.
Si además pasas de los 35 años o estás en alguno de los grupos de riesgo y te toca hacerte aún más pruebas de las normales, es ya el acabose.
Luego está la logística de cuadrar las citas médicas de tus horarios, o más bien con los horarios de tus hijos: colegio, actividades extraescolares, excursiones, sus citas médicas y etc... Y te encuentras con situaciones tal que así:
- "Te doy cita el día X a las 8:30 am para la analítica del segundo trimestre"
- "Ups no, lo siento, no puede ser, a esa hora tengo que llevar a los niños al colegio, imposible".
Y te ves removiendo Roma con Santiago para poder cuadrarlo todo porque no es plan de dejar de realizarte pruebas, aún a riesgo de ir a hacerte el O´Sullivan y que además de beberte el asqueroso brevaje te saquen cuatro botecitos de sangre, con tus hijos de la mano, a los que tendrás que llevar luego al colegio, of course. Lo de desayunar tras semejante maratón mañanero, para cuando se pueda.
Sí, en esta ocasión me ha tocado ir a hacerme la analítica del segundo trimestre con mi hija. Como ya sabéis el O"Sullivan requiere que entre la primera y segunda extracción de sangre pase una hora. Los centros de salud -o al menos el mío- tienen su horario de recogida de muestras para llevar al laboratorio, que es a las 10 de la mañana, así que las extracciones acaban a las 9:30 para poder organizarlas hasta que se las lleven. Con papá trabajando fuera y dos hijos en dos centros diferentes, uno de ellos teniendo que ir en coche, ni la presencia de la abuela ayuda. La abuela nos hizo el favor de madrugar y venir para llevar al mayor al cole, la peque se vino conmigo a vivir la aventura y llegó al colegio hora y media tarde. Hay que priorizar.
Continuará...
PD: Esta entrada está contada desde la ironía, el humor y mi experiencia personal. No espero que os sintais identificadas -aunque me encantará saber que alguna os sentís como yo- pero desdramatizar en la medida de lo posible todo lo que un tercer embarazo e hijo suponen. Prometo segunda parte.