Llego a las 28 semanas de embarazo habiéndome saltado a la torera las semanas 26 y 27. No, no es que haya pasado milagrosamente de las 25 a las 28, es que no he sacado un momento para hablar de ellas. Tampoco ha pasado nada especial más allá del pequeño bajón que contaba en la anterior entrada.
Pero sí hay algo que destacar. Que así, casi sin darme cuenta, he dejado atrás el segundo trimestre del embarazo y ya estoy en el tercero, como quien dice, metida ya en capilla. Y eso acojona mucho.
Pense que no lo notaría pero no se si es que tengo un piloto automático al entrar en el tercer trimestre o qué, pero de repente me siento embarazadísima, pesadísima, cansadísima y todos los -ísima que se os ocurran que tenga que ver con esto de la preñez.
Como novedad, he comenzado las clases de preparación al parto. Que direis que esperando al tercero, ni que mi hiciera falta ir. La verdad es que falta, falta, no, para que mentir, pero soy de las que piensa que pudiendo ir, tampoco me viene mal. Siempre hay cosas nuevas, cambios, protocolos, lo que sea, y nada como estar al día. En mi caso el hospital donde daré a luz -el mismo donde tuve a mis dos hijos- ha cambiado mucho desde entonces; si antes había dos hospitales públicos en la capital que atendían partos ahora se ha centralizado todo en uno, se han hecho reformas en paritorio, parece que han mejorado los protocolos y la asistencia al parto, y son cambios muy recientes, así que no está de más ir informada.
Además, por alguna extraña razón, compartir experiencia con otras futuras mamás que están en el mismo momento de embarazo que yo es algo que me reconforta. Aunque no puedo evitar sentirme diferente, la mayoría primerizas, un par de ellas esperan al segundo, y yo la única incauta que vive su tercer embarazo, cosa que cada vez que digo sorprende bastante y levanta más de un comentario-"ostras, el tercero, qué valiente" y así...-.
Con mis achaques, voy. El vértigo sigue ahí, hay días que me encuentro bastante bien y otros en los que no puedo ni levantarme. He decidido tomarme las cosas con tranquilidad, si llego bien y si no llego, pues nada, no me voy a matar. A estas alturas tengo claro que mi salud va por delante, aunque me ha costado asumirlo, que parece que una puede con todo y la realidad es que no es así.
Además comienzo a sentirme muy cansada, entre el barrigón y las calores me cuesta llevar un ritmo medio decente, ya no estoy tan ágil, me pesan las piernas. La barriga parece que en dos semanas ha dicho "espera que voy" porque madre mía, si hasta ahora era relativamente discreta, esto ya no hay quien lo esconda.
Mi Polvoroncillo -que ya tiene nombre aunque aún no es definitivo- debe estar en la gloria. Lo bueno de ir varias veces a urgencias es que en cada una de ellas he podido verlo de nuevo. Cosa que anímicamente me ha venido la mar de bien, ya que hasta las 33 semanas no tengo la siguiente ecografía y estas semanas estoy muy apenada por no poder hacerme la ecografía 4D y tener así el recuerdo de su cara. Han pasado ya 8 semanas desde la última ecografía y comenzaba a sentir el come-come de no saber cómo está todo por ahí dentro, así que verlo ha sido un balón de oxígeno.
Las ecografías de urgencias son muy breves y básicas, más si no hay patología de embarazo, lo necesario para comprobar que está bien y hay latido. Como venía vaticinando está en cefálica -y ahí espero que se quede hasta el final-, perfecto, sanito y se mueve muchísimo. No para quieto un momento, me tiene matá y eso que aún no ocupa todo lo que puede llegar a ocupar, así que aún me queda matraca para rato. Lo curioso es que es el comentario que recuerdo de las residentes de ginecología que me vieron en urgencias, "¡se mueve muchísimo!", a mi me lo van a contar.
Mis hijos se lo pasan pipa con sus movimientos. Se pasan el día con la mano en la tripa o dándome besos, me da que lo tienen agobiadito al pobre con tanto meneo que le meten. No le va a caber la mínima duda de los hermanos que tiene, ¡eso seguro!. A veces incluso sin darse cuenta están recostados sobre mi, de repente sienten su movimiento y dan un respingo dicien do "¡mamá, se ha movido, lo he notado!" con esa cara entre sorpresa e ilusión que hace que me parta de risa y me derrita a partes iguales.
Los movimientos son ya perceptibles a simple vista, es decir, mi barriga va adquiriendo diferentes formas según se mueva, se ven bultitos y cuando está más activo o cambiando de postura se nota cómo se mueve de un lado a otro. Me alucina, no puedo evitarlo. Me encanta, y no dejo de sentir ese pellizquito de saber que a esto le queda poco y que es la última vez en la vida que lo sentiré.
Y así he llegado a la semana 28. Me da que de aquí en adelante esto va a ir que vuela, de lo que estoy segura es de que ya no hay vuelta atrás y que la linea de meta está cada vez más cercana.