¿Es esa tu reacción ante la negativa de tu hijo/a por compartir un objeto por el que él o ella siente cariño?
Piénsatelo dos veces.
Para enseñarles a nuestros hijos la importancia de compartir sus juguetes…
Para enseñarles a compartir sus posesiones favoritas…
Para enseñarles el valor positivo que el compartir tiene para él/ella en sus relaciones sociales…
No puedes partir de la no generosidad.
Estamos tan acostumbrados a juzgar su rechazo por compartir de manera negativa…
Que olvidamos las consecuencias en nuestros propios hijos al disciplinarles desde el castigo.
Y, sobre todo, olvidamos, que compartir no es fácil.
Compartir es una de las habilidades sociales más difíciles de pulir.
¿Por qué?
Te lo cuento en este artículo.
“¡Es mío!” ¿Por qué no quiere compartir?
El bebé solo ve el mundo desde su perspectiva.
Cuando tiene hambre, pide comida.
Cuando quiere a su madre, se lo hace saber.
Cuando se siente feliz, lo demuestra con una sonrisa.
A diferencia de lo que algunos comentan, eso no significa que los bebés humanos sean egocéntricos.
Simplemente, no están preparados para entender el concepto de compartir.
Durante los tres primeros años de su vida, nuestro/as hijo/as van descubriendo el concepto de pertenencia.
El concepto de lo que les hace sentir bien.
Descubren que no quieren compartir lo que les provoca emociones positivas con otros.
De ahí el “esto es mío” constante.
Pero esa actitud a primera vista tan egoísta es parte normal del proceso de desarrollo infantil.
Hay que tener muy presente que, el niño/a no entiende realmente el concepto de compartir hasta los cinco o seis años, más o menos.
Tampoco acaba de comprender el concepto del tiempo.
Por eso, esperar su turno mientras su amigo juega con su balón preferido, le parece una eternidad.
Es nuestra labor, como padres y madres, facilitarle la transición hacia el compartir voluntariamente.
Es nuestra labor, hacerle descubrir lo bien que compartir algo puede hacerle sentir.
Hay que enseñarle lo muy bella que es la generosidad.
Pero, hay que hacerlo, siendo generoso/as.
Enseñar no es obligar a compartir
Se ha observado que los niño/as cuyos sentimientos y necesidades han sido tenidas en cuenta durante los primeros años de sus vidas son mucho más propenso/as a compartir.
¿A qué me refiero al hablar de sentimientos y necesidades tenidas en cuenta?
Me refiero a aquello de lo que Haim Ginott, el conocido psicólogo infantil, ya advertía a finales del siglo pasado:
“Un niño/a debe experimentar las consecuencias de su mala conducta, pero no un castigo. En una relación de amor, el castigo no tiene cabida”.
Aplicado al caso del compartir, esto quiere decir que ni debemos obligar a nuestro/as hijo/as a compartir…
Ni debemos castigarles cuando no lo hacen.
El castigo, en lugar de hacer que el niño/a se arrepienta, genera en él/ella fantasías de venganza…
El castigo daña las relaciones entre padres/madres e hijo/as.
Tener en cuenta sus necesidades, tener en cuenta sus sentimientos y validarlos, y la comunicación respetuosa, aumentan las probabilidades de que el niño/a quiera compartir de nuevo en el futuro.
Te estoy hablando en utilizar la sonrisa…
O el elogio descriptivo…
Con esa validación y entenderlo/la le estás enseñando a centrarse en comportamientos más útiles que él o ella mismo/a siente deseo por cumplir.
En este caso, le estás enseñando que compartir genera emociones agradables.
Y lo estás haciendo sin recurrir a castigos, a palabras que hieren, o a actitudes que el pequeño/a resiente.
Así que, si tu niño/a se aferra a sus posesiones en ese momento, intenta respetarlo/a.
Puede que ese balón sea especialmente importante para él o ella.
O que en ese momento realmente no le apetezca compartir.
¡A nosotros/as nos pasa también!
¡Piénsalo!
Los mayores no lo compartimos todo.
Ni mucho menos.
Así es que no tiene sentido enseñarles que todo se comparte porque, no es cierto.
¿Cómo enseñarle a compartir juegos y a cooperar?
¡Cuidado!
No estoy diciendo que no sea importante enseñarles a nuestros hijos a compartir.
¡Ni mucho menos!
Estoy diciendo que, nuestro objetivo como padres, madres y docentes es enseñar el valor del concepto de cooperar.
Y de enseñar la alegría que se siente al compartir con empatía.
Es decir, estoy hablando de lo importante que es ayudar a empatizar.
¿Cómo?
1. Predica con el ejemplo
Demuestra tu generosidad.
Demuestra tu empatía.
Hacía los demás y hacia tu propio/a hijo/a.
Si él/ella es testigo de tu actitud generosa y empática, puedes estar seguro/a de que va a querer imitarte.
Si tu compartes tu postre…
Si compartes tu gorro de lana cuando hace frío…
Si compartes tu tiempo, tus sentimientos, tus ideas, tus historias…
Él o ella compartirá.
Sí él o ella ve que eres propensa a obsequiar, a dar, a llegar a acuerdos y a compartir con los demás…
Él o ella compartirá.
2. Haz que vea el compartir como una actividad divertida
¿Por qué no pasar una tarde de invierno participando en juegos colaborativos?
¿Por qué no disfrutar de una sesión de juegos de equipo en los que varios jugadores trabajan juntos para alcanzar una meta común?
Un simple rompecabezas, por ejemplo, os permitirá tomar turnos para ir añadiendo las piezas.
¿O por qué no compartir otro tipo de proyectos colaborativos?
La muy tediosa labor de lavar el coche, por ejemplo.
Pasad una tarde de domingo haciéndolo juntos.
Pintando paredes…
Plantando flores en el jardín…
Haciendo un pastel para que comparta con sus amigos…
Hay un sinfín de actividades que puedes hacer para que disfrute compartiendo.
3. Respeta sus cosas
Es muy importante tener en cuenta que al pequeño le rodean toda una serie de posesiones hacia las que él o ella siente cierto apego.
Es normal.
Todos/as las tenemos.
Y nos gusta que se respeten.
Tus hijo/as sienten lo mismo.
Así que, respeta sus posesiones.
Pídele permiso si necesitas tomar prestado su cuaderno favorito, el que tiene la portada de Spiderman.
Y cuando te lo preste, cuídalo.
Es importante que vea que las cosas se piden, se cuidan y se devuelven.
Y ese proceso forma parte de las relaciones sociales.
Es un proceso basado en la confianza entre uno/as y otro/as.
¿Qué pasa si se niega?
Si se niega y te ves obligado/a a gestionar la rabieta de tu hijo/a, escúchale.
Cálmalo hablando de sus emociones.
Hablando de sus sentimientos…
Hablando de los tuyos…
De manera abierta y respetuosa.
Está claro que él/ella tiene sus motivos para actuar de esta manera, y necesitan ser escuchados.
Este tipo de gestión del enfado hará que el pequeño/a se sienta más motivado para hacerlo y que en el futuro, lo haga de forma voluntaria.
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