Llevamos casi 9 meses como familia, 9 meses cuidando de leoncito, bañándolo, vistiéndolo, alimentándolo. Viendo como gana centímetros y kilos. Como la ropa poco a poco le queda pequeña. Como se mueve, aprende a sujetar la cabecita, se voltea, como repta, sí REPTA y hacia atrás. Como levanta los bracitos para que le cojas en el colo. Como empezó a balbucear, a gritar, a decir pa-pa y por fin ma-ma. Como le sube la fiebre, como estornuda, tose...
Pero después de este fin de semana, en el que por primera vez gateó hacia delante, en el que dejándolo en la alfombra del salón ya intentó ponerse de pie apoyándose en el sofa, enganchándose en los cordones de las cortinas, en el que ya casi casi tira la televisión, casi se golpea la cabeza contra la mesa, y el mueble, y el cajón...
Después de todo esto hemos decidido que ha llegado el momento. ¿Sabes cuando sólo tiene unos días o pocos meses y dices "me lo comería"? Pues... ¡¡AHORA O NUNCA!!
En breve va a empezar a tirar con todo, a llevarse golpes, querer abrir cada cajón, puerta, coger todo lo que tiene a su alcance y tirarlo claro, porque el momento "descubriendo la gravedad", está en pleno apogeo.
Así que no lo podemos retrasar más ¡tenemos que comerlo! Sino va a llegar ese otro temido instante "¿Por qué no nos lo habremos comido?"
Hemos decidido que nos lo dividimos a la mitad, así cada uno tiene una piernecita, un bracito, un trozo de barriguita. y sobre todo un moflete (o como lo llamamos nosotros, bochecha...) porque si tuviéramos que escoger una cosa sola, ¡no nos decidiríamos!
Así que si en unos días ves que dejo de hablar de leoncito, ya sabes por qué es!!
NOTA: Ningún ser vivo ha sido maltratado ni comido en el transcurso de este blog. Eso sí, ha sido chanchado, hecho cosquillas, besuqueteado y abrazado... ¡¡hasta el infinito!!