“Ahora no se respeta a los padres como antes” -dicen muchos- Y es que, con tan solo una mirada de esas que fulminan y están llenas de odio por parte de muchos padres era más que suficiente para dejarnos saber que teníamos que quedarnos callados y quietos porque si no, ya sabíamos como iba a terminar la cosa. Si os digo la verdad, pienso en eso y me dan escalofríos. ¿Cómo puede mirar así a su hijo la persona que le dio la vida? y lo qué es peor… ¿Es necesario utilizar la violencia (pegar) para corregir un comportamiento?
Al pensar en ese tipo de situaciones es normal que nos preguntemos ¿Estoy desempeñando mi papel como madre/padre correctamente? Es cierto que muchos de nosotros hemos crecido en hogares donde el castigo y los golpes eran la manera en que nuestros padres conseguían lo que querían, no porque corrigieran nuestros comportamientos, no, sino porque generaban en nosotros un miedo interno que impedía que fuésemos nosotros mismos y actuáramos de la manera que ellos querían. Nos convertían en verdaderos sumisos. Muchos pensaban que pegar ayudaba a definir el carácter. Qué lejos estaban de la realidad.
Un cachete a tiempo no educa ni corrige. Simplemente se trata de un desahogo emocional personal del adulto que lo propina y que afecta emocionalmente al niño que lo recibe.
Un cachete a tiempo
Para que nuestros hijos cuando sean mayores sean felices, sean valientes, sean amables, sean responsables, tengan seguridad en si mismos, sepan tomar decisiones, tengan respeto por ellos, tengan respeto por los demás, sepan dan cariño, sepan recibirlo… ¿Consideras que esto es lo que nosotros como padres tenemos que hacer?:
Pegarles, gritarles y tratarles mal.
Ordenarles continuamente, ellos tienen que obedecer y obedecer sin más.
Nosotros sus padres tenemos que decirles lo que tienen que hacer, siempre.
Tenemos que ser superiores a ellos y estar por encima para que obedezcan.
Ellos no pueden ser iguales a nosotros.
Tienen que ser inferiores.
Deben obedecernos siempre. Para todo.
Tienen que quedarse quietos cuando nosotros lo digamos porque nosotros se lo ordenamos.
No pueden llorar porque llorar y quejarse está mal, a eso sólo tenemos derecho los adultos.
Tienen que aguantarse cuando están cansados y no pueden expresarse porque nosotros ya tenemos bastante.
No pueden tener opinión. La nuestra es la que vale para todo.
No tienen que aprender lo que es la vida, tienen que aceptarla sin más y punto porque nosotros lo decimos.
No hace falta explicarles nada, sólo se lo tenemos que ordenar.
Tienen que ser totalmente responsables de sus actos. Si tiran el vaso con el agua son unos inútiles. Tienen que vestirse solos. Tienen que comer solos. Tienen que hacerlo todo solos porque ya son mayores para todo aunque nadie les haya enseñado. Tienen que entenderlo todo a la primera. Con una vez que se lo digamos vale.
Cuando estemos hablando con otra persona y quieran decir algo, no se lo podemos permitir. Les tenemos que dar una torta y alejarlos. Para que aprendan a no meterse en una conversación de adultos.
Nunca, nunca hay que escucharles porque siempre dicen tonterías y cosas de niños que a nadie le importan.
Todos los niños, son torpes, mentirosos, se portan mal, nunca obedecen, no cuidan sus cosas, no saben hacer nada.
No les da la gana hacer los deberes porque son unos vagos.
Como los adultos tenemos problemas muy importantes tenemos derecho a pegarles para que aprendan. Si no se les pega, no aprenden.
Como la vida es muy dura ellos tienen que aprender a palos.
Hay que ignorarles continuamente para que nos hagan caso.
Para que se lave los dientes hay que decirle que es un guarro y amenazarle con que le van a salir gusanos de la boca y nunca más le vamos a querer.
Para que dejen de pegarse entre hermanos hay que pegarles para que sepan lo que duele.
Hay que decirles lo inútiles que son cuando no saben hacer su cama para que se espabilen.
Hay que darles de la basura el bocata que se les ha caído porque son unos torpes.
Tienen que comerse la cáscara de la mandarina porque si no saben hacerlo es su problema.
Por suerte, y debido a los cambios culturales y sociales que se están dando actualmente, los modelos de sumisión han ido desapareciendo cada vez más. Ahora los niños tienen la oportunidad de ser más libres para expresar sus emociones porque los padres están cada vez más informados.
Es cierto que cada padre adopta diferentes estilos de crianza y esto dependerá de la situación, estado de ánimo, de cómo han sido educados, entre otras circunstancias. En la sociedad actual podemos observar que algunos padres son permisivos, otros autoritarios, mientras que otros son democráticos (es el estilo que consideramos apropiado y el que queremos resaltar).
Padres Democráticos
Son aquellos que orientan a sus hijos, implican a sus hijos en la toma de decisiones, les dan explicaciones, establecen reglas razonables y les involucran en todo momento, les hacen sentir parte importante del núcleo familiar. Además, eligen las soluciones más beneficiosas para los implicados en el problema. Son padres que ofrecen opciones y que aplican la firmeza con dignidad y respeto. Los padres democráticos aplican disciplina positiva. El objetivo de educar a los niños con disciplina positiva es conseguir resultados positivos a largo plazo. Por ello, siempre se debe tener en cuenta: ¿Qué le quiero enseñar a mi hijo? ¿Estoy motivando a mi hijo para generar un cambio o lo estoy desmotivando con lo que estoy haciendo?
Como padres, tenemos la responsabilidad de crear un ambiente favorable para el desarrollo de nuestros hijos, un ambiente que los motive para mejorar. Es importante tener cuidado con las estrategias que se vayan a implementar. Es probable que, en un momento de frustración o desesperación, se recurra al castigo físico o a utilizar frases negativas y humillantes para el niño. Este tipo de estrategias parecieran ser efectivas porque generan el cambio esperado en el momento, pero en realidad a largo plazo sólo traerán respuestas negativas en los niños, como rebeldía, resentimiento, venganza o baja autoestima.
Un cachete a tiempo no es necesario ni respetuoso. En este sentido, la clave es disciplinar con dignidad y respeto, motivando y alentando a los niños. No es una tarea fácil ni sencilla, pero con el tiempo podrás ver los resultados de tu esfuerzo y pensarás que definitivamente valió la pena.
¿Qué alternativas tenemos?
Frases cortas y firmes: Que expresen con claridad nuestros sentimientos pero sin atacar al niño: Estoy muy enfadado por… (y explicarle los motivos)”. “Podemos decir cómo nos sentimos, pero sin necesidad de insistir en lo “malo” que es el niño o lo mal que lo ha hecho.
Serenarse: Lo mejor es serenar el ánimo y pensar en lo que debemos decir al niño. Si necesitas retirarte para hacerlo, hazlo. Vuelve a hablar de la situación cuando estés más calmado.
Demostrar cariño y respeto siempre Los padres deben mostrar respeto y cariño, hacer saber a sus hijos que su enfado no es sinónimo de dejar de quererlos.
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Autor: Johannes Ruiz Pitre
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