¿Qué nos desgasta tanto a padres e hijos?
El desgaste emocional parte, sin duda alguna, de los padres. Y es de nosotros que se extiende a los niños de los que quizás, y siempre digo quizás, esperamos más de lo que deberíamos.
Las altas expectativas
Sí, las altas expectativas generan frustración y enfados. Frustración y enfados manifiestos tanto en los adultos que intentamos educar como en los pequeños que solo intentan aprender.
Cuando los padres tenemos altas expectativas sobre nuestros hijos es más frecuente que nos enfademos cuando su comportamiento no se ajusta a lo que esperamos de ellos. Y entramos en una dinámica en la que nadie se siente bien con lo que dice o hace.
Los niños se frustran porque ven que sus padres nunca están satisfechos con ellos o siempre les riñen por todo. Y los adultos, al entrar en una lucha agotadora para conseguir que nuestros pequeños sean o hagan aquello que nosotros desearíamos, nos frustramos más y más al ver que no lo conseguimos. Olvidando que una de las tareas más importantes de ser padres es aceptar a nuestros hijos tal y como son, con sus más y sus menos, con sus cualidades positivas y con todas aquellas que aún tienen por mejorar y guiarles para que logren ser adultos responsables sin negarles la oportunidad de ser quienes son.
La falta de tiempo
Otro factor que nos desgasta enormemente, especialmente a las madres (a pesar de que hoy los padres se involucran cada vez más en la crianza de los hijos) es la falta de tiempo que experimentamos al tener que estar todo el tiempo sobre nuestros hijos.
Estamos ahí para ayudarles a cuando se visten, se hacen la cama o se preparan la mochila del cole. Seguimos ahí para llevarles de aquí para allá,de parque en parque o a las diferentes clases extraescolares, cansadas les ayudamos a hacer sus deberes, ducharles, darles la cena y finalmente acostarles.
La solución es dejar espacio para que nuestros hijos desarrollen la autonomía suficiente para que aprendan a realizar sus quehaceres diarios ellos solos y dejar de sobrevolar sobre sus cabezas. Un exceso de protección genera dependencia y provoca inseguridad en los niños. Un niño sobreprotegido será un niño que se sentirá permanentemente amenazado y en peligro, por lo que siempre requerirá nuestra atención.
Así, si queremos más tiempo para nosotros y no sentirnos tan desgastados debemos promover la autonomía de nuestros hijos desde que son pequeños, permitiéndoles que vayan haciendo diferentes tareas sin miedo.
Recordemos que el hecho de que nuestros hijos tengan mayor autonomía no es dejarles totalmente solos. Significa que van adquiriendo confianza en sí mismos para hacer sus cosas con la certeza de que siempre nos tendrán a su lado para apoyarles cuando lo necesiten.
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