La autorregulación emocional tiene por objeto "ajustar" nuestra respuesta emocional, su intensidad, por ejemplo, a patrón de reacción socialmente aceptable, de modo que podamos mantener unas relaciones positivas con las personas de nuestro entorno.
La autorregulación requiere el uso de una serie de estrategias que conducen al control de las emociones.
La autorregulación emocional implica conocer nuestras reacciones emocionales y tener la capacidad para inhibirlas o canalizarlas de una forma socialmente aceptable (Thompson, 1999).
Los/as niños/as pequeños/as tienen un pobre control emocional y no conocen bien los límites del comportamiento adecuado, por lo que suelen presentar muchos conflictos y dificultades en su conducta social.
La autorregulación de las experiencias emocionales comienza en la infancia. Hasta los dos años, los niños y las niñas tiene muy poca capacidad autorreguladora y expresan sus emociones de manera espontánea, impulsiva y directa, pero, a medida que progresa su desarrollo motor, cognitivo, lingüístico y social, van adquiriendo una capacidad para adecuar sus reacciones emocionales a las pautas de su contexto social y cultural.
Después de los dos años, los niños y las niñas hablan de sus emociones y sentimientos y hacen algo para controlarlos. Por ejemplo, pueden intentar disminuir la estimulación sensorial, "tapándose los ojos u oídos"; hablarse a sí mismos para tranquilizarse, "mamá ha dicho que volvería pronto"; cambiar objetivos, como decir "ya no quiero jugar", para evitar el sentimiento de rechazo, después de haber sido rechazado.
Hacia los seis-siete años, los niños y las niñas se vuelven más reflexivos, utilizan más razonamientos verbales, meditan más sus respuestas y controlan mejor su conducta emocional.
Desde la mitad de la niñez hasta la adolescencia, aprenden a manejar de distintas maneras las situaciones emocionalmente estimulantes.
Por ejemplo, ante un hecho o noticia desagradable, los niños y las niñas de más edad mencionan más estrategias cognitivas para superar la emoción, mientras que los de menos edad "se distraen" con conductas alternativas, como leer o jugar.
La capacidad de generar diversas estrategias autorreguladoras y ajustarlas a las demandas de la situación permite a los niños y las niñas mayores y a los adolescentes manejar las tensiones diarias.
Los progresos del niño y niña en la autorregulación de la experiencia emocional dependen en gran medida de:
Un determinado nivel de maduración del sistema nervioso central.
El nivel de desarrollo cognitivo y del lenguaje adecuado a la edad.
La acción socializadora de los padres y madres.
La creciente capacidad para pensar sobre las propias emociones, manejarlas y controlarlas.
La capacidad para comprender una emoción concreta en una situación determinada.
El progreso en el desarrollo de las habilidades para las relaciones interpersonales, lo que permite al niño y niña ajustar sus emociones en función de las demandas de los demás.
El creciente interés por las reacciones emocionales de otras personas y la mayor capacidad para comprenderlas.
El aprendizaje y empleo de estrategias personales para reconducir las emociones, especialmente las negativas.
Bibliografía Psicología del desarrollo en la edad escolar. Foto de Fondo creado por freepic.diller - www.freepik.es