Hace unos días, así por sorpresa, sin avisar ni nada, hemos sido testigo de uno de los acontecimientos más importantes de la vida de todo niño: la caía del primer diente de mi mayor.
La verdad es que yo estaba esperando a que llegara el momento, teniendo en cuenta que mi niño está muy cerca ya de los 7 años y no tiene amig@s o compañer@s a los que todavía no se le haya caído algún diente. Vamos, que iba algo rezagado, aunque tampoco me preocupaba. Teniendo en cuenta que fue tardío en desarrollar su dentición -su primer diente le comenzó a salir justo cuando cumplió un año y le fueron saliendo muy espaciados en el tiempo-, evidentemente no esperaba que fuera el primero en mudar la dentadura.
Pero no nos ha dado tiempo a vivir la emoción de la caída del primer diente. Me refiero a sentir que el diente se mueve, esperar a que llegue el momento y preparar la consabida visita del señor Ratón Pérez. No, aquí vamos a matacaballo, para qué andar con prolegómenos.
Todo pasó hace unas noches. Fue en ese momento de "me voy a la cama pero me levanto a hacer pipí, y a beber agua, ay que no me he lavado los dientes..." y todo lo que se pueda hacer por alargar el momento de acostarse. Yo ya estaba en modo por hoy no doy más en el sofá, cuando escucho jaleo que si boca, que si sangre, que si corre al baño.
Pensé que se había mordido o dado un golpe hasta que escuché la palabra "diente" y pensé que no podía ser. Imposible que se caiga un diente sin que se haya movido un poco antes, así que lo primero que se me pasó por la cabeza fue que se habría roto el diente con un golpe.
Me levanté corriendo -bueno, corriendo no, que no estoy para movimientos ágiles, digamos que lo más rápido que pude- y al llegar al baño vi a mi niño enjuagándose la boca, no dejaba de sangrar. Y preguntando qué había pasado, papá me enseñó la prueba del delito, un diente perfecto, entero, en la palma de su mano.
Efectivamente, ¡se le había caído su primer diente!. El pobre estaba muy asustado, no se lo esperaba. Estaba mordiendo un pajarito de Angry Birds de goma cuando notó que se le soltaba y comenzó a sangrar. Y yo que no acababa de creérmelo, no hacía más que preguntarle si había notado antes que se le movía el diente, porque me parecía muy raro que se cayera así de golpe.
Pero va a ser que no, el niño jura y perjura que no se le ha movido el diente, ha tenido a bien caerse así, como una manzana de un árbol, sin avisar.
Ya recuperado del susto se le cambió la cara y empezó a asumir lo que le estaba pasando: por fin se le había caído su primer diente, después de ver cómo era algo habitual entre sus compañer@s y amig@s, y pasó del susto a la alegría."Se me ha caído un diente, ya soy mayor".
Es como el inicio de una nueva etapa, deja de ser un poco niño para ser un poco mayor, o esa es al menos al responsabilidad que ha asumido, y ya empieza a hablar de su dientes de adulto. Ains, pero ¿no es aún muy pequeño para hablar de sí mismo como un adulto?. Que no, leñe, que quiero que siga siendo niño por mucho tiempo.
¿Y qué pasa cuando se cae un diente?. Que viene el Ratoncito Pérez, se lo lleva y a cambio deja un regalito. Pero claro, hay que tener en cuenta que normalmente el diente va avisando que se va a caer y el Ratoncito Pérez puede tener prevista la visita. En este caso pillamos al Ratoncito Pérez en pelotas, ya me diréis a mi un martes a las casi 10 de la noche.
Pues venga a tirar de imaginación, porque en casa no suele haber monedas de chocolate -si las compro se las comen y duran menos que un billete de 500â?¬ en la puerta de un banco-, a mis niños no les gustan las chuches, y para colmo tenía el monedero pelado. Si es que estas cosas hay que avisarlas con tiempo, y más a una madre desastre como yo.
Por suerte recordé que tenía unas cajitas guardadientes que nos dieron en un bautizo, y además recordé dónde estaban guardadas, que es lo realmente sorprendente, le di a cada uno la suya, aunque a mi niña aún debe faltarle tiempo para que llegue su momento. Guardó en ella su diente y la metió debajo de la almohada, como corresponde.
Así que nada, pensando, preguntado a otras mamis por FB y TW, a ver qué podía improvisar para esa noche.
Lo primero que se me ocurrió fue escribir una carta a modo de Ratoncito Pérez explicando que dadas las circunstancias no le había sido posible pasarse a recoger el diente y dejar el consabido regalo. Pero no quería que mi niño amaneciera sin su detallito.
Mi idea era dejarle algunas monedillas y algo de chocolate, en el monedero encontré un triste billete de 5â?¬ medio escondido entre las tarjetas y, aunque no quería dejarle tanto -creo que el detalle ha de ser más simbólico que otra cosa-, mejor eso que nada. Y me puse a rebuscar en la alacena de la cocina por si había algo de chocolate que pudiera servir de regalito. Como quien busca encuentra, di con unos bombones de chocolate que había comprado en navidad, con envoltorio individual, y me pareció que con el billete podía ser un buen detalle.
Seguía con la idea de la carta, pero la verdad es que a esas horas y tras el día que había pasado estaba tan cansada y muerta de sueño que no me encontraba con ganas ni con creatividad para hacer nada. Así que pensé dejar las cartas para los sucesivos dientes y prepararlas con tiempo.
Todo esto fue, claro, cuando mi niño ya se había dormido. Pero antes de dormirse tanto él como su hermana eran un manojo de nervios. Él no reaccionaba mucho por la sorpresa, estaba como en shock el pobre mío, pero su hermana estaba como si le hubiera tocado la lotería. No hacía más que saltar, aplaudir, bailotear, como si el diente se le hubiera caído a ella, ¡menuda fiesta le hizo!. Estaba emocionadísima y yo no podía evitar reírme al verla.
Y quiso ser co-protagonista diciendo que a ella se le iba a caer también un diente mañana, o dentro de dos días, o dentro de tres, haciendo lo números con sus deditos. Pobrecita mía, quiere pasar por lo mismo que su hermano, y cuanto antes mejor, ¡pero si yo quiero que siga siendo así de pequeña siempre!.
El mejor momento fue cuando, ya en la cama los dos, mi niña le pasa el brazo por encima del hombro y le dice "¡hermano, estoy muy orgullosa de ti!", como si hubiera ganado el mismísimo Noble, pero qué salero, qué arte que tiene y qué madre que es, ¡me la como!. Muerdo de amor y orgullo a partes iguales con estos gestos, no puedo evitarlo.
Mi niño cayó dormido enseguida a pesar de los nervios pero la pequeña no se dejó tan fácilmente. Mientras yo intentaba ver un rato la tele y pensaba en qué pondría bajo la almohada, ella daba paseos nocturnos de la cama al salón haciendo preguntas. Que si por qué se caen los dientes. Que si a dónde va el diente cuando se cae. Que si cuándo se le va a caer a ella. Que si quiere que se le caiga ya alguno. Que si quién va venir, el Ratoncito Pérez o el Hada de los Dientes. Que si por dónde va entrar. Que qué pasa si viene el Ratoncito Pérez y ella está despierta. ¡Ay omá, que esta niña no se duerme!. El día que se le caiga a ella, no quiero pensar la noche que va a pasar.
Por la mañana mi niño se levantó pero no quiso ver qué había debajo de la almohada hasta que se despertara su hermana, él es así, le gusta compartirlo todo. Así que cuando la dormilona se dignó en abrir los ojos allá que fueron los dos corriendo a ver qué había dejado el Ratoncito Pérez...
¡¡¡Mamá, me ha dejado bombones y dinero, UN BILLETEEEEEE!!!
Teniendo en cuenta que lo más que maneja son los 0,50â?¬ que se lleva al cole para comprare el bocadillo en el recreo, un billete de 5â?¬ es una riqueza. Los bombones cayeron de desayuno, antes del colacao, of course, no dura mucho el chocolate en las mano de mis hijos.
Me dio por preguntarle si estaba contento con el regalo que le había dejado el Ratoncito Pérez y con cara un poco de circunstancia me dice "sí mamá, aunque yo me esperaba un Lego". Y yo, echando mano del recurso rápido le respondí "ya cariño pero el Ratoncito Pérez es muy pequeño y no puede cargar con un juguete tan grande, por eso suele dejar algo de dinero, para que tú lo ahorres y puedas comprarte lo que quieras". "Genial mamá, pues voy a guardar todo el dinero que me traiga con cada diente que se me caiga y cuando se me hayan caído todos me voy a comprar un Lego enooooooorme, o mejor¡El Halcón Milenario!".
Pues nada, ya tiene una motivación para hacer hucha con los regalitos de Ratoncito Pérez, otra cosa es que tenga la paciencia suficiente de esperar a que se le caigan todos lo dientes para invertir los ahorros en su querido Lego.
La verdad es que no se lo que se estila por ahí en esta tradición. En mi caso y casa solo hay un detallito simple con el primer diente, pero por lo que veo ahora se suele hacer detallito en cada diente. Como considero que con los Reyes Magos y el cumpleaños tiene regalos de sobra durante todo el año, creo que esta tradición es mejor dejarla en un pequeño detalle, simbólico, que sea más el recuerdo de un momento de su vida, a que sea un motivo de para otro regalo más, no creo que sea necesario. Deben aprender también a valorar lo poco, lo pequeño, el detalle, el valor de las pequeñas cosas.
Y así, como quien no quiere la cosa y casi al atropello, hemos celebrado en familia la caída del primer diente de nuestro primogénito. Y así, como quien no quiere la cosa y casi al atropello, vamos quemando etapas en sus vidas.
¿Habéis pasado ya por esta experiencia?, ¿cómo la habéis vivido?, ¿qué detallito habéis preparado para vuestros peques en este momento tan especial?, aún me quedan muchos dientes por recoger así que todas las ideas son bienvenidas.