Hace unos días una amiga me pidió ayuda para conversar sobre una situación emocional en la que se sentía indecisa y doliente. Ella atraviesa una situación matrimonial difícil, acaba de separarse de su esposo luego de haber intentado por todos los medios que la situación se arreglara. En ese momento quedamos en vernos el próximo viernes pero por causas ajenas a mi voluntad no podía reunirme cuando llegó el día pautado. Luego entendí que las causas no fueron creadas por mi sino por el perfecto orden que viene de Dios.
Esta amiga necesitaba consejo y consuelo. Luego comprendí que yo también porque estaba atravesando un momento de mi vida de indecisión y, hasta cierto punto, un duelo anticipado (por algo que aún no había sucedido).
Inicié un proceso de sanación y descubrimiento interior que ha hecho que evolucione emocionalmente, inclinando el amor primero a Dios y luego a mi persona, amándome tanto como o quizá un poquito menos de lo que Dios me ama. Este proceso no tiene que ver con los demás ni con los culpables que yo me dediqué a encontrar en mi vida. Tiene que ver conmigo y la mirada del observador que soy.
En un libro que me recomendaron para continuar mi proceso de sanación, recordé la ayuda que mi amiga me pidió. Entonces comprendí que no estaba en congruencia en mis acciones como para estar dando consejos. En coaching nos enseñan esto: si no puedes estar en congruencia con tus valores no puedes ofrecer el soporte necesario para la otra persona.
Sin embargo, estoy al pendiente de esta amiga por razones aún mayores. Actualmente estudio logoterapia y, en adición, estoy haciendo un proceso terapéurico de Curación de Actitudes. Todas las herramientas que tengo a la mano y que voy descubriendo me preparan para ofrecer lo mejor de mí desde mi experiencia vivida. Decidí hacer viva y eficaz las palabras de Viktor Frankl: “Si puedo curar, curo; si no puedo curar, alivio; y si no puedo aliviar, consuelo”. Obviamente aún no estoy preparada para hacer un proceso terapéutico con ella, pero desde lo que tengo si puedo ayudar a transitar su camino. Empecé invitándola a una charla y a leerse el libro que me estoy leyendo.
La verdad es que somos verdaderos representantes del ego. Y siempre queremos ser los que más sabemos de las situaciones. Entendemos que somos los indicados para resolver los temas de los demás y no es así. Si mantenemos una actitud de que todos somos maestros y discípulos (un principio de Curación de Actitudes), es decir, nunca estar unos por encima de los otros, caminaremos con humildad y asombro ante este paso por la vida. Viviremos desde la paz y no desde el conflicto o la tensión.
Las tensiones de la vida siempre estarán presentes, lo importante es la actitud con que afrontamos estas tensiones (logoterapia pura y simple como digo yo).
Todo eso que he aprendido en mi propia piel, me ha enseñado que tengo mucho para dar y ofrecer. Lo mejor está por venir. Ahora me toca, desde donde quiera que sea plantada, florecer.
Gracias Dios por todo.
Hasta la próxima.