El sábado 2 de marzo me levanté con más energía que ningún día. No sé si mi yo interior intuía algo de lo que iba a pasar, pero el caso es que saqué todo lo que había en la nevera y me puse a hacer táperes de comida para congelar. Hice un pedido online de productos frescos para la semana y coloqué el nuevo papel del vestidor.
Justo en ese momento noté como si me hubiera hecho pis encima, pero al mirar me pareció que eran restos del tapón mucoso que había empezado a expulsar dos días antes. Como había ido al hospital y me habían dicho que aquello podía no significar nada y que volviera en caso de romper aguas o si las contracciones eran fuertes y seguidas decidí quedarme en casa a la espera de los acontecimientos.
Alrededor de las 21:00 de la noche noté que “lo que estaba expulsando” iba a más y, después de preparar mis cosas tranquilamente, nos fuimos al hospital. Pensando que posiblemente me volverían a enviar a casa.
Cuál fue mi sorpresa cuando en una primera exploración la matrona me dijo que había roto aguas y eran oscuras. Y que además habían pasado demasiadas horas, por lo que tenía que pasar a monitores rápidamente. Los minutos se hicieron eternos hasta que nos dijeron que estaba todo bien.
Había dilatado sólo 2 cm, así que quedaba mucho trabajo por hacer. Pasado un tiempo y viendo que las contracciones no iban a más, decidieron que había que provocar el parto porque no podían dejar que pasara más horas con la bolsa rota. Con las primeras contracciones después de la oxitocina ya me quería morir, así que pedí que me pusieran la Epidural.
Una hora después ya estaba de casi 9 cm y Julen queriendo salir. Recordé la imagen de Alma cuando la vi por primera vez, le cogí la mano a su padre y apreté con todas mis fuerzas hasta que pude sacar a mi niño en el último empujón con mis propias manos.
Dar vida es la sensación más increíble del mundo, lo hagas por primera, por segunda o por cuarta vez. Y ahí estaba él, tan gordito, tan calentito y con ese olor tan especial… Sólo podía llorar de felicidad mientras pedía que se detuviera un poco el tiempo. Necesitaba exprimir aquel momento al máximo y guardarlo en mi corazón para siempre.
Y cuando pensaba que no podía caber más felicidad dentro de mi cuerpo, llegó ella, con su sonrisa, sus nervios y su ilusión por convertirse en hermana mayor. La primera vez que se vieron los hermanos es otro de los instantes que guardo como un tesoro.
Mi pequeño gordito, me estás enseñando tantas cosas… El amor no se ha dividido, se me ha multiplicado por dos. Al igual que la paciencia y la fuerza en el día a día. Te quiero desde el primer segundo que te vi y me pierdo en tus sonrisas de medio lado cada vez que te como a besos.
Gracias cariño mío por ser tan especial, por elegirme como madre y por ser la pieza perfecta que le faltaba a nuestro puzzle. Ya estás aquí y nos queda toda la vida para compartir historias