Sansón llega al mundo
18 de Abril de 2015. Revisión con Gini. A estas alturas ya no hay confusión, esperamos un varón, y un varón de manos y pies grandes. Estoy saliendo de cuentas, tengo contracciones leves desde hace unos días. Me pregunta qué hago y le contesto que reposo. Estoy tan enorme que no puedo moverme! Comentario de la experta: “pues muévete, anda, sal de fiesta, rompe tu rutina, haz todo lo contrario a los que has estado haciendo hasta ahora, mentalízate de que el niño tiene que salir”
Dicho y hecho: mi marido y yo nos vamos de compras, a comer de restaurante, salimos a cenar y por primera vez en 9 meses a bailar. La cara de la gente a nuestro alrededor un poema. Una mujer me espeta de manera vehemente: “te vas a poner de parto!!” Y yo respondo feliz “es lo que pretendo” Llegamos a casa de madrugada, a la una…pero llevo todo el día de fiesta loca, me duelen los pies, tengo molestias en la tripa. No duermo bien y a las 6 me despierto por enésima vez para ir al baño. Algo que no es orina empapa mi ropa interior y el pantalón del pijama.
Llamo a Gini, todo indica que la bolsa está fisurada así que me ducho, cojo la bolsa del bebé, mi marido nuestra maleta, cerramos la casa y cogemos el coche hacia el hospital. Por el camino llamo a la matrona. Todo bien, todo en orden, voy teniendo contracciones regulares. Hacemos el check in en el hospital y Gini me pone las bandas para controlar al bebé y mirar mis contracciones. Apenas he dilatado y cuando la matrona me ve exclama “pero qué verde estás!!”
Sin dilatar, cuello sin borrar, bolsa fisurada, yo con ojeras de no haber dormido en toda la noche…sólo quiero una cama…La matrona me enchufa un propes (tampón con oxitocina) y con el futuro papá nos instalamos en la habitación. No recuerdo si comí o no. Recuerdo el pasar de las horas rápido y lento. Dormir, retorcerme de dolor por las contracciones, y seguir durmiendo. A medida que avanzaba la tarde el dolor era cada vez más intenso y las contracciones más seguidas. A las 19.30 ya no podía más, lloraba de dolor, a las 20hrs me bajaban al paritorio y el dolor se suavizaba. Primera epidural.
Recuerdo la sala fría, llena de aparatos y monitores. Recuerdo la cara de Gini a cámara lenta diciendo “Sil respira, empuja, estás de parto dilatada de 10cm; un poco más, empuja, respira, empuja”. Algo no va bien.
Mi marido me sujeta. Estoy en cuclillas. Segunda epidural. Rompo aguas en algún momento en el paritorio. Todo es confuso, algo no va bien, lo veo en la cara de Gini. Introduce la mano, toca al niño pero no lo puede sacar.
Bajan al ecógrafo. Está atascado. Son las 22hrs. “Sil, no empujes. No sale; te haremos una cesárea de emergencia”
Tercera epidural. Mi marido no ha dejado de estar a mi lado ni un minuto. Está atento a todo lo que sucede a nuestro alrededor. Ya no estamos en el paritorio sino en a sala contigua, en el quirófano. Me coge la mano, firme y en silencio. “Marido” le digo. Me mira con sus tiernos ojos azules “Te han vestido de médico, me siento en anatomía de Grey y tu eres mi doctor macizo” Sonríe.
Durante la cesárea, hay dos ginecólogas y un anestesista intentando sacar al bebé de mi tripa. Gini me grita exhausta “¿cómo se llama el bebé?!” yo le respondo que aun no tiene nombre, que estamos esperando a verle la cara para decidirnos. Gini continua “es que no quiere salir! Cuando lo tenemos se mete otra vez! Sansón sal!” y del tirón alumbro a un varón de 4 kilos y medio y 54 cm.
Faltan 5 minutos para medianoche, he tenido a un bebé pero no lo veo, le pregunto a mi marido. Responde que está bien, que lo están mirando. El momento del parto le ha dejado marcas visibles. La matrona se lo lleva a la incubadora mientras me cosen detenidamente para que la cicatriz sea lo menos visible y traumática posible. “Marido, acompaña a tu hijo para que no esté solo, yo estaré bien” Gini asiente.
Son las 2 de la madrugada del día 20. Estoy sola flotando en una habitación oscura. No me puedo mover. Debo de estar muerta me oigo pensar. Como cuando era adolescente y se me paró el reloj y, en lugar de pensar que se había terminado la pila del reloj de pulsera, pensé que me había convertido en un fantasmón errante.
Entra una enfermera preguntando por la ropa del bebé, señalo la bolsa mientras tomo conciencia de que sigo viva. Y ahí llega la anécdota que le encanta a mi marido: la mujer se queda mirando la ropa de recién nacido que había preparado con tanto amor y cuidado y con cara de asco me pregunta “¿sólo esto has traído?¿esto tan pequeño?”
Seguimos en unos días con el tercer capítulo sobre los primeros días de Mini Thor
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