Dormir, dormir, dormir...
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Eso es lo que deseamos la mayoría de padres primerizos (o de padres, en general ;)).
En mi caso, es algo especial.
Los que me conocen saben que siempre he sido muy dormilona, y lo que más temía antes de que naciera el Duendecillo era precisamente eso: quedarme profundamente dormida y no conseguir escucharlo cuando me necesitara en mitad de la noche.
Por suerte, eso no llegó a ocurrir durante los primeros meses de vida del pequeñajo. Está claro que nuestro cerebro está perfectamente programado para criar a un bebé. Algo dentro de nuestra cabeza hace "CLIC", y de repente no necesitas dormir más de dos horas seguidas.
Aun así, van pasando los meses entre pañales, arrullos, biberones o pechitos (o ambos), siestas... y el cansancio se va acumulando en tu cuerpo.
Sin embargo, sigues levantándote a altas horas de la noche a consolar al chiquitín porque está llorando.
Está claro que la Naturaleza es sabia, y seamos como seamos, estamos hechos para cuidar de nuestra descendencia. Tanto las mamás como los papás, sin distinción.
Digo esto porque Superpapi también se levantaba a altas horas de la noche. Sobre todo a partir de mi reincorporación al trabajo, para que yo pudiera descansar.
De hecho, él pasa muchas más horas con el Duendecillo que yo. De manera que forma parte de toda esa generación de Superpapis implicados al 100% en la crianza de sus hijos.
Cuando estás embarazada, ya desde el principio, el cansancio se apodera de tu cuerpo de tal forma, que parece que lleves un oso abrazado a tu espalda todo el tiempo.
La gente te dice: “Aprovecha para dormir ahora todo lo que puedas, porque cuando nazca el bebé será imposible.”
El problema es que nadie te dice que cuando tu barriga empieza a parecerse a un balón, eso ya no es tan fácil. Te sientes pesada, si te mueves te molesta. También te molesta cuando no te mueves…
En ambos embarazos llegó un momento que tenía que dormir en el sofá, casi sentada y con un montón de almohadones, porque no soportaba estar tumbada en la cama. Además, cuando conseguía tener una postura más o menos cómoda para descansar, entonces eran los pequeñajos quienes empezaban el bailoteo para acomodarse.
A todo esto, he de sumar mis desvelos. Oh, sí, porque encontrar la postura óptima no es el único problema. También hay que conseguir que venga el sueño. Cosa que muchas veces se resistía a aparecer. Supongo que en parte debido a las preocupaciones sobre que el bebé llegara bien, en parte por el nerviosismo que se va acumulando conforme se aproxima la fecha del parto, y otras cosas más…
De esta manera, durante las últimas semanas de embarazo es casi imposible descansar como es debido.
Por otra parte, una vez ha nacido el bebé, también te sugieren que duermas cuando él o ella lo haga. Lo que no te dicen es que mientras el bebé duerma, tú has de aprovechar para ducharte, comer, hacer la colada, preparar la comida, limpiar la casa, y un montón de tareas más. A veces puedes demorarlas y darte un descanso. Sobre todo si tienes ayuda, de Superpapi o de otra persona.
Pero eso es tema para otro post.
¿Qué opinas, tú podías dormir al final de tu embarazo? Puedes explicar tu experiencia en los comentarios.
¡Feliz semana!