Aún recuerdo el día en que mi madre vino por sorpresa y me regaló Fantasma de palacio, una historia de Barco de vapor (puedo decir que empecé a leer con su serie blanca) para primeros lectores. Me dijo que aquel era mi primer libro para leer sola. La historia era sencilla, pero me encantó. Todavía me acuerdo nítidamente de sus ilustraciones, en blanco, negro y rojo, que casi podría repetir en mi cabeza. Creo que lo releí mil veces, mientras me preguntaba por qué sus personajes tenían esos nombres tan raros (Balduino y Wuff). Quizá hubo otros libros antes, pero ese fue el primero que recuerdo como tal.
Es verdad que en nuestros días los niños más pequeños tienen cuentos preciosos y que nos hacen preguntarnos por qué no se inventaron antes, como éstos. Pero, por otro lado, como la inocencia de nuestros primeros libros, ninguna. ¿Quién no recuerda con cariño al Pirata Garrapata, Fray Perico y su borrico, a El pequeño Nicolás, a nuestra querida Matilda o a Los cinco de Enid Blyton? Aunque, por cierto, la obra de esta autora inglesa esté siendo revisada por ser racista, sexista y puede que nazi. Y si lo piensas bien, algo de sexista sí que tiene, aunque ni supiéramos que era eso.
Recuerdo aquellas noches de verano en que devoraba las historias de Las mellizas O’Sullyvan en Santa Clara y que después de unos años dieron paso a las historias de Las gemelas de Sweet Valley. Pero también cuando leía una y otra vez los comics de Tintín, para mí, mil veces mejor que Ásterix, Zipi y Zape o Mortadelo y Filemón (que también los coleccionaba, pero en esto había que posicionarse) Historias ahora políticamente incorrectas y casi prohibidas a niños, en las que aparecen huérfanos, padres que castigan a zapatillazo limpio a sus hijos (como Don Pantuflo) y en las que los niños pasan todo el día en la calle, cercanos a miles de peligros y sin tener que preocuparse por que les raptaran, robaran o les atropellara un coche.
Historias de miedo y cuentos clásicos
El famosísimo Las brujas, de Roald Dahl, se publicó por primera vez el año que yo nací, y creo que fue la primera historia que leí que me causaba fascinación y miedo a partes iguales. Aquellas mujeres calvas y sin dedos de los pies eran terroríficas, pero era imposible no leer sobre ellas una y otra vez para saber cómo iban a terminar los niños de este mundo. Si te gusta este autor tanto como a mí, esta lectura te encantará. Una sensación que se repetía con El pequeño vampiro (nada que ver con la saga de Crepúsculo) y con el que conocí por primera vez a estos personajes que tan de moda vuelven a estar.
Pero antes que esos hubo otras historias. Como la de El burrito ladrón, un cuento que a mi hermana le chiflaba, porque trataba de un burrito con un viejo pistolón con el que atemorizaba a todo aquel que pasaba por su lado, o el de Los tres chivos chivones, que ahora hace las delicias de mi hijo. Yo era más de cuentos de niños pobres pero astutos que conseguían salir de todas y de historias menos conocidas, como aquel Los tres pelos de oro del diablo, de los Hermanos Grimm.
¿Y qué decir de los libros ‘Elige tu propia aventura‘? Recuerdo el día en que descubrí que podía tener muchísimos finales y que sólo dependían de las decisión que tomaras. ¿Quién no retrocedió cuando el protagonista moría para volver a tomar otro camino, diciendo aquello de ‘no vale’? Ya más mayor, me marcaron libros como Rebeldes, Los escarabajos vuelan al atardecer, Cruzada en jeans o los del detective Flanagan, pero esa es otra historia.
Nuestra infancia estuvo marcada por los libros que leímos. ¿Cuáles son los que tú recuerdas con más cariño?
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