Sí, así es. Llega un momento en el que los padres desesperados tras una larga temporada en la que nada parece funcionar con sus hijos deciden acudir a un especialista, ya sea para consultar si lo que ocurre entra dentro de lo esperable o bien porque creen que necesitan ayuda urgentemente.
Y llegados a este punto cuando decimos con todo nuestro pesar “Lo he probado todo, nada funciona con mi hijo” es hora de anotar qué es lo que hemos hecho y por qué no ha funcionado. Y cuando decimos que lo hemos probado todo y que nada funciona es porque seguro que ya hemos:
premiado,
castigado,
hablado,
gritado,
ignorado,
chantajeado,
manipulado,
suspirado,
resoplado,
contado hasta diez o hasta mil si ha sido necesario,
cerrado los ojos,
e incluso llorado más de una o veinte noches,
…Sí, parece que visto así nada funciona con mi hijo después de probarlo todo una y mil veces. Y la siguiente pregunta, la que se refiere al por qué quizás las respuestas que encontremos serán que quizás:
hemos querido resultados inmediatos,
hemos sido inconsistentes e incoherentes,
hemos roto la confianza de nuestros hijos en lo que les decimos y no cumplimos,
hemos abusado de una autoridad que no nos hemos ganado,
nuestro hijo nos ha encontrado el punto exacto donde sabe que finalmente cedemos,
estamos prestando demasiada atención a aquellos comportamientos que no nos gustan y ninguna a todo lo que hace bien,
nos estamos obsesionando por ser una madre o un padre perfecto olvidando que solo somos personas y que no podemos controlarlo todo,
…Estas son algunas de las respuestas a las preguntas iniciales: qué es lo que hemos probado y por qué no ha funcionado. Y a partir de ahora … ¿qué? Pues es hora de cambiar de dirección, porque este camino no nos lleva a otro final que no sea de nuevo el fracaso.
Es momento de:
ponernos firmes y mantenernos enfocados en lo realmente importante: nuestros hijos y su educación. No en ser una madre perfecta ni en obsesionarnos si lo estamos haciendo bien o no cuando decidimos que no es momento de hacer tal o cual cosa.
Poner normas claras, con consecuencias aplicables. Un mes sin tele sabemos que no lo vamos a cumplir así que esta consecuencia no sería aplicable y nos restaría autoridad y credibilidad.
Poner esas normas por escrito en algún lugar visible por todos.
Aplicar la regla de “Menos es más”. No es necesario una lista interminable de normas basta con cumplir unas básicas como: “obedecer a la primera, no gritar, no insultar, no pegar, no protestar, …” Cuando logremos instaurar estas, que no será fácil, ya entraremos en otro tipo de normas, pero las de convivencia son imprescindibles en estos casos.
Como padres debemos ignorar más esos comportamientos que nos sacan de quicio y prestar más atención a lo que hacen bien. Los niños quieren ante todo atención y la buscarán a toda costa utilizando el método que sea, y si lo consiguen portándose mal entonces seguirán portándose mal. Ante esta premisa es lógico que dejemos de atener protestas, enfados, malos modos, … No tengo pastillas de paciencia pero tened por seguro que al cabo de unos días esos malos comportamientos acaban por extinguirse, al principio os parecerá vivir en un infierno pero merece la pena soportar unos días así.
Empatizar con lo que le puede estar ocurriendo a nuestro hijo. ¿está enfadado, tiene un mal día, tiene celos, no sabe lo que le pasa, ….? Dale la oportunidad de que se exprese, con palabras o dibujos, abre los oídos y escúchale.
Cuidar nuestro lenguaje y nuestro comportamiento. Los niños son unos excelentes imitadores y aprender por modelado, no pidas que tu hijo no haga algo que tu no cumples. Las reglas son para todos.
Buscar ayuda profesional antes de que las cosas se desborden. Habla con el tutor del niño o niña, pide cita con el pediatra quien puede derivaros a un buen psicólogo infantil.Aún puedes probar muchas cosas más. No tires nunca la toalla.
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