De los que te dejan físicamente exhaustos.
Y aunque ya son las 9:00 de la noche, todavía hay mucho por hacer: mensajes que responder, informes que preparar, ropa que colgar…
Y si no fuese pedir mucho, ¡también te gustaría disfrutar de un ratito para ti mismo/a! (¡aunque, todos sabemos que eso, se ha convertido en un verdadero lujo!).
Así que, después de haber pasado un buen rato en familia, llega el momento de que tu hijo/a vaya a la cama.
¿Qué pasa?
Pasa que acabas dormido/a tú en su cama, ¡antes de que él o ella consiga conciliar el sueño!
Sucede cada noche.
No hay manera de que tu hijo/a pueda irse a dormir por si solo/a.
No tenéis “rutina del sueño” porque ya no sabéis qué hacer para que el niño se duerma.
Habéis probado de todo.
Pero, el pequeño/a se resiste.
Y los nervios están a flor de piel.
¿Se puede hacer algo ante problemas de sueño infantil como los que vivís en casa cada noche?
O ¿hay que esperar a que los supere con el tiempo?
¡Sigue leyendo!
Te cuento de dónde surgen los trastornos de sueño infantil y cómo gestionarlos para que por fin podáis disfrutar de vuestro merecidísimo descanso.
¿Por qué mi hijo no quiere irse a la cama?
¡Porque el mundo es fascinante y no quiere acabar en una habitación oscura sin ningún tipo de estímulo ni acompañamiento!
Así de sencillo.
Bueno, casi.
¡Ya sabes que no hay nada tan blanco ni tan negro!
Pero sí que es cierto que, si el pequeño/a no ha adquirido el hábito de dormir solo/a desde bien pequeño/a, el momento de ir a dormirse puede representar un momento de separación para él o ella…
Un momento, de inseguridad.
E incluso de miedo ante una dimensión desconocida que en muchas ocasiones le provoca pesadillas y sueños poco agradables a los que enfrentarse solo/a.
Por eso, cuando llega el momento de irse a dormir, a muchos niño/as se les hunde el mundo.
¡Tener que dejar este universo maravilloso en el que tan bien se lo pasan y en el que tan protegidos y queridos se sienten, para acabar en una habitación a oscuras a la merced de los protagonistas de esos terrores nocturnos…!
¡No es de extrañar que mucho/as lloren, se enfaden, se nieguen a dormir o se metan a la cama con nosotros!
Y por eso, mucho/as niños/as, independientemente de lo seguro/as que puedan parecer en otras circunstancias, manifiestan su miedo a estar solo/as por la noche.
Sienten verdadero miedo a dormirse.
Esa “desconexión” de su familia y de su mundo, les provoca ansiedad.
¿Qué puedes hacer si ese es el caso de tu hijo/a?
Para ayudarle a afrontar sus miedos es importante que entiendas que el miedo es una emoción universal.
Una emoción que vivimos todos los seres humanos.
Estamos cableados para sentir miedo.
Ante la percepción de un peligro, generamos un sentimiento intenso de desagrado o de rechazo.
En algunos casos, ese temor, se convierte en miedo irracional.
Si es así, acéptalo.
Tu hijo le teme al sueño.
Como alguien más puede temerles a las arañas.
Seguramente, él o ella comprende que en unas horas volverá a hacerse de día…
Que tú estás a pocos metros por si sucede algo…
Y que los personajes y situaciones en sus sueños no son reales…
Pero, aún así, siente miedo.
Y por eso es tan importante reconocer y aceptar el miedo y acompañarle en esa aceptación:
“Entiendo cómo te sientes. Tienes miedo. Sé que no ves en la oscuridad y no te gusta estar solo/a cuando cierras los ojos, ¡suceden tantas cosas fuera de tu control en tus sueños!”
Hazle comprender que entiendes sus sentimientos.
Y, dale un poco más de protección a la hora de irse a dormir.
Crea un entorno y una rutina saludable para él o ella que le invite a descansar con seguridad.
¿Cómo?
Creando una rutina de sueño saludable.
Cómo crear una rutina del sueño saludable
¿Por qué he subrayado las palabras rutinas y saludable en el apartado anterior?
No ha sido una acción aleatoria.
Quiero que entiendas el poder que los hábitos (repetidos una y otra vez) tienen para tu hijo/a.
Sobre todo, si esos hábitos son saludables.
Si estableces una rutina saludable íntegra, es muy probable que le ayudes a resolver sus problemas para conciliar el sueño.
Es decir, una rutina que gestione desde la alimentación, hasta las actividades, e incluso el lenguaje que utilizáis antes de ir a dormir.
Una rutina global.
Aquí tienes algunos ejemplos:
Prepara una cena equilibrada
No es recomendable comer en exceso antes de dormir. El mito de que al dormir con el estómago lleno se duerme mejor, no es cierto. Comer demasiado por las noches provoca pesadez de estómago e interfiere en las fases de sueño de tus hijo/as. Prepárales una cena sana que incluya:
Alimentos con bajo contenido en grasas y alto en triptófano (aminoácido que ayudar a biosintetizar las proteínas), promueve el descanso y el sueño.
Frutas y verduras como el tomate, las cerezas y el plátano, son ricos en triptófano y magnesio, y ayudan a relajar los músculos.
Los carbohidratos complejos como el arroz, la pasta, la avena y la soja, son beneficiosos contra los problemas de sueño.
Alimentos integrales y los frutos secos: estos contienen magnesio y vitaminas B1 y la B6 que ayudan con el adecuado funcionamiento del sistema nervioso.
Y, sobre todo, ¡evita que beba muchos líquidos o que coma alimentos estimulantes como chocolates o caramelos antes de irse a la cama!
Deja que disfrute de un baño antes de dormir
Tampoco se trata de un mito: el agua caliente ayuda a dilatar los vasos sanguíneos. Esto hace que más sangre y oxígeno pueda pasar por los músculos del niño/a (¡o del adulto!) a través del cuerpo.
Al liberar tensión muscular, se sentirá relajado, cómodo y con ganas de dormir, ¡aunque no sea consciente de ello!
Sintiéndose en este estado, el niño/a entrará en su dormitorio.
Allí, la temperatura será más baja.
Esta disparidad le provocará un descenso de la temperatura corporal.
Su cuerpo disminuirá sus funciones metabólicas.
Y aumentará su sensación de somnolencia.
Aleja la tecnología del niño/a antes de dormir
Un estudio publicado por el Instituto Politécnico Rensselaer demostró que el uso de dispositivos electrónicos antes de dormir puede alterar el ciclo del sueño.
Así que, es importante que limites el tiempo que el pequeño/a pasa con dispositivos inteligentes antes de irse a la cama.
Crea un ambiente tranquilo y relajante en su habitación.
Haz todo lo posible por que su cama sea acogedora…
Que las mantas no sean muy pesadas…
Que las sábanas no estén demasiado ajustadas…
Utiliza aromas con propiedades relajantes, como la lavanda, o el sándalo, que hacen que los niños se tranquilicen a través del olor…
Elimina las distracciones…
El ruido…
Y la luz.
¿Que no quiere quedarse en plena oscuridad?
Déjale encendida una luz nocturna de baja intensidad.
Cálmale con tu voz
Una canción, un poema, un cuento, una historia familiar…
Tu voz es una de las herramientas de relajación más poderosas para disponer a tu hijo/a al sueño. ¡Además de relajarle y hacerle sentirse acompañado/a, estarás también potenciando el amor hacia la lectura!
Otra opción es, simplemente, dedicar diez minutos a hablar de las experiencias vividas ese día antes de que se acueste.
Deja que comparta lo vivido y aprendido ese día…
Hazle preguntas sencillas sobre lo que ha sentido…
Escúchale…
¡Y prométele que mañana será igual de emocionante o incluso más!
Pero ¡cuidado porque los niños son grandes negociantes!
Al disfrutar tanto del tiempo que pasa contigo, va a querer más.
Demuestra que compartes ese sentimiento, pero que es importante descansar para tener toda la energía necesaria al día siguiente para disfrutar de las muchas actividades que tenéis planeadas.
Estas son solo algunas sugerencias.
Puedes crear una rutina nocturna saludable que se ajuste a vuestras costumbres y estilo de vida.
Lo importante es que sepa que a determina hora, tiene que ir a dormir.
Y sobre todo, que siga la rutina de ciertas acciones de manera repetida para que sean previsibles y le hagan sentirse seguro en todo momento.
Qué hacer si se levanta de la cama
Si a pesar de esa maravillosa rutina que has creado para tu hijo/a, el pequeño vuelvo a levantarse de la cama, mantén la calma, pero sé firme.
Utiliza tus palabras para expresar tu empatía.
Dale la oportunidad de explicar sus sentimientos, pero no cedas.
Habla con tranquilidad.
Sé que no es fácil.
Pero, no alces la voz.
No te irrites.
No le juzgues.
El niño/a no está actuando con mala intención y tiene sus motivos para querer estar contigo.
Piensa que, como Adele Faber y Elaine Mazlish explican en “Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen”:
“Hay una buena dosis de pasión paterna dedicada a ayudar a los niños a ajustarse a las normas de la sociedad; y de alguna manera, mientras mayor es la intensidad con la cual actuamos, mayor es la resistencia de ellos”.
Así que, firme, pero respetuoso/a.
Seguramente estarás cansado/a o frustrado/a…
Pero procura no entablar una guerra de poderes.
Si fuese necesario, no dudes recurrir a las técnicas de relajación para mantener la calma que mejor te funcionen.
Asegúrale que no hay monstruos ni hombres del saco haciendo una “verificación de monstruos”.
De esa manera, y con tu apoyo, se irá sintiendo cada vez más seguro/a y tranquilo/a.
¿Te gustaría poder gestionar los trastornos del sueño infantil con los que vive tu familia desde la humanidad y el respeto?
¿Crees que te ayudaría conocer el tema de la comunicación y la disciplina sin gritos más a fondo?
¿Te gustaría tener las herramientas para cuestionar tus propios comportamientos?
¿Te gustaría replantear la manera cómo gestionas la expresión de las emociones y de los miedos en tus hijo/as y/o alumno/as?
Si es así, te invito a que te inscribas en nuestra:
Certificación de Facilitadores
Una certificación presencial en Barcelona o Madrid de tres días de duración, basada en el trabajo de las expertas estadounidenses en comunicación entre adultos y niños, Adele Faber y Elaine Mazlish.
La certificación está dirigida a Educadores, Psicólogos, Coachs y a todas aquellas personas que trabajen con familias y niños y adolescentes y estén interesados en descubrir un nuevo paradigma para entender las relaciones y la interacción entre adultos, niños y adolescentes y gestionar sus respuestas emocionales para comunicarse de manera empática, respetuosa, afectiva y efectiva.
Día y noche
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¡Hasta pronto!