La realidad es que te encuentras con una niña de 5 años que lucha por encontrar su sitio y un niño de dos años que anhela descubrir el mundo que le rodea...
A veces los padres creo que inconscientemente nos quejamos demasiado, unas con motivo...pero otras pecamos de idiotas y no nos ponemos en el lugar de nuestros pequeños. Queremos que sean perfectos, que se porten bien...no, que no den ruido...estamos cansados, tenemos proyectos que queremos llevar a cabo y no nos damos cuenta de lo injustos que somos con esos niños...esos niños que cuando los dejas un día en casa de los abuelos y vas a recogerlos gritan de emoción un "mami" que te cala tan profundo que quisieras inmortalizar ese momento para siempre.
Unos niños que cuando tienes un mal día te aguantan tus riñas y tu desgana...pero no nos ponemos en su lugar cuando ellos lo tienen...
No sé...esto de la maternidad no deja de sorprenderme, este aprendizaje continuo y a veces incluso demasiado rápido para compaginarlo con las vidas que llevamos...
Esto después de tanto tiempo no es un post quejoso, es un post reflexivo, es un post que hago a modo de terapia, porque a veces uno tiene que escucharse y ni siquiera tiene tiempo para eso...
Ya no recordaba la etapa de los 2 años de mi primera hija, pero seguramente me lo tomé con más filosofía que hoy por hoy que se ha juntado el de 2 con la de 5....y quizá la que más me preocupa sea ella, la de 5, porque todo es nuevo, van pasando los días y a veces no sé como aliviar la sensación de impotencia que veo en ella por hacer cosas , la mayoría que no le deberían corresponder por su edad...
El tiempo pasa muy rápido, las generaciones han cambiado demasiado y mi hija ya no es mi bebé.
Por otro lado mi peque va dejando de ser un bebé, imita todo lo que la hermana hace y se nos hacen mayores...