El día de la operación fue uno de los días más duros que recuerdo y cuando pude ver a C se me cayó el mundo a los pies. A J no le pilló por sorpresa porque había estado investigando por internet, pero cuando entre en la UCI pediátrica y vi aquel armatoste me quise morir. C había entrado en el quirófano muy contenta porque la iban a descolgar de las poleas y yo también, no sabía que le iba a decir cuando despertase porque aquello me parecía aún peor.
El yeso pelvipédico bilateral iba desde la cintura hasta los tobillos con agujero para pis y caca. En las indicaciones que nos dieron nos recalcaron que el yeso tenía que permanecer limpio y los cambios de pañal eran muy complejos. Los teníamos que hacer entre dos si o si, el yeso debía pesar unos 10 kilos y los pañales no se podían cerrar, C usa la talla más grande y los teníamos que meter entre el yeso y su piel para no mojar el yeso. La opción de J, no sé de donde la saco, era ponerle un pañal de su talla y un pañal de adulto encima para cerrar.
Nos preocupaba como iba a ser nuestra vida al llegar a casa, y cómo íbamos a llegar. Con el yeso era imposible ponerla en la silla del coche, y en el CAULE no disponen de ambulancias adaptadas para niños, con lo cual en el coche se tendría que sentar en el asiento como si fuese adulta. Yo soy muy pejiguera con el tema de la seguridad, la silla tiene que ser a contramarcha y que pase el Plus Test y terminamos haciendo mil viajes al hospital con C de cualquier manera.
En casa para que estuviese lo más cómoda posible, barajamos la idea de comprar una cama articulada como las que tienen en el hospital. Aunque al final no fue necesario. J le preparo una zona estupenda con unos cojines en el salón y así todo resultó más fácil.
El tema de salir a la calle y qué silla íbamos a usar también nos trajo de cabeza, llamamos a varias ortopedias para ver si podíamos alquilar algún tipo de silla especial, sin éxito. Después en el propio centro de salud nos prestaron una silla, a veces parece que ya cuentas con que no van a tener, pero la verdad que fueron muy amables y la silla nos permitió salir a pasear los primeros días que estuvimos en casa. Más tarde J decidió probar y descubrió que en nuestra segunda silla, una babyhome vida, C iba mucho más cómoda y entraba perfectamente. Solo teníamos que acomodarle las piernas con un cojín.
Los primeros días en casa fueron difíciles, estábamos bajos de ánimos, y C parecía estar enfadada conmigo. J leyó en un artículo en inglés las fases por las que pasan los niños en estos casos. Para ellos es como un castigo, no lo entienden. C a veces se frustraba y enfadaba conmigo y mi obsesión fue explicarle lo que le pasaba.
Lo primero que hice al llegar a casa fue hacer un calendario en un folio y marcar los días que quedaban hasta la próxima revisión. Cada noche tachábamos el día en el calendario y decíamos: ¡¡¡UN DÍA MENOS!!! Mi obsesión por explicarle lo que había pasado era tal que le enseñe en un libro del cuerpo humano que tenemos de hace tiempo el hueso que se había roto y el sitio exacto donde había sucedido. Ella lo entenderá a su manera, era una niña de 23 meses pero creo que fue algo muy positivo para ella. Cada vez que una visita venía le decía: -¿Quieres que le enseñemos a X donde te hiciste pupa? Ella cogía el libro buscaba la hoja y señalaba el hueso y luego su pierna y decía:pupa. Tenemos la manía de tratar a los niños como si fueran tontitos y si les explicas las cosas entienden muchísimo más de lo que creemos. C me enseña más cada día de lo que yo le enseño a ella.