Los nueve, diez y once meses de mi bebé


Va a ser que eso que dicen que el primer año del bebé se pasa volando es verdad verdadera. Madre mía, ¡si estamos ya en septiembre! y eso significa que mi tercera vida va a soplar su primera vela. Que se pare el mundo o me tiro de cabeza, esto no puede ir tan rápido.
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Tan rápido tan rápido que me quedé en los ocho meses de mi bebé y hasta ahora no he dicho ni mu, cosa que no debería perdonarme. Pero en mi defensa alego que es el inconveniente de ser el pequeño de tres hermanos, que servidora se tiene que repartir entre todos y las cosas como son, el mes de junio, final de curso y las vacaciones de verano con los niños en casa es una logística un pelín complicada.

El caso es que, deprisa y corriendo, tenerlo conmigo y vivir de nuevo la crianza de un bebé es un auténtico regalo de la vida, a pesar de que lo disfruto a medio gas porque sus hermanos reclaman su espacio, como es lógico, y si no es lo mismo un bebé único que un bebé con un hermano mayor, imagina con dos hermanos. El pobre mío, bastante bien lo llevo, que como suelo decir, se está criando solo al ritmo que le marcan sus hermanos.

Me satisface enormemente comprobar que estoy criando a un bebé feliz. No se si lo estaré criando de la mejor manera posible porque si algo me ha enseñado esta trimaternidad es que todas las verdades absolutas que defendí en mi primera crianza se vuelven muy difíciles de ejecutar cuando tienes que sobrevivir a los requeriemientos no de uno, sino de tres hijos. Eso, y que absoluto en esta vida solo está la muerte, lo demás es todo muy relativo. Pero su sonrisa me transmite que es feliz, y no necesito nada más.

En estos tres meses ha dado un cambio radical de bebé a niño, vamos, que tiene el espabilao subido y ha pasado de ser un bebé tranquilito a un terremoto en potencia. Ya no es ese bebé que se limitaba a dormitar, tetar u observar su alrededor tranquilo y casi silencioso, ahora se muere por llamar la atención, cogerlo todo, tocarlo todo, conocerlo todo, llegar cuanto más lejos, mejor.

Ha desarrollado un curioso gateo, pasando de reptar sobre su barriga haciendo de ella su centro de gravedad cual peonza, girando 360º en la dirección que más le atrae según el momento, a arrastra el culo ayudado por la fuerza de una de las piernas. Raro de narices pero la mar de gracioso, el caso es que adquiere una velocidad de bólido y llega allá donde se propone, y donde no debiera.

No voy a decir qu ehabla, porque no habla, pero intenta comunicarse con balbuceos y gorjeos varios. Pero su medio de comunicación oral más recurrente es el grito en una amplia variedad de registros, con los que intenta llamar mi atención a toda costa o mostrar su total disconformidad con la situación en caso de que le quite mi móvil de sus manos o lo deje acostado en su cuna, para lo que chilla como si le estuvieran clavando alfileres en las uñas. No es que abandone, no, es el tiempo de, digamos, dejarlo para coger el pañal, las toallitas o cualquier cosa necesaria que se me haya olvidado, ojocuidao con llevarle la contraria al chaval.

Del móvil no hablamos, estos niños tecnológicos deben venir programados desde que son espermatozoide porque no hay juguete ni cachivache que le atraiga más que el puñetero móvil, tanto que la primera vez que gateó fue para ir a por él, porque me lo quita de las manos, porque si se lo quitá se pilla un cabreo nivel estratosférico y tanto que mi querido móvil acabó estampado contra una piedra picuda en plena Ruta da Auga en Ribadumia (por donde pasea Rajoy, sí). Es para verlo con el dedito íncide sobre la pantalla, ET a su lado es un aficionado. El móvil, muerto matao, por supuesto.

Sobre comer, nos está costando. Lo del BLW me ha dicho que con mi pan me lo coma, al puñetero le da asco comer con las manos, salvo el pan o las galletas, cualquier cosa que le de la suelta como si hubiera tocado una cucaracha. Bueno, no, calla, que el día que llegamos tras casi un mes en Galicia, con esto de no abrir los grifos debió salir una cucarachilla de algún desagüe del baño y ahí que me lo vi a punto de agarrar al bichillo ajjjjqueroso. Puajjj.

Pues eso, que no quiere comer con las manos, debe darle repelús el tacto y es dárselo y soltarlo al momento, de acercárselo a la boca ni hablar. Aunque soy persistente y le ofrezco cada vez que come, por si alguna vez suena la flauta. Sin embargo la cuchara le encanta así que hemos pasado del clásico puré al "a tomar por saco y paso por la batidora todo lo que cocino", apartando para él antes de echar sal y esas cosas que dan saborcico a la comida.

Aunque por supuesto su comida favorita por encima de todas es la teta, me encanta esa mirada bizca cuando ve que me voy a sacar la melona, la risa floja, nerviosa y entrecortada, las manos girando que solo le falta decir "ole que oleeeeeee" y cómo emite ese sonido "haaaaaammmmm" como si se estuviese embuchando un bocata de jamón ibérico 5J. Teta a todas horas, así las tengo que no hay manera de bajar talla.

Duerme como un bendito aunque se despierta como un puñetero, es decir, duerme sin problema pero hace varios despertares para asegurarse que no me he marchado y sobre todo que la teta sigue ahí, noseaqué. La ventaja es que, a diferencia de sus hermanos, él se despierta, se engancha, toma un par o tres chupitos rápidos, se da media vuelta y sigue durmiendo, con todo el arte del mundo. Recuerdo que sus hermanos se sobaban a la teta pero hacían click en cuanto se la soltaba, sin embargo mi pequeñín cae redondo cual efecto garrotazo, y yo, como cuando se engancha estoy medio sopa, me duermo de nuevo casi sin problema.

También, a diferencia de sus hermanos, tiene cierto apego a su chupete. No es que dependa de él pero lo usa más que ellos, que no lo querían ni a tiros. Eso sí, él decide cómo y cuándo, lo maneja a su antojo, se lo pone, se lo quita, lo mira, se lo pone del revés, del derecho, le da vueltas y lo controla perfectamente; sin embargo no le obligues a ponérselo si no quiere, no hay manera señores. Personalidad a tope.

Con sus hermanos, pasión a tope. Se sienta a jugar con ellos, les quita los juguetes, les tira del pelo, en fin, lo normal. Y sus hermanos con él, también lo normal: lo apretujan, lo chinchan, lo usan como un juguete, a veces pienso que si sale vivo es de puro milagro y en el fondo me consuelo sabiendo que tiene los mejores maestros de la vida.

¡Ah! que se me olvidaba, si sus hermanos vieron su salir el primer diente soplando la primera vela, éste, por llevar la contraria, va a cumplir un año con ¡¡¡cuatro piños!!! ni más ni menos, le han salido los dos dientecitos de abajo entre los 9-10 meses y llegando a los 11 le han salido las paletas. Además se le marcan las demás piezas dentarias en la encía así que me da que este va a estar comiendo bocatas pronto. Eso sí, no intentes abrirle la boca para verle la dentadura porque no hay tutía, la boca se abre para lo que él quiera y punto.
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Y así hemos ido pasando estos tres meses previos a su primer año de vida completo, de manera resumida, que tengo a los mayores en momento hooligan y voy más deprisa que corriendo para acabar porque si no me desmontan medio salón y se matan entre ellos. Ya hablaré de los típicos hermanos que se adoran y se matan a partes iguales.

Con esto y un bicocho voy a dejar de pensar que mi bebé se hace grande y voy a intentart evadir mis pensamientos a cuando era un bichito bola pequeño, indefenso, calentito, suave y precioso. Bueno, precioso lo sigue siendo, para mi el bebé más guapo del mundo. Qué voy a decir, si soy su madre.

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