Retomo esta especie de sección en el blog (por llamarla de alguna forma), que hace unas semanas inicié con un post dedicado al colecho. Antes que nada, me gustaría aclarar que lo que escribo aquí no es más que una opinión personal. La forma en que la mamá jefa y el papá becario hemos decidido criar a Mara. En la crianza de los bebés hay miles de alternativas. Tantas como padres. Y todas igual de respetables. Supongo que al final cada uno hace lo que mejor se adapta a sus posibilidades, necesidades y forma de ser.
Si hablo de lugar común, frase hecha o creencia establecida es porque considero que hay una corriente mayoritaria (o quizás sólo es que hace más ruido) que intenta “imponer” una determinada manera de pensar. Lo voy a resumir de una forma que creo que hará más comprensible mi posición. Seguro que si sois (o habéis sido) de los que os gusta tener a vuestros bebés en brazos y ser papás y mamás canguro, habréis tenido que escuchar decenas de veces la siguiente frase (o similares): “Sí, vosotros acostumbrarla a llevarla en brazos, que luego sólo querrá eso y a ver cómo os apañáis”. Sin embargo, si sois de los que preferís tener a vuestros bebés en el carricoche o la sillita, también estoy seguro de que nadie os habrá dicho nunca algo como: “Anda y coge a tu hijo en brazos, que lo tienes todo el día en el carrito y luego no querrá otra cosa”. Corregidme si me equivoco.
Aunque cada vez son más los que optan por ser papás canguro y tener un contacto permanente con sus hijos, creo que todavía es una cosa que se ve con rareza. Basta con contar en cualquier lugar público el número de niños que van en carritos y compararlo con los que lo hacen en brazos de sus padres. Basta con ver que todavía hay gente que te mira con sorpresa (incluso con incredulidad o mala cara) si te ven con tu bebé a cuestas, ya sea en brazos, en la mochila portabebés o con el fular (esto último todavía suele causar más impresión y la sensación entre los no iniciados de que el bebé sólo puede ir incómodo metido ahí dentro).
En nuestro caso, desde que supimos que estábamos embarazados, teníamos muy claro que queríamos tener un contacto físico permanente con nuestro bebé. Que Mara nos sintiese siempre cerca. Fundamentalmente porque nosotros, como personas y como pareja, ya éramos así. De mucho contacto, mucho beso y mucho abrazo. Así que nuestra intención era desde el principio que nuestra peque se criara en función de esos valores que nos marcan a nosotros como personas. Sin dejarnos influir por lugares comunes externos. Más que nada, porque a nosotros no nos supone ningún esfuerzo tenerla en brazos. Es lo que nos nace y lo que nos apetece.
Así que pese a que hemos tenido que escuchar infinidad de veces el lugar común que he mencionado en el segundo párrafo, nosotros seguimos con lo que consideramos que es lo mejor para la crianza de Mara. Suele estar en brazos y en momentos puntuales (cuando comemos o hacemos cosas en las que no la podemos llevar encima) la sentamos en la hamaca para que ella nos esté viendo y le hablamos de forma continua para que nos siga sintiendo cerca. Además, como leí en el blog de Mimitos de Mamá en un post sobre la psicomotricidad fina, entre los 0 y los 2 meses, coger al bebé en brazos “es positivo ya que la posición potencia que él pueda ir sujetando de forma voluntaria su cabecita”. Y damos fe de ello. La peque ya se pone más que tiesa y aguanta su cabeza de forma asombrosa para regocijo de sus papás.