Reconozco que para ella es duro, porque su rutina deberá cambiar y ya no verá a sus amigos de hace dos años todos los días, ni a sus seños, ni todo el entorno en el que estaba acompañada en La Casita del Sol. Pero a quién más le está costando el cambio es a mí. Me cuesta escribir este post más que el que ella preguntó por qué no tenía papá.
¿Por qué? La respuesta ya la tengo. Son varios motivos. La fundamental es que era una de las pocas cosas que me motivaban a seguir con mi rutina de trabajo. Ir con ella al trabajo representaba ir y venir y disfrutar de esas dos horas que nos separaban de casa al jardín y al trabajo. Era agotador, sí, pero también aprendimos a disfrutarlo. A transformar horas de chárter en horas de charla, a transformar el viaje largo en tren en horas de lectura, cuentos inventados o juegos de rimas.
Había días (varios a la semana) en los que nos escapábamos para perdernos las dos en la ciudad. Íbamos a hacer trámites algunos días y de paso, nos quedábamos horas caminando en la Capital de Buenos Aires hasta que nos agarraba la noche y las luces porteñas nos divertían. Eso y los carteles luminosos o los artistas callejeros. Otros días, nos quedábamos en la casa de una de nuestras personas favoritas: la tía Pauli. Y así, descubríamos los misterios de vivir en un departamento en vez de en una casa con jardín. Había días de cumpleaños de amigos de la salita en la zona, así que nos quedábamos a dormir en alguna casa amiga o volvíamos realmente tarde. Pero nos encantaba. Me encantaba.
Otro motivo: lo difícil de la búsqueda de un nuevo jardín. Mirula deja La Casita del Sol porque sólo hay hasta sala de 4, y este año, como esta sala pasa a ser obligatoria, sólo habrá hasta sala de 3 en el jardín maternal.
La Casita del Sol es el jardín que pertenece al Ministerio en el que trabajo y tiene el nombre más que acorde. Las personas que trabajan allí son hermosas. Sin dudas entre los preferidos de Mirula están su pediatra, sus seños, su seño de Arte, la vice-directora y el cocinero. Y los primeros amigos han sido de lo más importante para ella.
Tengo millones de recuerdos que me quiero guardar. No puedo describirlos porque me llevaría mucho más que una entrada y ahora tengo ganas de tenerlos conmigo porque tal vez si los cuento se me escapa alguno.
Lo único que tengo ganas de contar es que me siento triste por el fin de esta etapa y trato de manejarlo de la mejor manera para acompañar a Mirula en el cambio también, aunque ella sabe que estoy triste por esto. Porque cuando pregunta cómo me siento le cuento cómo estoy, como cuando yo pregunto y ella me cuenta. Es mutuo.
Aparece así una de las cosas difíciles de ser mamá soltera: manejar las emociones sola. Sé que nadie en mi casa se siente como yo y no puedo compartirlo así porque sí con alguien. Sé que hay una amiga que me entiende bastante pero como está lejos tan sólo le mando S.O.S. en situaciones como estas por whatssap y eso me alivia bastante.
Una última cosa en esta entrada: GRACIAS a todos lo que hicieron de nuestro paso por el Jardín una etapa inolvidable. Sentí una confianza como nunca cada día en que dejaba en la puerta a mi pequeño Sol con ustedes. Sentí las puertas abiertas siempre, aún para decir lo que no me gustó y hasta en los últimos días encontré respuesta a todo. Gracias por el amor, por las canciones, las comidas, gracias por el Arte, por el dejar ser, por el construir y respetar. Como dijo el gran Gustavo Cerati: “Gracias, totales.”
Los vamos a querer por siempre.
SNIF. :(