Aún recuerdo como si fuera ayer el día que tuve a mi primer bebé. A los 8 meses de embarazo sentía que ya era demasiado para mí, quería que terminara… estaba cansada, pesada, ya no dormía, pero sobre todo ya quería ver a mi bebé, me comía las ansias como dicen por ahí. En ese momento, como toda mamá primeriza pensé que nada más era ver a mi hijo y ya me iba a sentir aliviada, realizada, feliz… madre; pero nada más alejado de la realidad.
Tuve a mi bebé por parto natural, así que lo que sentí fue el dolor más grande que jamás había sentido, durante 26 largas horas viví el proceso pero finalmente después de sentir que literalmente llegaba a mi límite pude ver a mi bebé y efectivamente me sentí Feliz, de saberlo vivo, sano y, gracias a Dios!, afuera; pero también me sentía muuuy cansada, adolorida, confundida y muy poco mamá. Esa sensación de no saber que hacer con mi bebé nadie me la había contado, el instinto de madre decían y la verdad es que parezco ser la única madre a la que se le demoró tanto en desarrollar. En general hay muchas cosas que no se hablan de ésta fase de la maternidad, en especial de lo no tan bueno, creo que podría escribir varios post con el mismo tema, pero pienso que se debe a que a pesar de ser la fase más retadora, a mi parecer, es la más maravillosa.
Recuerdo que empezaba cada día preguntándome hasta cuando me sentiría tan cansada. Cuando estaba ya en mi últimos meses de embarazo, lo más difícil era no poder dormir, soy una dormilona empedernida y cuando tuve a mi bebé ya ni me acordaba haber dormido más de dos horas seguidas. Pasaban los días y la felicidad de ser madre no me quitaba el cansancio. No era sólo no dormir, eso de amamantar también fue todo un proceso, muy doloroso y confuso al principio y también agotador. Sólo quería dormir una noche entera y descansar un poco, no era mucho pedir o si?. Ya falta poco me decían unos, eso lo vivimos todas felices me decían otras, y hasta me sentí un poco culpable por querer parar un momento, sobre todo cuando sólo oyes hablar de lo maravilloso de ser madre.
Pero luego un día pasó… mi bebé durmió toda la noche. Bueno así decimos las mamis cuando ya duermen 4 horas seguidas en la noche. Sentimos un respiro, es el comienzo de una nueva fase, casi casi una nueva vida. Personalmente en el momento en que pude descansar más fue cuando empecé a sentirme más mamá y a disfrutarme plenamente cada momento. De ahí para adelante ya cada día se me hacía más fácil mi labor de ser madre, ya el cansancio era poco y lo que menos me preocupaba. Cuando miraba atrás ese dolor y ese cansancio me parecían poco para la plenitud que sentía ahora y la felicidad de ver crecer a mi bebé.
Es indiscutible el hecho de que ser padres nos cambia literalmente la vida, nos aumenta de nivel. Pero no dejo de pensar que la felicidad más grande de mi vida vino después de sentir el dolor físico más grande que he experimentado y del dolor y el cansancio de esa primera fase en la que me llegué a preguntar, hasta cuando me voy a sentir así?
Este es un ejemplo muy sencillo y gráfico de lo que puede ser una prueba. Que si he pasado pruebas más duras? Claro que sí, pero mi intención tampoco era ser tan dramática. A lo que voy es a que justamente esa es la pregunta que surge cuando estamos viviendo ciertos procesos en nuestra vida, que se tornan especialmente dolorosos y “eternos” o por lo menos eso es lo que sentimos, pues no vemos ninguna luz que se asoma. Algunas veces nos sentimos morir o deseamos morir y preguntamos y gritamos, Hasta cuando? Nos enfocamos en el problema, en el dolor y no nos damos cuenta que lo que estamos haciendo es aferrarnos más a él, lo agarramos más fuerte, reteniéndolo en nuestras vidas como si no quisiéramos que se fuese o tal vez un día sintiéndonos más fuertes lo ignoramos como si pretendiendo que no está dejará de estar, pero siempre preguntándonos, hasta cuándo?
Hay procesos que son necesarios y que simplemente debemos vivir para aumentar nuestro nivel. Nosotros estamos diseñados para evolucionar, pero cuando llegamos a alguna zona de confort, que por lo general de confort no tiene tanto, llegamos a un estancamiento que muchas veces no notamos y es cuando necesitamos ese remesón que pone a prueba nuestro coraje y que nos fuerza a movernos, a evolucionar.
Son procesos en que nuestra vida entera se pone a prueba y después de los cuales simplemente no salimos igual. Es cuando recordamos cuán vivos estamos y sobre todo cuanto poder tenemos. Y eso hace parte de la belleza de la vida, que tiene momentos de gloria y felicidad pero también de dolor y sufrimiento.
Hoy hay que aprender a aceptar esos momentos, a entenderlos como procesos de cambio que necesitamos vivir, a saber que por muy doloroso y duradero que parezca va a pasar, porque nada es eterno y que esto que hoy nos pasa nos da una oportunidad más de crecer y de reinventarnos, de volver a escribir nuestra historia. Aprendemos que no hay una única manera de vivir y ante nuestros ojos se abren nuevas opciones que siempre podremos elegir.
Yo particularmente en una de esas tantas pruebas elegí a Jesús, porque fue precisamente en una de esos momentos que entendí que no estaba sola. Al comprender la magnitud de su amor y creer en su palabra se empieza a transformar mi mundo. Entendí que la prueba no es sólo un llamado al movimiento si no que es la oportunidad perfecta para que Dios me muestre su gloria, su poder, porque de otra forma terminaré dándole el crédito a la casualidad o a mi mismo.
Tener la certeza de que todo lo que me pase es para mi bien, y que siempre tendré su amor y su compañía, es la motivación perfecta para seguir adelante y proseguir. Ya no importan las circunstancias, ni la idea preconcebida de como creo que deben ser las cosas, ni siquiera aún si siento que no tengo fuerzas, porque sé que ya no soy yo si no él quien vive en mi y que cumplirá su promesa aún a pesar de mi mismo. Porque una cosa es cierta, Dios agarra y no suelta.
Hoy no importa como te sientas, cierra tus ojos y recuerda todo aquello que tienes por agradecer por pequeño que parezca, tal vez pienses que no tienes mucho material pero una vez empiezas con un corazón dispuesto, Dios toma el control y empiezan a venir a tu mente momentos especiales que ni recordabas. Anótalo en un cuaderno, porque seguramente las circunstancias te harán olvidarlo una vez más y haz de tus propias experiencias, de tu agradecimiento y de tu renovada fe la energía que necesitas para seguir.
No te quedes en la prueba, ya haz recorrido demasiado, sigue siempre adelante con todo lo que tengas. Es Dios diciéndote que estás listo para aumentar de nivel.