La semana pasada, hubo una noche que no estaba saliendo como las demás. La Lechona, desde que se acostó, venía despertándose a cada rato. A veces pasa… es más: casi siempre, a lo largo de la noche, suele despertarse sola, una o dos veces porque se le cae el chupete, y como se mueve más que los precios de la gasolina, debe ser que en un momento dado lo echa de menos y se despierta. La solución es tan sencilla como eficaz: llegas, le calzas el chupete otra vez, y arreando, que es gerundio.
Hasta ahí, nada raro… Pero esta vez, lo extraño era la repetición: -“esta niña, esta noche no sé qué le pasa, que no concilia bien el sueño…”- Durante esa noche, venía desvelándose a cada rato… media hora… tres cuartos, no sé. Recuerdo que al acostarme, Churri y yo íbamos turnándonos para ir a ponerle el chupete cada vez que se despertaba. Pues venga…
4:15 de la madrugada. Esta vez el Gualkin Ded que se levanta, soy yo: -“¡Gmpñfrr… %@#fhs…
En lugar de simplemente buscar el chupete entre las tinieblas, enchufárselo y listo, y frente al impulso de encender una barrilla de incienso, sacar un filete de pollo del congelador, cantar unos gorigoris y sacrificarlo a Morfeo para que nos otorgue unas buenas horas de sueño reparador y continuo… opto por la opción B, y hago la cosa más evidente, simple, lógica y estúpida del mundo mundial: toco a la nena para ver cómo se encuentra… Y… ¡¡Ohhh Mai Gooodd…!! ¡¡¡Sorpresa!!! ¡¡¡La Lechona está como una ídem recién salida del horno segoviano de Casa Cándido!!!
Vaaaaaale… Así que era por eso. Hmmmmmppff… Hago de Mortadelo y en un periquete me pongo el disfraz de padre responsable. Termómetro al canto, y… ¡¡39,3º!! ¡¡Ohú, mi arrrrma…!! ¿¿Pero et-to qué eeehhh…?? Nunca le he visto tanta fiebre a esta niña… -“¡Me han dado el cambiazo! ¡Alguien se ha llevado a nuestro bebé y nos han colao una estufa en su lugar!- (Noooo… no puede ser; eso es absurdo… ¿Por qué necesitaría una estufa llevar pañales…?) ¡Ahhh, cierto…! Pues entonces solo queda que nuestra niña está empezando a desarrollar sus poderes mutantes de “antorcha humana”! (Vale… Eso sí que me suena ya más razonable…)”-
Así que… ¡Arrancando con el protocolo, nene… vamos!
Primero, le quito el pijama y la dejo en pelotinchis… y abro bien la ventana para que entre el fresquíbiri. Busco su Paracetamol, y le endiño el jeringazo… ¡Milagrosamente no me ofrece mucha resistencia, y ni siquiera se ha desvelado todavía! ¡¡Genial!! :D Y por último, me cojo sus gasitas multiusos y las remojo en un cuenco con agua, mitad del grifo, mitad de la nevera, para que esté un poco más fresquita. Se las voy poniendo con cuidado por encima, para refrescarla, y al segundo se calientan como la moto de un jipi… Y a cambiarlas, y a cambiarlas.
La cosa va bien, porque la gordita enseguida se calma. Una hora después, ya le ha bajado la fiebre casi dos grados y no ha vuelto a despertarse. A las 5:45 -mi hora de “diana” matutina-, ya tiene una temperatura normal y parece que la “crisis” ha remitido. ¡A por el desayuno del guerrero! ¡Doble cucharazo de Nesquik… que me lo he ganao!
Y a pesar del sueño… de no haber dormido un carajo… me siento bien; estoy contento. Ya, de momento..:
- …La fiebre ha remitido. Habrá que ver si en las próximas horas vuelve a subir, o si desaparece, o qué rayos pasa… (Precisamente esa misma tarde pasamos por la pediatra y no tenía síntomas…)
- …He dejado a Churri que siguiera durmiendo y por lo menos uno de los dos ha podido dormir unas horas del tirón. Le anoto toda la jugada para cuando se levante, contándole la peli, y por si tiene que dar aviso a la escuela infantil para que estén ojo avizor.
- …La niña también ha podido por fin dormir un rato más largo, y ha podido descansar algo, más o menos.
- …Y respecto a mí… …bueno. Hay una sensación que me recorre el cuerpo. ¡Soy un PADRE! Soy una persona… que cuida de otra. Tengo una personita entre mis brazos, que depende de mí. Para TODO. Tengo que cuidarla… Velarla… Mirar por ella… ES LO QUE ME TOCA. Y he de decir que estoy encantado con este nuevo rol.
No hace tanto tiempo, que yo era alguien a quién otras personas (mis padres) me tenían que cuidar… (y a su modo, todavía lo hacen). Así que simplemente, continúo y perpetúo la cadena.
Primero… nos cuidan; cuidan de nosotros. Y gracias a eso… a esa constancia… esa dedicación… esa educación… ese amor… hemos podido crecer, desarrollarnos, tomar conciencia de nuestro papel en este mundo… y hemos podido tomar el relevo. Y ahora soy yo el que CUIDA. Cuido de mi casa… de mis plantas… del gato -en lo que me toque-… de mi Churri… y ahora, de una preciosa Lechona.
Me parece una cadena casi mágica… una organización social tan compleja… pero a la vez basada en fundamentos tan sencillos como este. Y así, la rueda sigue girando y girando, generación tras generación. (No es algo sobre lo que a uno le da por reflexionar con 18 años y unas cerves en la mano, de botellón con los colegas, la verdad, creo yo…)
No pegué ojo en toda esa noche… y sin embargo sonreía… porque como decía Aníbal Esmiz en el Equipo A… -“¡Me encanta que los “flanes” salgan bien!”-
Fue una pequeña victoria cotidiana. Creo que es algo… un pequeño detalle, de lo que uno debe sentirse… al menos un pelín orgulloso: comprobar que las cosas van saliendo bien. Que eres capaz de enderezar algo. Simplemente eso: descubres una pequeña “crisis” rutinaria… das con la solución, y todo se resuelve satisfactoriamente.
¡Mola!
:)
¿Y vosotros…? ¿Tenéis en mente cuál podríais considerar que ha sido vuestra última pequeña victoria cotidiana que pueda considerarse como tal?