Hace unos días, la blogeramamatambiensabe publicó un articulo titulado “carta abierta: ¿Melo puedes explicar?” , que yo invito a leer y a reflexionar. Realiza una serie de preguntas a las madres que después de sumaternidad deciden seguir trabajando y necesitan un lugar donde dejara sus hijos.
Yo, como madre trabajadora que soy, medí por aludida, en un principio me sentí ofendida, quizás por esaparte de culpa y miedo que todas las madres llevamos dentro.
Ahora pasados unos días y después deleer los comentarios a su articulo quiero decir:
A nadie le duele más dejar a un hijo que a sus propios padres.
Cada situación, cada familia y cada vida es un mundo propio, que no se debería juzgar, y mucho menos sin conocer todos los datos.
Veo algunas respuestas en las que a lasmadres trabajadoras se nos trata de egoístas y de materialistas, quesacrificamos a nuestros hijos por conseguir bienes materiales. Esasrespuestas me hacen pensar en como es la vida de quien la escribe, decuantos ingresos entran en esa casa para poder permitir quedarse acuidar de sus hijos.
La mayoría de mujeres que yo conozcotrabajamos simplemente para VIVIR. Yo no pretendo una casa en laplaya, ni llevar a mis hijos a colegios de pago, simplemente trabajopara pagar las facturas de luz, del agua y poder mantener mi casacaliente durante el duro invierno (que por aquí es bastante dinero).Sacrifico hoy una pequeña parte de la infancia de mi hija? O luchopor darle una estabilidad?
En mi caso concreto tengo que explicarque he renunciado un poco de cada cosa, con todo el dolor de micorazón dejé a mi pequeña al cargo de su abuela durante unas horasal día. Ellas, sus abuelas, no permitirían que la dejase a cargo deextraños.
Renuncié también a una parte de mitrabajo, cosa que aun hoy al cabo de los años creo que me acabarápasando factura, pero de lo cual no me arrepiento en absoluto.
Conservé mi independencia económica,de lo que como mujer me siento orgullosa. Tengo un trabajo en queestoy agusto, me gusta y disfruto con él. Un puesto que me he tenidoque ganar, en el que compito día a día con hombres que poseen mastiempo, mas fuerza y mas reconocimiento que yo.
A mi hija la dedico todo el tiemporestante; cinco horas son las que permanezco lejos de ella, queafortunadamente ahora, casi coinciden con el tiempo que ella está enel cole. Disfrutamos mucho juntas, creo y confío en que mi hija esuna niña feliz y yo puedo afirmar que también, aun con esos momentode gran tristeza donde la conciliación laboral y familiar se hacedifícil.