Resolviendo los conflictos entre hermanos

Los celos entre hermanos pueden presentarse de muchas formas. No es solo el hermano mayor que rechaza al bebé que llega a casa. En mi casa tengo dos hijas que se adoran, pero son tan diferentes como la noche y el día. Han pasado por etapas en las que se miraban con curiosidad, etapas en las que se han ignorado, etapas en las que se han admirado, ha habido y sigue habiendo mucha pelea, pero cada vez están aprendiendo a comprenderse, jugar juntas y resolver sus conflictos solas. A épocas. Otra épocas la competencia llega con la salida del sol y no cesa hasta que caen dormidas.

He visto a la mayor mostrar y reclamar la atención perdida cuando su hermana ya no era un bebé que dormía y comía, sino un bebé que nos conquistaba a todos con sus gracias y su sonrisa. He visto a mi hija menor pelear con su hermana por el regazo de mamá a pesar de lo independiente que es ella. Yo no tengo hermanos, y siempre he pensado que esa unión fraternal es única, pero con ellas aprendo de estas difíciles relaciones entre hermanas.

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La mezcla de rabietas y los celos hubo un momento en que pudo conmigo. Yo tenía que hacerlo todo con las dos y al mismo tiempo, porque ser la primera en recibir la atención de mamá era imprescindible para ambas. Pasado ese momento en que me sentí superada y como parte del cambio que generó en mí, siento que los celos son importantes mientras no generen rechazo, porque me ayudan a ver las necesidades que tiene cada una. Porque expresan lo que quizá esconden el resto del día. Siguen peleando por ser la primera en que mamá venga a dar los buenos días, o la primera a la que despierte, o la que me dé la mano, pero poco a poco también han aprendido de los turnos, y de que el amor no tiene límites ni se termina si eres la segunda en recibir un abrazo de buenos días.

En casa hay peleas diarias entre ellas. Pero creo que son etapas, o eso espero. Son diferentes, muy diferentes, y no es fácil aprender a ponerse en la piel de la otra, entender por qué hace lo que hace, o porque no hace lo que nosotras queremos que haga. Se exasperan la una a la otra, y me preguntan repetidas veces porqué su hermana no tiene los mismos gustos que ella. Y lo han hecho las dos, desesperadas por no poder convertir a la hermana en lo que ellas querrían. Una imagina sentada y tranquila, otra inventa dando saltos, una crea mundos perfectos en los que el mínimo movimiento desarma el castillo, la otra deja un reguero de cosas a su paso mientras su mente trabaja más rápido aun que el veloz movimiento de su cuerpo. Difícil el punto medio. Una vez, cuando las peleas y los gritos no cesaban, les propuse qué dejaran de hablarse, que no interactuaran, que no compartieran la misma sala en casa. Quedaron en estado de shock. Pero lo hicieron, durante un rato. Después, solas y sin pedir permiso, terminaron jugando juntas.

Cuando pasan tiempo separadas, se echan de menos y no dejan de preguntar la una por la otra. Pero cuando están juntas, la paciencia tiene un límite.

Mi hija mayor, a la que admiro como crece su empatía, aprendió con apenas 5 años que por encima de todo lo que su hermana pueda molestarla a veces, es su hermana y lo más importante es cuidarla y protegerla. Y me ayudó a enseñarle que no se pega, no se grita, que la familia se protege. Con el tiempo, también hemos tenido épocas en las que se le ha olvidado todo esto, épocas en las que se ha pasado el día criticando a su hermana, momentos en los que me dice que su hermana es mala con ella, que no la entiende, que no puede jugar con ella. Pero crece, comprende, y hablando con ella entiende que no puede convertir a su hermana en la hermana que ella querría que fuera, pero que también puede divertirse con ella, un rato al menos.

Aunque le cuesta ser la mayor y siempre ir un paso adelante en responsabilidades, en casa o en el colegio. Ella quería ser la pequeña, haber sido consciente de la atención y ayuda que recibe uno cuando es bebé, cuando va creciendo, y no haberla visto desde un segundo plano. Al principio yo le decía “es que ella es la pequeña” hasta que vi la rabia que le daba la respuesta. Después de eso, me siento con ella a contarle anécdotas de cuando ella era la pequeña, para que recuerde (o me diga que se acuerda) cuando era ella el centro de atención, a la que había que ayudar a vestirse o con las tareas.

En este tema cómo en tantos otros, mis hijas son la mejor escuela para aprender, y de todo esto, hay cosas que he aprendido de la experiencia en casa.

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6 aprendizajes de criar 2 hermanas


El efecto de las etiquetas: esta es una premisa difícil y con la que en casa hemos cometido muchos errores. Sino, que cualquiera le pregunte a terremoto mayor como es ella, y lenta será lo primero que diga. Ella, que es la niña más rápida que conozco. Pero es lenta para comer, y eso lo ha escuchado infinidad de veces. Desordenada sería lo siguiente que diga, pero de eso esta orgullosa, por ser igual a mí. Al final, opté por etiquetas en positivo. No puedo evitar las etiquetas que reciban de los adultos con los que se crucen en la vida, pero si puedo ayudar a que escuchen etiquetas bonitas: eres valiente, eres creativa, eres inteligente, eres bonita, eres veloz, eres empática (y empática es el tercer adjetivo con el que mi hija mayor se describe, así que vamos por buen camino)

Las comparaciones: qué malo es comparar, pero qué fácil es! cuando uno quiere que entiendan algo y lo primero que te sale es “haz como tu hermana” y me escucho y me doy rabia a mi misma! Esta es la tarea más difícil de todas, pero compararlas alimenta la competencia, compite con la empatía y lleva a querer ser como el otro, no a quererse como es uno. Y en este libro del rincón lector esto lo describe muy bien.

Quiérete: Ojalá pudiera tatuarles ese mensaje en el corazón. Los dos puntos anteriores me llevan a este. Enseñarlas a quererse como son. Las comparaciones, las etiquetas, las llevan a sentirse inferiores en lo que se saben menos expertas. Y eso las hace débiles ante burlas, que llegan mucho más profundo, y las hace frustrarse. Así que desde hace ya tiempo estoy en campaña de enseñarles para qué son buenas, y preguntarles qué opinan de si mismas, o cómo son, para que se acepten como son, con virtudes y defectos. Pues no somos perfectos, y no podemos hacerlo todo bien, pero podemos querernos tal como somos. Y aquí sí uso conscientemente la comparación. Les cuento que no necesitan tenerlo todo, pues tienen a su hermana para complementarse. Que busquen las virtudes de cada una. Si una es rápida y la otra no, pues la primera ayuda a la segunda; si en otra situación una es buena para ordenar y la otra no tanto, se ayudan a la inversa. Así aprovechan los beneficios de ambas, y se potencian.

No intervenir en las peleas: mucho tiempo pasé intentando ser juez en las peleas, hasta que acabé aburrida. Agotada. Y sin obtener solución alguna. Sigo estando tentada de serlo, pero generalmente solo intervengo para decir: la pelea se ha terminado, ahora es momento de hablar para solucionarlo. Y cuando escucho el “es que ella..” siempre les recuerdo que todos tenemos parte de culpa, que empiecen por contar lo que cada una a echo mal, no la culpa del de al lado, y se concentren en encontrar un punto de acuerdo.

Por lo mismo, intento no adjudicar nunca una culpable, sino como mucho destacar la parte de culpa de cada una, si insisten en necesitar resolución externa del conflicto. A veces pasa, necesitan escuchar desde afuera la opinión en la que las dos han tenido parte de culpa (en igual medida) para entender que mejor lo solucionan. Por ejemplo: la mayor viene diciéndome que su hermana le ha gritado llamándola tonta, mientras la menor me dice que es porque su hermana le ha desordenado los juguetes. Este es un clásico en casa. Yo solo les digo: creo que hay alguien que necesita ir con más cuidado al cruzar por en medio de los juguetes, para que no se note que ha pasado por ahí, y alguien necesita mejorar la forma de expresar las cosas, para que las palabras no duelan. La discusión milagrosamente suele perder fuerza y sentido en ese momento.

Agradecer: un punto que el yoga me ha enseñado es la importancia de agradecer por las pequeñas cosas. Con las nilas, para crear más amor y menos discusión, cuando hacemos rutinas de relajación antes de ir a dormir, intento que repetidamente salga el ejercicio de agradecerse algo entre ellas: un momento de ayuda, una palabra bonita que se hayan dicho, algo que se hayan enseñado, lo que sea. O bien, que se digan al una a la otra una virtud. Me parece una bonita manera de enseñárseles que se quieren y se admiran, por debajo de tanta guerra. 
Y hasta aquí los 5 tips que he decidido destacar. Porque fórmulas hay muchas. Y familias también. Y cada una es distinta, pero para mí estos puntos me han ayudado, o espero que estén sembrando un camino de menos. guerra y más amor entre ellas. Me doy por satisfecha si logro que crezcan cuidándose al una a la otra, respetándose y queriéndose.



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