Y hoy me he animado a escribir sobre el sueño desde la calma zen que me otorga llevar un mes durmiendo todas las noches del tirón, algo que me parecía impensable hace cinco semanas. Para deciros que sí, que lo estáis haciendo bien. Y para deciros que sí, que todo llega y todo vuelve. Hasta las noches sin despertares. Que una vez más sólo es cuestión de paciencia y de confiar en vuestros pequeños. Que si duermen más o duermen menos es porque ellos son así. Que a cada niño le vale con unas determinadas horas de sueño para estar descansado, de la misma forma que unos niños comen más y otros menos. Y que cada uno de nuestros pequeños tiene un ritmo. Que unos empiezan a dormir del tirón al año. Que otros, como Maramoto, lo hacen a los dos y medio. Y que habrá algunos que tardarán más en madurar en este aspecto y quizás no lo hagan hasta los seis años, cuando se considera que el sueño de un niño se asemeja de forma casi definitiva al de un adulto.
Como he contado por aquí en varios artículos, nosotros practicamos colecho desde el primer mes del nacimiento de Mara. Y así hasta hoy. El colecho nos ha ayudado mucho ha dormir un poco mejor, ya que los despertartes, sobre todo cuando la pequeña saltamontes era más bebé, eran más cortos al tener su fuente de alimento y consuelo al alcance. Luego hemos pasado rachas muy malas. Semanas enteras sin apenas dormir, con despertares, terrores nocturnos y rabietas de madrugada. Nada que no conozcáis muchos de vosotros. A eso hemos de añadir que Mara siempre ha dormido poco (desde nuestro subjetivo punto de vista y el del nuestro entorno): se dormía tarde, se despertaba pronto y durante el día apenas pegaba una pequeña cabezadita (cuando lo hacía). Eso fue un motivo de preocupación, no os voy a mentir. ¿Estará durmiendo suficiente? ¿Por qué ella duerme tan poco en comparación con otros niños? Y también un motivo de “consejos”: Que si a mí el pediatra me ha recetado la hormona del sueño para que duerma el bebé; que si igual dormiría mejor en su cama; que si le quitases la teta, quizás…; que si igual es mejor dejarla llorar, que tampoco pasa nada… Seguro que os suenan.
Como decía Rafi López, fundadora de dormirsinllorar.com en la magnífica entrevista que le hizo la mamá jefa (imprescindible lo que dice sobre el método Estivill), al final, más que el sueño de nuestros hijos, nos preocupa nuestro sueño: “Los tiempos han cambiado, pero los bebés no. Se comportan de la misma manera que los que nacían hace millones de años y no estamos en sintonía con ellos. Además, los mensajes que recibimos son contradictorios: no lo cojas que se acostumbra, no lo metas en tu cama que no saldrá nunca, no lo mezas que …. Y justo nos prohíben lo que funciona. Es complicado dormir a un bebé sin tocarlo, sin mecerlo y sin cantarle… hacemos difícil lo sencillo y nos perdemos momentos maravillosos que nunca volverán”.
Y mientras tanto les medicamos para que duerman porque nos dicen que es inocuo, que no pasa nada y que así descansamos todos. Y les dejamos llorando en su cama para que “aprendan a dormir”, como si dormir fuese una cosa que se aprende y no una necesidad biológica que evoluciona con nosotros. Y obviamos que los bebés se despiertan más (y lloran) porque aún no tienen la capacidad que adquirimos los adultos para volver a coger el sueño tras los múltiples despertartes que tenemos durante la noche. Y nos olvidamos de que al final, más tarde o más temprano, todo llega. Que todos los niños acaban durmiendo, como lo han hecho durante cientos y cientos de generaciones antes que nosotros, sólo que ahora queremos que sean mayores siendo bebés, que durman como adultos, que no nos hagan perder el sueño.