Para preocuparme si es que no están hablando, pintando, cortando o lo que sea a un nivel promedio o promedio superior de acuerdo a su rango de edad. Es básicamente por eso que lo hago. Mi personalidad neurótica no me permite un minuto de paz y siempre me tengo que preocupar por algo, así que, qué mejor que preocuparme porque alguno de mis hijos está un poquito más atrasado que el resto en algún área.
Y, por supuesto, tampoco puedo evitar comparar a mis hijos entre ellos. No los comparo entre ellos en voz alta para hacerles notar cuál es más bueno o se porta mejor y echárselos en cara apelando a su sentimiento de culpa y así lograr que me obedezcan más rápido. No, no estoy tan loca. Lo hago, como ya lo dije líneas arriba, para ver si hay alguna oportunidad de mejora y algo por lo que estresarme.
Mis comparaciones mentales entre ellos me han hecho detectar tempranamente varios temas que de no haber sido tratados a tiempo, podrían haber devenido en problemas serios. Sin embargo, creo que quizá con esto de la comparación el dicho tiene la razón. No soporto que me estén preguntando por el desempeño de mis hijos y nuestros planes de vacaciones sólo por el hecho de comparar y/o competir. Soy yo quien más se queja por las ultra competitivas madres y no quiero convertirme en una de ellas, o lo peor, ¿quizá ya lo soy y todavía no me he dado cuenta? ¿Quizá soy yo esa insoportable madre número 1 en el post "8 tipos de mamàs con los que no te quieres encontrar"?
Dios me guarde. Es por eso que escribo este post. Un poco para decir que mi mamá tenía razón (es que las mamás no nos equivocamos), y otro poco para corroborar el dicho: toda comparación es odiosa. Cierto, no sólo es horrible andar comparando, sino que también te vuelve una persona horrible. Cada individuo es único y las diferencias en los tiempos, momentos, desarrollo y aptitudes es lo que nos vuelve únicos e inimitables. Así que se terminó, dejaré de lado mis neurosis y adiós comparaciones… Tendré que buscar otras cosas para estresarme.