El libro de fotos va a cumplir una función muy importante: que mi hijo, en un nuevo entorno al que no está acostumbrado, el colegio, siga teniendo cerca fotos de su familia, de momentos divertidos, que le traigan buenos recuerdos y de las cosas que le gustan. Algo familiar a lo que aferrarse cuando lo necesite, una referencia que le dé alivio cuando se sienta nostálgico, triste o aislado. Pero también, -y esto lo descubrí en el último año de escuela infantil-, algo que mostrar a los otros niños de su clase, algo que intercambiarse para curiosear y entretenerse.
Me sorprendió mucho descubrir en la guardería cómo los niños trataban estos álbumes como tesoros. Se sentaban en el suelo y los repasaban, miraban por encima del hombro cuando otro niño los abría, y, lo mejor de todo, funcionaban como quitapenas: cuando mi hijo se quedaba llorando en la clase después de que nos despidiéramos de él, no faltaba una amiguita o amiguito que le llevara corriendo su álbum o una foto de la familia. Me enternecía. Y al recogerle, le descubríamos abrazando con fuerza la foto plastificada de los tres o regañando a otro amigo porque estaba leyendo su libro de fotos.
Podría haber usado el mismo álbum del año anterior, separando la espiral e intercalando alguna hoja nueva, pero he preferido empezar uno nuevo. Con fotos actuales en las que se reconozca más y con imágenes de sus últimas aventuras del verano. Así, además, guardamos cada libro de fotos de recuerdo de estos años tan importantes.
He repetido el mismo formato: cartulinas de colores tamaño Din A4 cortadas por la mitad y fotografías a tamaño normal (10×15 y 13×18)y justo a la mitad (7×10) para combinarlas y que una página no esté ocupada sólo por una, alternando colores y usando el mismo tono para portada y contraportada. La estructura también es la misma: primero fotos de la familia, padres, abuelos, primos y tíos, y segundo fotos de las cosas que le gustan (tractores, animales, trabajar en la huerta, los cumpleaños…) pero he cambiado los materiales.
He usado papeles estampados para darle un aspecto más creativo y pegatinas de animales y plantas que tenía por casa para animar las páginas, además de decorarlas con algún que otro washi tape y dibujos a mano. Su página preferida, de momento, es la de los tractores.
Como la experiencia es un grado, he optado por seguir plastificando las páginas. El álbum del año pasado se mantiene intacto, aunque por el uso que le dieron los niños hubo que cambiarle la espiral hacia mitad y final de año, pero eso es una buena señal El miércoles, primer día de cole, veremos si cumple si función.
Así quedó el del año pasado:
¿Os gusta el resultado? ¿Cómo es el vuestro?
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