Cuando te quedas embarazada todas tus dudas, miedos, expectativas e ilusiones se centran en el embarazo y en el parto, para bien y para mal. Todos los cuidados y controles se centran en estos dos estados principalmente, y es lógico porque el embarazo termina con el parto y de ambos depende que tu bebé nazca sano y sin complicaciones.
¿Y después del parto?. Los primeros días del bebé, sus cuidados, la lactancia, para todo esto te preparan y te preparas, hay información por todos lados y aunque puede ser una etapa difícil por ese choque de verte responsable total y absoluta de una pequeña vida, has tenido nueve meses para asumirlo.
Pero nadie te habla del posparto más allá de lo puramente físico: los loquios, la involución del útero, el cuidado de la episiotomía si te la han hecho, la cuarentena... eso lo sabemos todas. A veces hasta te hablan de lo emocional, que puedes estar más sensible, que cuidado con la depresión posparto, pero la información es muy muy superficial.
En definitiva, nadie te dice que el posparto es una MIERDA. Así, sin anestesia. No te hayas en tu cuerpo, eres responsable a tiempo completo de una vida que depende totalmente de ti y las hormonas lo mismo te hace ver unicornios de felicidad que llorar de la pena más grande. No es pecata minuta.
He pasado tres pospartos y aunque han sido buenos, relativamente, hubiera preferido poder saltármelos. Han sido buenos porque en el fondo he estado tan enamorada de mis bebés desde el primer momento y me he sentido tan plena y feliz que todo, el dolor, las hemorroides, los loquios, las grietas y el cansacion extremo han pasado a un segundo plano.
Pero este posparto ha sido el peor, me he encontrado con algo que nadie te cuenta, nadie te avisa, ni siquiera mi propia experiencia, saber lo que me esperaba, me ha prevenido para lo que me he encontrado. Y es que realmente el posparto con hijos no es lo mismo que un postarto sin hijos.
Ha sido un posparto doloroso, doloroso para el alma, me he encontrado con algo que no me esperaba. INCOMPRENSIÓN. INDIFERENCIA. SOLEDAD.
Suena duro, y lo es más. Creo que jamás en mi vida me he sentido más sola, incomprendida y despreciada que mis primeros días de este tercer puerperio. Me cuesta hablar de ello porque solo al recordarlo me vuelven las lágrimas a los ojos, aunque no tantas como las que derramé esos días, por eso hasta este momento no he sido capaz de hacerlo. Aunque las heridas no han sanado y para mi han sido un punto de inflexión con respecto a ciertas relaciones personales, al menos ahora puedo poner en palabras todo lo que padecí esos días.
Siempre me he considerado una persona fuerte pero no soy de hierro. Lo malo de parecer fuerte es que la gente da por hecho que no necesitas ayuda porque puedes con todo, la excusa perfecta para desaparecer del mapa y dejarte sola cuando más lo necesitas.
Me dieron el alta, llegué a mi casa y cuando me di cuenta estaba sola. Sola con mi bebé y con mis dos hijos mayores, sola con mi casa, sola para seguir con mi vida y rutina habitual cuando mi cuerpo me pedía descanso y entregarme a mi bebé. No pude hacerlo, mis hijos mayores aún son dependientes y solo me tenía a mi.
Los tres primeros días los pasé llorando y prácticamente sin salir de casa más que para llevar y recoger a los niños al cole o hacer la compra. Sí, no habían pasado ni 24 horas de mi alta médica y ya estaba conduciendo, corriendo de un cole a otro con dos niños de la mano y un bebé en la bandolera. Las mamis del cole haciéndome la ola, llamándome valiente, diciéndome que soy una heroína.
Y una mierda. No quiero ser una heroína ni más valiente que nadie, no quería seguir con mi vida normal tan solo tres días después de dar a luz a mi tercer bebé, quería y necesitaba concederme mi tiempo para hallarme de nuevo en mi, en mi cuerpo, mi espíritu de recién madre, descansar un poco y dedicarme a mi bebé. Pero no me dejaron.
"A ver si te crees que eres la única que has parido"
Estas palabras me las dijeron recién llegada a casa del hospital. Fueron una puñalada. Solo pedí un poco de ayuda, la ayuda ofrecida fue con condiciones y esa fue la respuesta recibida. Me sentí muy, muy mal, totalmente despreciada e ignorada en mi estado. Se que no soy ni seré la única que he parido pero ¿acaso importa?. En ese momento no podía pensar en nadie más porque me encontraba muy sensible y muy sola.
Y sola me quedé, porque si hay algo que no soporto son los reproches. Sola con mis hijos y con mis lágrimas, me sentí perdida y muy, muy desamparada. Pasaron varios días hasta que pude dejar de llorar y sentirme que no importo a nadie. Días en los que no recibí ni una llamada, ni un ofrecimiento, ni un gesto de ayuda.
No necesitaba que vinieran a limpiarme la casa, a hacerme de comer o la compra, no, solo necesitaba sentirme acompañada, querida, cuidada, y solo pensar lo sola que me encontraba era echarme a llorar automáticamente. Nunca me había sentido tan mal.
Nadie tuvo en cuenta que ya venía muy tocada de antes. Este embarazo me he sentido muy sola en general, un embarazo no buscado, un bebé no esperado, siempre tuve la sensación de que yo era la única que lo quería de verdad, los demás asumían que venía y ya. Falta de ilusión e interés en general, eso hizo que me sintiera muy sola.
Como mi marido por fin logró trabajar de manera estable pero fuera de casa, lo que ha supuseto estar estado casi todo el embarazo sola con mis hijos. Contaba además con la posibilidad de que él no pudiera estar en el parto y así fue, y pese a que me acompañó mi madre, no es lo que quería ni lo que necesitaba, viví mi parto con la sensación de que me faltaba una pieza muy importante. No fue igual que los anteriores y esa sensación empaña un poco el buen recuerdo del parto.
En la habitación no cambió la cosa, pese a que las primeras horas tras dar a luz estuve acompañada luego me quedé sola y, salvo un par de visitas puntuales, estuve sola hasta el alta, incluso por las noches. Que lo cierto es que físicamente no necesitaba ayuda, pero sí necesitaba sentirme acompañada, que había alguien conmigo y más viendo que mi compañera de mi habitación siempre tenía a alguien al lado... Pero es algo que nadie tuvo en cuenta.
Físicamente también he estado muy fastidiada, me queda mucho para recuperarme y puede que nunca me restablezca totalmente porque tres embarazos y tres partos han hecho mella en mi, pero ya hablaré de eso, que se merece que le dedique su tiempo.
Todo se resume en eso, que no necesitaba una ayuda especial, no estaba incapacitada físicamente pero necesitaba sentirme acompañada, querida y cuidada, aunque solo fuera por un par de días. Unos días en los que me hubiera recompuesto no se si física pero sí mentalmente, al menos lo suficiente para poder seguir con mi vida normal. Necesitaba vivir mi puerperio y no me dejaron.
A pesar de todo sí, claro que salí adelante sin ayuda, faltaría más, pero no por fuerte o por valiente sino porque no me han quedado más cojones que hacerlo así. Hoy no me siento ni más ni menos orgullosa, simplemente es lo que me tocó, pero al menos tengo claro que nadie podrá echarme en cara todo lo que hizo por mi. Yo sí puedo reprochar lo sola que me sentí, aunque se que no lo haré porque no valgo para eso.
Dos meses después esto es ya un recuerdo del pasado, afortunadamente, me encuentro mejor y mi vida sigue. Pero se que esa herida emocional de los primeros días, aunque curada, me dejará una profunda cicatriz que siempre me acompañará.