Mientras me preparaba para salir de casa mi madre estaba muy sorprendida, decía que me veía muy tranquila... ¿Y qué esperaba? Ya sabía a lo que iba y ponerme nerviosa no me iba a ayudar en nada. Llegó el taxi y tardamos apenas dos minutos en llegar al hospital, eran poco más de las 7 de la madrugada y no había apenas nadie en urgencias, parecía muy tranquila la cosa.
Me mandaron directamente a la zona de maternidad, no había triaje ni celador así que al llegar a la puerta llamé al timbre y enseguida vino una enfermera. Le entregué el papel que me dieron a la entrada, me preguntó qué me pasaba, le dije que estaba de parto y lo siguiente fue preguntarme si había roto bolsa o qué síntomas tenía. Le expliqué que tenía muchas contracciones muy dolorosas y seguidas, que era mi tercer parto y que soy muy rápida, así que le advertí que no me dejara esperar mucho tiempo.
Me llamó a los pocos minutos, entré sola, pues en principio normalmente primero te llevan a monitores, luego te ve el ginecólogo de urgencias y si hay dinámica de parto ya te pasan con la matrona, en ese tiempo no te acompaña nadie. Pero se dio la circunstancia de que estaban saturadísimos, si la zona de urgencias parecía tranquila, paritorio era como el día grande de la Feria de Abril. Récord de partos atendidos en una sola noche. Consecuencia, no había salas de dilatación libres, las matronas no daban abasto, los ginecólogos tampoco... Y yo allí, sentada en el borde del sillón de la sala de monitores, esperando y haciendo las respiraciones para atenuar un poco el dolor y oxigenar a mi bebé.
Viendo mi aspecto la enfermera decidió pasarme con el ginecólogo directamente en lugar de esperar a que alguna matrona se quedara libre para ponerme los monitores, me subieron a la camilla, me hizo un tacto y ahí llegó la primera revelación. Estaba dilatada de 5cm, el cuello del útero estaba totalmente elástico y se palpaba perfectamente la cabeza de mi bebé, que estaba muy bajito, casi coronando. El ginecólogo me dijo que si me rompía la bolsa paría ya mismo pero yo le dije que prefería que se rompiera sola, que estaba segura que no tardaría y quería seguir el proceso natural.
Me mandaron de nuevo a la sala de monitores a esperas de que quedara alguna sala de dilatación libre, esta vez me pusieron una empapadera sobre una silla porque ya no me iban a poner las correas del monitor, y allí me quedé, esperando. La verdad es que daba la sensación de estar bien. Yo no grito, cuando tengo ese dolor tan intenso simplemente cierro los ojos, respiro y me dejo llevar hasta que acabe, no deja de ser doloroso pero de esa manera consigo que sea algo más llevadero. Pasó una sanitaria que tuvo a bien decirme "hija, qué bien te veo" y le respondí que no se equivocara, que aunque no lo pareciera no estaba nada bien y que más les valía que se dieran prisa.
Eran sobre las 8 de la mañana cuando por fin me llevaron a las sala de dilatación. Antes pasé de nuevo por la consulta del ginecólgo, me hizo otro tacto y una breve ecografía para comprobar que todo estababien y donde se veía que mi bebé estaba ya en posición de salida. Increíble.
En el camino me di cuenta que había momentos que no podía dar un paso, las contracciones me bloqueaban totalmente y me costó unos minutos recorrer un pequeño pasillo. Pero al menos ya estaba allí, en zona de partos donde me quité mi ropa para ponerme el camisón del hospital y prepararme para lo que venía.
Llegó la matrona, se presentó muy amablemente y me dijo que ella me acompañaría hasta el final. Me invitó a subirme a la cama para ponerme el monitor y ver la frecuencia cardíaca de mi bebé, yo no quería estar acostada porque en esa postura el dolor me bloqueaba totalmente, era mucho más intenso y no me permitía moverme, pero aguanté unos minutos porque parecía que mi bebé hacía braquicardias. Aún así, en cuanto me quedé sola con mi madre allí me bajé de la cama porque me era totalmente imposible esa postura, el dolor era insoportable.
A los pocos minutos le pedí a mi madre que avisara a alguien porque comencé a sentir ganas de pujar, vino de nuevo el ginecólogo, me hizo otro tacto, me dijo que seguía en 5cm y en ese momento sentí caer líquido. Le informé que había roto la bolsa y él me dijo que no le mirara, que la bolsa se había roto sola, que él no había hecho maniobra alguna para rompérmela. Daba igual, la bolsa ya estaba rota y como ya se cómo funciona mi cuerpo, sabía que tras eso me quedaba muy poco tiempo para tener a mi bebé en brazos.
Y ahí empezó la marcha de verdad. Las contracciones no cesaron, no había descanso entre una y otra, el dolor era continuo y muy intenso... Hasta pensé en ponerme la epidural aún sabiendo que a esas alturas era inviable... Qué jodido es el dolor que te hace flaquear. El caso es que sobre la marcha le dije a la matrona que olvidara lo que había dicho.
Yo estaba de pie apoyando mis manos sobre la cama, con las piernas abiertas para sobrellevar el dolor y la matrona viéndome me ofreció dos cosas: la pelota suiza y la mascarilla de óxido nitroso, que por supuesto acepté.
No se si la mascarilla me hizo efecto, de hecho después de aspirar me daban unas pequeñas nauseas, pero el hecho de concentrarme en aspirar cuando venía el dolor desviaba mi atención del propio dolor, aunque tampoco sabía exactamente cuándo empezaba el dolor porque era constante, un caos. Llegó un momento en el que tiré la mascarilla porque me agobiaba tener la en la mano.
La pelota fue una bendición, la postura sobre ella y bascular la cadera sí me ayudó mucho a sobrellevar el dolor y aunque solo estuve en ella unos minutos fueron los suficientes para preparar mi pelvis para lo que se acercaba. Las ganas de pujar eran cada vez mayores, ya notaba la presión de la cabeza de mi bebé, de nuevo estaba sola con mi madre y tuvo que salir a llamar a la matrona porque le dije que no aguantaría mucho.
Mi madre poco podía hacer más que estar a mi lado, abanicarme como si no hubiera un mañana y avisar a la matrona cuando yo se lo pedía, además de atender el puñetero teléfono que no paraba de sonar y que con voz de niña del exorcista le pedí que apagara de una puñetera vez. En ese tiempo entró de nuevo el ginecólogo a decirme que mi prueba del estreptococo no aparecía y que en ese caso se tomaba como negativo, por lo que me libraba de tener que ponerme una vía con antibiótico...
...Y no se en qué momento me dijo que si paría antes de las 9 de la mañana batiría el record: 19 partos atendidos en una noche, el mío sería el 20... ¡Eran los partos de las fiestas navideñas!
Menuda presión, ¡estaba yo para pensar en records!. El caso es que sentada en la pelota, sintiendo cada vez más las ganas de empujar, pedí a mi madre que avisara a la matrona porque sentía que mi bebé ya venía, me puse de pie de nuevo con los brazos sobre la cama y en ese momento deseaba arrancarme la correa del monitor y el camisón porque todo me molestaba, todo me sobraba.
Vino la matrona con la enfermera, me tactó, vio que la cabeza ya estaba asomando y me pidió que me subiera a la cama. Yo no podía, de repente estaba clavada con los pies en el suelo y no podía moverme, las contracciones no me dejaban respirar y por mi hubiera parido así, pero me dijo que necesitaba proteger mi periné para que no se desgarrara y que una vez en la cama podía ponerme en la postura que quisiera e incorporarme el respaldo si lo necesitaba. Así que en cuanto tuve un poco de movilidad me subí, me recosté sobre el lado izquierdo, la matrona incorporó la cama a unos 60-70º aproximadamente. Puse la pierna izquierda sobre un estribo, con la mano izquierda agarré la abrazadera, y con la derecha me sujetaba la pierna derecha mientras mi bebé coronaba y llegaba el expulsivo.
Escuchar a la matrona decir "vamos Alejandra, que tu bebé ya está aquí" me bastó para echar el último esfuerzo y pujar con todas mis ganas. Conocía perfectamente aquella sensación así que sabía exactamente lo que sucedía en cada momento, mi bebé coronaba, mi bebé sacaba la cabeza, mi bebé rotaba la cabeza, sale un hombro, se gira y sale el otro y de repente ya estaba fuera. El dolor había cesado, me quité totalmente el camisón y la matrona puso a mi niño desnudo sobre mi, juntos en un piel con piel total y absoluto.
Fue un momento muy muy emocionante, más de lo que esperaba. La experiencia previa no le resta intensidad ni emoción. Mi niño salío limpísimo, precioso y sentirlo sobre mi de nuevo fue lo más maravilloso de la vida.
Y así nos quedamos, los dos desnudos, mirándonos, sintiéndonos, conociéndonos. No me podía creer que aquello estuviera sucediendo de nuevo. No lloré pero la emoción me palpitaba en cada poro de la piel. Ya estaba conmigo, el milagro se había convertido en vida. Y como no, iniciamos la lactancia materna de la mejor manera posible, nada más nacer, en ese piel con piel maravilloso.
La matrona no dejaba de decir el bebé tan bonito que había tenido y lo bien que lo había hecho, de nuevo, como en mis otros partos, volví a escuchar eso de que "da gusto trabajar con mujeres como tú que nos lo ponen tan fácil".
No nos separaron en ningún momento. La matrona esperó a que el cordón dejara de latir para pinzarlo, me ofreció cortarlo pero no es algo que me hiciera especial ilusión, prefería centrar mi atención en mi bebé. Le pincharon la vitamina K sobre mi y ni siquiera se lo llevaron a pesar. Esos momentos eran solo para él y para mi, nada había más necesario que estar juntos piel con piel, totalmente desnudos, y así estuvimos desde que nació a las 8:35 de la madrugada hasta las 10 de la mañana que nos vistieron y ya nos llevaron a la habitación en la planta de maternidad, donde seguimos juntos.
Mientras tanto yo reía, hablaba sin parar, temblaba y tiritaba por el efecto de la oxitocina natural, le hablaba a mi niño, le contaba a la matrona mis partos anteriores, lo guapos que eran mis hijos, les enseñaba sus fotos... Es curioso pero después de parir me deben subir las endorfinas cosa mala porque me siento pletórica.
Cuando tuve a mi bebé en brazos me pareción pequeñito, me recordaba mucho a mi niña y me esperaba un peso de unos 3 kg. Mi sorpresa fue cuando justo antes de ir a la habitación lo pesaron y me dijeron que venía bien criadito, no lo hubiera imaginado ya que en este embarazo mi barriga ha sido bastante discreta.
Un polvorón de 3,550kg de puro amor.
Y con las mismas nos fuimos a planta juntos, a seguir conociéndonos y a empezar una nueva etapa de mi vida: la tri-maternidad.