Este sábado hemos estado de celebración. Mi sobrina Paloma, mi ahijada, la primogénita de Mi Otro Yo recibía su Primera Comunión. Me parece mentira porque me parece que fue ayer cuando era un bebé. Pero se va haciendo mayor, por mucho que me pese.
Fue un día bonito (o a mi me lo pareció). En esto de las celebraciones familiares hay quienes disfrutan o quienes se lo toman como promesa para ver si se cumple el milagro de que se extingan. Yo soy de las primeras porque oye, si no estás convencido, ¿para qué ir? ¿para quedar bien? Eso hace años, hoy no me pillan en una de esas. Y creo que los que allí estábamos (y me refiero a la parte de mi familia porque a la del Dr. Anónimo no la conozco tanto) fuimos contentos, con ganas y así lo pasamos. Me da gusto ver en este tipo de encuentros cómo las generaciones siguen ese vínculo que en su día tuvieron nuestros padres, hace años nosotros y hoy nuestros hijos. Tengo la suerte de tener muchos primos con los que de niña disfruté infinito pese a vivir cada uno en una punta. Ahora es la Princesa la que goza con la presencia de sus primos venidos desde lejos.
Pues eso un día bonito, lleno de emociones, rodeada de gente querida y, lo más importante, feliz de ver a mi sobrina recibir su Primera Comunión (en esta casa somos católicos practicantes). Un día de emociones.
En otro orden de cosas, tanto el traje que lucía mi sobrina como el de la Princesa son de Golositos. Ambos son diseños muy clásicos. El de mi sobrina era un vestido confeccionado en auténtico organdí suizo blanco nuclear. El cuerpo iba con jaretas y puntilla y la falda con la labor a juego. El cuello y la manga rematada con puntilla rizada blanca.
El de la Princesa es un vestido confeccionado en un tejido estampado con cachemires en tonos azules y con adorno de puntilla al tono. Y en el pelo llevaba un tocado hecho a mano por una buena amiga. Son de esas personas que un día aparece y sabes que de alguna manera u otra viene para quedarse. No tengo más que buenas palabras para ella. Siempre tenemos algo que contarnos. Tenemos ideas parecidas en cuanto a la educación de nuestros hijos y no puedes pedirle nada porque todo se lo toma muy a pecho. Cuando le compré el vestido a la Princesa y viendo el corte charlestón, se me ocurrió salir del tradicional lazo y le comenté mi idea. Pues ya se puso a maquinar y el resultado ha sido espectacular. Pero como conoce a mi hija, no solo le hizo el tocado, sino que además le hizo un coletero para que se pudiera recoger el pelo cuando se hartara de la cinta en la frente. Amiga, como sé que me lees, una vez mil gracias por tu dedicación.
Y con el buen sabor de boca de este magnífico fin de semana, os deseo una feliz semana y, sobre todo, un...
¡¡¡FELIZ LUNES!!!