Cuando me enteré de que la Princesa venía en camino no me planteé si le daría el pecho o o no. Era algo que tenía claro. Sí lo haría, siempre y cuando pudiera. No era un tema que me obsesionara. La Princesa nació por cesárea, la tuvieron un tiempo en la incubadora y en esas horas tampoco me preocupé de si le daban un biberón o no. Estaba tan agotada y con tantas ganas de verle la carita que era lo que menos me inquietaba. Cuando la tuve entre mis brazos la puse enseguida al pecho y lo cogió estupendamente. Desde ese momento se alimentó de leche materna, cada tres horas al principio, cuatro un poco más tarde, nada de a demanda, y se crió sana, fuerte y grande. Su primer biberón se lo dio su padre a los 3 meses y fue de leche que me iba sacando. Pero llegaba la hora de mi incorporación y debía empezar con los biberones. No tenía ni tiempo ni leche como para dejar la cantidad de alimento que debía tomar durante mi ausencia y empecé con la lactancia mixta. Mi idea era que, por lo menos, la toma de la noche, se la diera yo. Pero no fue posible. El día que cumplía los 4 meses, a las 4 de la mañana, la Princesa me mandó al garete. Vamos, que me dijo aquello de adiós mamá. Ella lo que quería era un biberón. Se lo hice, se lo zampó y hasta hoy. Esa noche lloré muchísmo. Se acababa ese momento íntimo entre ella y yo. Ese olor permanente a yogur agrio, ese ratito que tanta paz me daba. Por mi, hubiera continuado, pero ella era la que mandaba.
Hoy, casi 7 años después, puedo decir que amamantar a la Princesa ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. A parte del nivel afectivo, que está por encima de todo, me resultaba comodísimo no tener que estar pendiente de biberones, agua, leche en polvo..., por no hablar del ahorro que suponía. No entiendo, pero respeto, a las madres que deciden optar por la leche de fórmula sin intentar ni una sola vez lo que se experimenta al amamantar a tu hijo. Caso bien distinto es el que no se puede optar por la lactancia materna por enfermedad, por ausencia de leche o simplemente porque el niño no se coge por muchas veces que lo intentes.
Si hoy volviera a ser madre, no dudaría en volver a amamantar, siempre que pudiera. Y sino, no pasaría nada. Lo importante es que el niño tenga su ración de alimento necesario que llevarse a la boca para crecer sano y feliz.
Y esa es mi experiencia sobre la lactancia y mi granito en esta semana Internacional de la Lactancia. Si como yo también quieres contribuir, lo puedes hacer a través de campaña de donativos que ha puesto en marcha Acción contra el Hambre. El objetivo es recaudar fondos para continuar con sus proyectos de promoción de la lactancia tanto en países con altas tasas de desnutrición infantil como en situaciones post-traumáticas después de una catástrofe natural o de un conflicto. Cualquier ayuda es válida y puedes donar aquí. La lactancia es la mejor estrategia para luchar contra la desnutrición infantil.¡¡FELIZ MARTES!!